Por Jorge Barraza*
Afortunados. Muy. Eso fuimos entre miércoles y jueves. Como garimpeiros del fútbol, todos los días horadamos la montaña en busca de una piedra preciosa que redima nuestra fe, nuestra persistencia. Y en uno de esos rutinarios martillazos hallamos un inmenso filón de oro. Toda una pared dorada. Habíamos programado tres partidos para entresemana (uno termina viendo algunos más, pero siempre se fija un objetivo previo): Barcelona-Bayer Leverkusen, Manchester United-Athletic de Bilbao y Godoy Cruz-Atlético Nacional. Cada cual tiene una explicación.
El primero por el Barsa, sin un ápice de duda el mejor equipo de la historia, que siempre tiene algo más para ofrecer. Y por Messi, claro. El segundo, por Ferguson, por la eterna grandeza del United, por Rooney (uno de los ases del póker preferido de este cronista junto a Lio, Xavi y Luis Suárez); pero sobre todo por el Athletic de Bielsa, que está revolucionando España y, ahora, Europa. Y el último por Nacional de Medellín, nuestro Barcelona criollo, un placer estético verlo deslizarse sobre el tapiz verde.
Fue como ganar por triplicado el Gordo de Navidad en poco más de 24 horas. Palpitar en directo un partido no es igual a ver los goles más tarde, en el noticiero. Es como que uno protagoniza también el juego, está asociado a él emocionalmente. Hay gente que mira partidos por razones de nacionalidad. Si juega tal equipo o tal jugador. Nuestra predilección es por juego. En esta Libertadores, por caso, somos decididamente simpatizantes de Atlético Nacional. Verlo atacar es excitante, puede hacer gol en cada avance. Como describiría Borges de La Lujanera: “Verla, no daba sueño”.
El Barsa-Leverkusen se circunscribió finalmente a la estelar función de Messi, a su hazaña goleadora de cinco veces red; 7 a 1 es un guarismo inhabitual en fútbol, más si el del uno es un equipo alemán. Enseguida saltaron millones de talentos diciendo “no le ganó a nadie”. Pero informarse es bueno: el Bayer es subcampeón alemán.Y venía de vencer tres días antes al Bayern Munich. Alemania, por si acaso, es hoy la potencia número 2 del mundo balompédico. Pasa que tanto Barcelona como Messi en una de sus tardes de gloria pueden reducir a la mínima expresión a cualquier oponente. Como en aquel 5-0 al Real Madrid, que tranquilamente pudo ser 10-0. ¿O el Madrid también es nadie…? ¿El Santos, el Arsenal, Manchester United, Milan… todos son nadie cuando el Barsa los aplasta?
Messi fue tapa de casi todos los diarios del mundo (un sólo ejemplo: los 5 diarios deportivos de Perú le dieron su portada). L’Equipe, La Gazzetta dello Sport, obviamente Marca, Sport, As, Olé… Lo que asombra de Lionel es que no jugó un partido excepcional en él. Fue una de sus actuaciones normales. Impacta su impresionante regularidad. Nunca tan feliz la frase de Santiago Segurola, el magnífico analista español: “Maradona era Maradona a veces, Messi es Maradona todos los días”. De allí la admiración que genera entre sus propios colegas. Salvo Pelé, todos los futbolistas del mundo están absolutamente fascinados con La Pulga.
Cuando el Barsa y el Madrid ganan en el torneo local, millones dicen que la Liga Española es una farsa, llena de paquetes. Pero ocurre que esos “paquetes” (Valencia, Atlético de Madrid, Athletic de Bilbao) hacen tabla rasa en las copas europeas. No recordamos en las últimas dos décadas una formación que le haya dado al Manchester de Ferguson una lección tan magistral de fútbol como ese “paquete” del Athletic de Bilbao. Y en Inglaterra. Fue un canto de juventud, atrevimiento, ambición. El Bilbao atacó al ManU los 90 minutos sin parar, desde el silbatazo inicial. Todo fue anticipación, quite y ataque, movimientos continuos de rotación y traslación, dinamismo, entusiasmo, buen fútbol. Nunca habíamos visto jugar así a un equipo vasco, tan afectos ancestralmente al pelotazo, el centro y la arremetida, al vigor como moneda de pago. El 3 a 2 final favorable al Athletic es un embuste gigantesco: en juego fue una goleada. Pasa que del otro lado está Rooney. Y con él todo es ficticiamente equilibrado. La emoción de los 8.000 vascos en las tribunas de Old Trafford revoleando pañuelos, camisetas, gorros fue una postal llamada “La Felicidad”. Hay que ser hincha para entenderlos. Era el orgullo llevado a la categoría de paroxismo, de amor. Ocho mil viajaron. Sabían que no volverían con la manos vacías.
Tal fue la exhibición vasca que al día siguiente comenzaron los rumores sobre Bielsa, ligándolo a futuro a distintos clubes, el principal, el Chelsea. Marcelo es el arquitecto de este juvenil conjunto que emocionó a toda España (había que ver los correos de hinchas del Madrid, del Betis, del Málaga, de todos… felicitando genuinamente al club rojiblanco). Lo notable es el cortísimo lapso en que Bielsa logró construir esta maquinita. Y que es un club que se maneja únicamente con futbolistas nacidos en el País Vasco. Ni dispone de la chequera del Madrid ni puede ir a buscar a Neymar. Lo impide su propio estatuto.
Por la noche, ese jueves, vimos Godoy Cruz 4 – Atlético Nacional 4. O sea, en total 21 goles en 3 juegos. Tremendo espectáculo. El bravo club mendocino debió redondear una proeza para empatarle, como local, al once colombiano, que tiene tres o cuatro figuras ofensivas notables: Dorlan Pabón (incontenible, arrasador), Macnelly Torres, Jhersson Córdoba, Luis Mosquera…
Tres veces perdía Godoy, tres veces empató, y en el minuto 93 el golero Pezzuti le arrebató el 5 a 4. Hace tres o cuatro años les dijimos: no se pierdan ni un minuto de Messi, estamos viendo la historia. La sugerencia de hoy: no se pierdan los partidos del Bilbao ni de Nacional. Son filones de oro.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.
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