Japonés cambia de profesión para ayudar a extranjeros

Ciudad de Yokkaichi, donde opera Masafumi Inagaki

El futuro de Japón depende de ellos, asegura


Ciudad de Yokkaichi, donde opera Masafumi Inagaki

A una edad en la que alguna gente siente que ha entrado al último tramo de su vida laboral, Masafumi Inagaki decidió cambiar de profesión para ayudar a los extranjeros que tienen problemas para establecerse como residentes en Japón.

Inagaki considera que los extranjeros desempeñarán un rol importante para enfrentar el rápido envejecimiento de la población nipona. Su fuerza es necesaria para sostener a Japón.


El japonés de 63 años tiene una oficina en la ciudad de Yokkaichi, en la prefectura de Mie, donde atiende una vez al mes, de manera gratuita, a extranjeros que buscan –principalmente– apoyo para afincarse como residentes.

En Yokkaichi viven aproximadamente 7.500 extranjeros.

Un caso ocurrido hace tres años ha marcado particularmente a Inagaki. Una joven filipina acudió a él porque deseaba continuar viviendo en Japón con sus hijos de 4 y 3 años.


El padre de los niños era un japonés, pero al no estar casada con él la filipina no calificaba para obtener la visa de residente. Permanecía en Japón como ilegal.

Sin embargo, si el hombre reconocía a los niños como suyos, estos y la madre podían solicitar el visado. El sujeto, un miembro de la mafia, se negó a hacerlo y la mujer y sus dos hijos debieron marcharse a Filipinas.


“Ellos tenían el derecho de vivir en Japón”, le dice Inagaki a Kyodo.

Inagaki dedicó casi toda su vida a una empresa de productos electrónicos. Gracias a su empleo, viajaba a menudo al exterior, donde descubrió que los inmigrantes extranjeros eran más aceptados en Europa que en Japón.

¿Por qué no ayudar a los extranjeros a asentarse en Japón?, se preguntó. Fue así que decidió convertirse en notario.

Inagaki está convencido de que el futuro de Japón depende en gran medida de los extranjeros. “Para que mi hija y mis nietos tengan un futuro promisorio en este país, tenemos que aceptar a los extranjeros”, subraya.

Así las cosas, dejó la compañía de artículos electrónicos a los 50 años y comenzó a estudiar para convertirse en notario. En cuatro años concluyó su formación profesional.

Desde entonces ha atendido a cientos de extranjeros. Confiesa que a veces piensa en tirar la toalla, pero la sonrisa de un cliente al que ha logrado ayudar le da combustible para no desmayar.

Inagaki ha decidido no rendirse. ¿Su próximo objetivo? Construir una organización que proteja los derechos de los extranjeros. «Hay muchos extranjeros que no reciben una adecuada protección judicial y sufren injusticia», sentencia.

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