El sistema japonés de Capacitación Técnica de Aprendices (Gino Jisshu Seido) enfrenta una crisis de credibilidad debido a las crecientes tasas de «desapariciones» (shisso) de sus participantes. Japón registra entre 5.000 y 10.000 casos de aprendices fugados anualmente, con una cifra alarmante de personas cuyo paradero se desconoce. De los 6.510 aprendices que desaparecieron en 2024, un 45%, unos 2.951 seguían sin ser localizados hasta mayo de 2025.
Esta situación expone la profunda disfunción de un programa que, a fines de junio de 2025, contaba con cerca de 450.000 aprendices trabajando en sectores clave como la construcción, la manufactura y la maquinaria.
SAITO YOSHIHISA, LA VOZ MÁS CRÍTICA
La voz más crítica en este debate es la del profesor asociado Yoshihisa Saito, de la Escuela de Posgrado de Estudios de Cooperación Internacional de la Universidad de Kobe. Saito, experto en derecho laboral japonés y vietnamita, fundó en 2022 Kobe Immigration Union (神戸移民ユニオン) desde donde ha asesorado a decenas de miles de aprendices asiáticos.
En Vietnam fue profesor idioma japonés de grupos de aprendices y aprovechó para investigar las agencias de envío (okuridashi kikan) para entender a fondo las dinámicas de explotación que afectan principalmente a migrantes de esa nacionalidad, la más numerosa del sistema de capacitación técnica nipón y el grupo de personas con la tasa de fugas más alta.
Su conocimiento de la realidad vietnamita ha valido para que Saito haya sido invitado al Parlamento japonés para responder preguntas sobre el tema y es considerado una autoridad en inmigración y la voz más crítica del programa para aprendices técnicos.

EL ENGAÑO LABORAL Y LA HUIDA MASIVA
En declaraciones a la prensa local, el profesor Saito identificó tres causas principales para las desapariciones: el profundo desajuste entre las expectativas y la realidad laboral, la pérdida de atractivo del mercado japonés y la existencia de comunidades que acogen el empleo ilegal.
El experto sostiene que, debido a las múltiples capas de intermediarios, las agencias de envío tienen la práctica de «adornar las condiciones» para ambas partes. A las pequeñas empresas japonesas se les promete personal vietnamita «diligente, enérgico y con conocimientos de japonés», presentándolos como una opción más rentable que la mecanización. Paralelamente, a los jóvenes vietnamitas se les asegura un entorno de trabajo seguro con la posibilidad de ganar mucho dinero con horas extra y la garantía de alojamiento individual.
La realidad es radicalmente distinta. Los empleadores se encuentran con aprendices que pueden tener tatuajes, ser perezosos y no hablar nada de japonés. Por su parte, los vietnamitas se encuentran con que son contratados por hora, no tienen suficiente trabajo, por lo que no pueden ahorrar y deben tolerar acoso laboral y vivir en alojamientos colectivos. Estos desajustes elevan la frustración y son la causa principal del aumento de las desapariciones
El profesor señala que, en lugar de prevenir esto, algunas organizaciones oficiales de supervisión (kanri dantai) hacen la vista gorda o incluso colaboran con las agencias fraudulentas.
EL DETERIORO DEL TALENTO Y EL VÍNCULO CON VIETNAM
En una entrevista con la revista President, Saito afirmó que Japón ha perdido la batalla salarial contra países como Australia y Corea del Sur, lo que ha provocado que los candidatos de más alto nivel opten por otras naciones. El mercado laboral japonés ha sido percibido como la opción «barata y rápida» en Vietnam, atrayendo a un nivel de talento más bajo, incluyendo personas de minorías étnicas que tienen dificultades incluso para leer y escribir su propio idioma, o que ignoran que son considerados «técnicos aprendices».
El mercado laboral japonés ha atraído a un nivel de talento más bajo. Esta disminución del nivel de los aprendices incrementa los conflictos en el lugar de trabajo y en los alojamientos, lo que a menudo lleva a que estas personas huyan sin siquiera intentar negociar. Su desconocimiento del idioma y el abuso del sistema laboral ahonda su desprotección.
El profesor detalla que los aprendices que desaparecen a menudo recurren a las comunidades vietnamitas existentes para encontrar un lugar donde vivir, ya que es casi imposible para un extranjero sin estatus legal alquilar una vivienda. Estos círculos de trabajo ilegal se concentran en áreas como Gunma, Ibaraki y Tochigi en Kanto, y Himeji en Kansai. Los trabajos principales son demolición, agricultura o fábricas, donde usan tarjetas de residencia falsificadas y se registran en múltiples empresas de subcontratación para maximizar ganancias antes de ser detectados.
Un factor que agrava este ciclo es que los ex aprendices que regresan a Vietnam sin habilidades ni dinero a menudo se convierten en reclutadores para agencias de envío fraudulentas.

EL NUEVO SISTEMA: LA «EXPLOTACIÓN» PERSISTE
La preocupación se centra ahora en el Sistema de Empleo para el Desarrollo (Ikusei Shuro Seido), el programa que desde 2027 reemplazará al Gino Jisshu Seido. Aunque la nueva ley relaja las restricciones de transferencia laboral e introduce requisitos de idioma N5 (nivel principiante) para venir a Japón, Saito asegura que el problema fundamental no se resuelve.
El profesor sostiene que el programa Gino Jisshu Seido siempre fue una «medida de prolongación» hipócrita para mantener a flote industrias donde los japoneses no quieren trabajar, utilizando la «contribución internacional» como fachada. El nuevo sistema simplemente cambia la justificación a la de «asegurar personal en sectores con escasez». Sin embargo, las condiciones impuestas son similares.
El profesor Saito sintetiza su crítica de esta manera: «La estructura es la misma: se les restringe la libertad de cambiar de trabajo, se les empuja a industrias indeseadas, no hablan japonés para que no se quejen. Si esto no es explotación, ¿cómo debería llamarse?».
NI CARRERA PROFESIONAL NI INTEGRACIÓN SOCIAL
Con esa fechada de explotación laboral, muchos aprendices regresan a sus países sin haber adquirido habilidades significativas ni dominio del japonés. Una investigación de JICA (Japan International Cooperation Agency) lo confirma: menos del 27% de los aprendices vietnamitas que regresan encuentran trabajo en su país, lo que significa que la mayoría se encuentra desempleada.
Estos individuos regresan con la edad avanzada, sin habilidades aplicables y, a menudo, con un desequilibrio en su sentido del valor del dinero, lo que dificulta su reincorporación laboral.
Aunque el nuevo sistema (Ikusei Shuro Seido) se enfocará en la formación de «personal con habilidades específicas», el profesor advierte que estas habilidades serán válidas solo bajo el marco legal japonés, sin una visión de su utilidad una vez que regresen a sus países de origen.
Finalmente, el argumento más contundente del profesor es la total ausencia de inmersión cultural o social. Relató que, al llevar a un ex aprendiz que había trabajado en Osaka durante varios años a comer okonomiyaki (un plato popular japonés), este le preguntó qué era. La vida de estos trabajadores se limita a residencias en la montaña, lejos de la ciudad, con una única salida semanal al supermercado local para comprar alimentos.
Saito concluye que bajo estas condiciones de aislamiento forzado, es imposible que los aprendices vean o aprendan algo sobre la sociedad japonesa, frustrando cualquier argumento sobre la «experiencia de vida» o el aprendizaje sobre Japón. (RI/AG/International Press)
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