Si bien Japón es reconocido internacionalmente por su omotenashi (hospitalidad), también proyecta una fuerte imagen de “lascivia”, según un artículo publicado por el periodista Minetoshi Yasuda en la revista Shukan Post.
El texto, que recoge Japan Today, sostiene que las trabajadoras sexuales japonesas son muy populares.
Con la depreciación del yen y el deterioro de las condiciones económicas en el país, cada vez más mujeres japonesas viajan al extranjero para ejercer como prostitutas, según el periodista, que publica los testimonios de dos de ellas.
La mayor, de 30 años, cuenta que antaño, en Australia, las mujeres japonesas tenían el atractivo de ser “relativamente raras”; ahora, sin embargo, el mercado se ha “saturado” con varias docenas de japonesas trabajando en el mismo prostíbulo.
Otra cosa sobre la que llama la atención es que las japonesas que viajan allá a trabajar son cada vez más jóvenes, incluso algunas adolescentes.
Hay varias, dice, que están pagando deudas que contrajeron como clientas en clubes de anfitriones en Japón.
En Nueva Zelanda también hay japonesas trabajando como prostitutas.
En casi todos los lugares donde la mujer entrevistada ha trabajado, revela, los propietarios son chinos.
Una amiga suya que trabaja en Nueva Zelanda envía su dinero a Japón a través de una red bancaria clandestina que le presentó su jefe chino
La segunda mujer entrevistada tiene 19 años, se identifica como “Yamagishi” y dice que ha participado en orgías en un hotel de lujo en Bangkok con cuatro clientes europeos.
“Éramos cinco (japonesas). Todos practicamos kimeseku (sexo bajo la influencia de drogas), aunque yo no tomé droga y simplemente fingí”, relata.
Además del pasaje y los gastos de estadía, recibió 2 millones de yenes (13.800 dólares) por cuatro días de trabajo.
También ha trabajado en Dubái, donde una noche atendió a seis árabes a cambio de 1,5 millones de yenes (10.300 dólares). “Muchos de ellos estaban bien dotados físicamente, por lo que fue muy agotador”, dice.
En otra ocasión, tuvo relaciones sexuales con otra chica en una bañera frente a unos 30 hombres, que arrojaban propinas en la tina.
Yamagishi se inició a los 15 años con la práctica conocida como papa-katsu (mujeres jóvenes salen con hombres mayores a cambio de dinero o regalos)
Sus padres en Japón creen que el dinero que gana es fruto de su éxito con un startup. Dice que ha pagado la matrícula de universidad de su hermana menor.
El sueño de Yamagishi, que dejó la universidad después de su primer año, es “jubilarse” a los 30 años. (International Press)
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