Último acusado por el atentado con gas sarín de Tokio se declara inocente

Huyó de la justicia durante 17 años

Katsuya Takahashi, el último de los acusados por el atentado con gas sarín en el metro de Tokio de 1995 que estaba pendiente de juicio, se declaró inocente en la primera sesión del proceso celebrado en la capital nipona.


Takahashi, de 56 años, está acusado de ser uno de los conductores que transportó a los miembros de la secta Verdad Suprema (Aum Shinrikyo, en japonés) que colocaron los paquetes con la sustancia venenosa de manera simultánea en cinco convoyes del metro, lo que causó 13 muertos y más de 6.000 heridos.

«No sabía que era sarín lo que se depositó», afirmó Takahashi en la primera vista del juicio, en declaraciones recogidas por la agencia Kyodo.

Takahashi también está acusado de otros ataques menores realizados con el mismo gas en 1995 y 1994 y por otros crímenes cometidos por Aum.


Takahashi estuvo a la fuga durante 17 años junto a otros dos exmiembros de la secta, Makoto Hirata, de 49 años, y Naoko Kikuchi, de 43.

Hirata se entregó por sorpresa en diciembre de 2011, mientras que Kikuchi fue detenida en junio del 2012, lo que condujo al arresto de Takahashi apenas un mes después.

Hirata y Kikuchi, que han sido sentenciados a nueve y cinco años de prisión, respectivamente, negaron también los cargos que se les imputaban.


El atentado, el peor ataque que ha sufrido Japón desde la II Guerra Mundial, fue ejecutado por cinco miembros de Aum que, de manera coordinada, perforaron con sus paraguas varios paquetes de sarín en cinco trenes del metro de Tokio durante la hora punta matutina del 20 de marzo de 1995.

El líquido, transparente e inodoro, que derramaron los paquetes alcanzó casi al instante el estado gaseoso y se propagó por los vagones en pocos minutos.


La secta Verdad Suprema se comenzó a gestar en 1984, cuando su líder, Shoko Asahara (cuyo nombre real es Chizuo Matsumoto), abrió un pequeño seminario de yoga en el barrio tokiota de Shibuya.

En apenas una década, y gracias a la captación de varios miembros de la elite universitaria nipona, se transformó en una poderosa organización subdividida en «ministerios», con capacidad para producir agentes químicos y armas ligeras y que incluso llegó a adquirir un helicóptero militar ruso.

A raíz del atentado, los tribunales han procesado a unos 190 miembros del grupo, emitido cinco condenas de cadena perpetua y confirmado 13 penas de muerte, entre ellas la de Asahara, aunque de momento ninguna de las ejecuciones se ha llevado a cabo. (EFE)

 

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