“Japón es como mi viejo: me dio duro, pero me enseñó mucho”

El periodista Luis Arriola plasmó sus seis años en Japón en la novela Gambate

El periodista Luis Arriola narra en la novela Gambate la vida de un peruano ilegal en el Japón de los años 90


El periodista Luis Arriola plasmó sus seis años en Japón en la novela Gambate

El peruano Luis Endo aterriza en Japón el primer día de 1993 dejando atrás a su familia y sus estudios universitarios de Historia. Su objetivo: ahorrar dinero para volver al Perú a estudiar. Sin embargo, su vida en Japón toma rumbos no previstos por él, forzándolo a prolongar su permanencia en el país.

La novela Gambate narra la historia de este peruano que como miles adquirió una nueva identidad para convertirse en dekasegi. En Japón se parte el lomo pelando pescados congelados o reciclando basura, se enamora y desenamora de mujeres de varias nacionalidades, huye de un mafioso iraní celoso, se cuida de la Migra, en fin, le ocurre de todo.

El autor de Gambate es el periodista Luis Arriola, editor de portada de Terra Perú. Arriola no tuvo que preguntarle a nadie cómo era la vida de un peruano indocumentado en el Japón de la década de 1990 para escribir su primera novela, pues él lo vivió en carne propia.


Durante seis años trabajó en Japón, pero no como Luis Arriola sino como Luis Endo (sí, como el protagonista de su libro). A su regreso al Perú, recuperó su verdadero nombre, estudió periodismo en la Universidad Católica e inició una carrera que lo ha llevado a medios como el diario La República y a ser finalista del Premio Copé.

¿Qué es Gambate en palabras de su creador? “Es la mirada de los peruanos ilegales. Yo quería mostrar ese mundo, la adaptación a Japón, lo difícil que es, y las peripecias de los peruanos para poder sobrevivir en una sociedad a veces muy dura, a veces muy buena”, responde.

APRENDIZAJE LEJOS DE CASA


Japón marcó profundamente a Luis Arriola. “Fue un verdadero aprendizaje. Yo a Japón le tengo mucho cariño y mucho respeto. Japón es como mi viejo: me dio duro, pero me enseñó mucho. Me enseñó a ser responsable, a valorar a la familia bastante; creo que eso fue lo más importante”, subraya.

¿Qué inmigrante no ha tenido que mentirle a su familia para no preocuparla? Luis lo recuerda bien: “Tienes que mentirle a tu familia, (decirle) ‘estoy bien, no te preocupes, tengo trabajo’, cuando estás jodido, estás sin trabajo, viviendo en un cuarto con cinco personas que no conoces”.


El recuerdo más agradable que conserva de Japón tiene un nombre: Kiyosato, un pueblo al que acudió con su entonces enamorada japonesa para hacer senderismo. La belleza y la serenidad del paisaje lo cautivaron y despertaron en él una reflexión que decidió su futuro: en la vida hay etapas, y él, en Japón, había culminado una. Tenía que retornar al Perú a estudiar y cumplir con la promesa que le había hecho a su papá antes de viajar a Japón.

Justamente su papá fue el triste protagonista del peor recuerdo que asocia con Japón. Murió una semana después de su partida, pero recién se enteró a los cinco meses. Su mamá había evitado decírselo. “Fue muy fuerte no poder regresar”, rememora.

“Hay recuerdos duros. Mi primer trabajo fue en una fábrica de pescado, mis manos se congelaron el primer día. No estaba acostumbrado, era un estudiante. Pero también hay recuerdos de fiestas a las que he ido con peruanos. Hubo momentos tranquilos, años locos, pero te enseñan”, añade.

GAMBATEANDO EN EL PERÚ

Te despides de Japón, de sus fábricas y sus extenuantes jornadas laborales, de la temible Migra, para volver a tu patria, tu familia, tu idioma, tus costumbres. Aparentemente, de ahora en adelante todo será más fácil. Sin embargo, la readaptación a tu país puede ser tan difícil como la adaptación a un país extranjero.

Luis tuvo que gambatear en el Perú tanto como en Japón. Le costó un montón aclimatarse a su nueva realidad de estudiante universitario. En Japón había perdido el hábito de leer y escribir. En los controles de lectura en la Universidad Católica lo destrozaban.

Por fortuna, conoció a un jefe de prácticas nikkei que –enterado de que Luis había estado en Japón, desconectado de los libros– lo apoyó mucho. Poco a poco comenzó a encarrilarse y acabó la carrera satisfactoriamente.

JAPÓN, OTRA VEZ

Arriola dejó Japón, pero Japón no lo dejó a él. En el curso de Realidad Social le pidieron que relatase una experiencia de vida. Pensó en su etapa en Japón y nació el embrión de Gambate, que vería la luz varios años después transformado en ficción.

Japón es un insumo inagotable para su obra literaria. Su segunda novela, que está en camino, El Cónsul de Nagoya (http://gambatero.blog.terra.com.pe/2012/03/14/el-consul-de-nagoya/), también está ambientada en Japón. ¿De qué va? El Cónsul de Nagoya es un hombre poderoso y rico, asociado con la yakuza y la mafia iraní, que provee de visas falsas a peruanos indocumentados.

Además, tiene otros dos libros en mente: un conjunto de cuentos (desarrollados en Japón) y otro sobre la mujer japonesa (título tentativo El secreto de la mujer japonesa).

Japón aún se resiste a dejarlo.

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