Una mujer de 78 años que vive sola en la prefectura de Okayama depende de la ayuda pública para subsistir. Recibe alrededor de 65 mil yenes al mes (456 dólares).
Todo se le va en comida y gastos de servicios públicos.
Para ahorrar en electricidad, la mujer no enciende el aire acondicionado (aunque en estos días hace mucho calor).
Solo se permite el uso de un ventilador, explica a Asahi Shimbun.
En las noches, mantiene todas las luces apagadas y para ver las cosas aprovecha la iluminación procedente de la pantalla del televisor.
“No tengo dinero para gastar en lujos”, dice.
Se ha ajustado más aún el cinturón desde que su factura mensual de electricidad se disparó de unos 2.000 yenes (14 dólares) a 7000 yenes (49 dólares) en la primavera.
Si bien come dos veces al día, en realidad es como si lo hiciera solo una, pues compra un bento de 480 yenes (3,3 dólares) que divide en dos mitades para consumir por la tarde y la noche.
Para no gastar, no sale. Pasa casi todo el día en casa. Vive sola.
“Nunca podrás imaginar la miseria de la vida sin dinero”, le dijo una vez a la trabajadora social que se encarga de su caso.
En medio de la ola de fuerte calor que azota a Japón, las autoridades exhortan a la gente a mantener encendido el aire acondicionado para no caer víctimas de la insolación.
Es fácil de decir, pero muy difícil ponerlo en práctica para las personas pobres como la mujer de Okayama.
Pensando en ellas, la trabajadora social que atiende a la anciana presentó una petición a la Cámara Baja en junio para ampliar la ayuda pública a los pobres con el fin de que cubra los gastos derivados del uso del aire acondicionado.
No es una propuesta que salga de la nada. Quienes se benefician de las prestaciones sociales reciben ayuda para cubrir las facturas de calefacción en invierno.
Cada región establece sus propias condiciones. En Hokkaido, por ejemplo, una persona vive que sola recibe 12.780 yenes (89,8 dólares) mensuales entre octubre y abril.
Pese a este antecedente, la propuesta de la trabajadora social fue rechazada. “Fue extremadamente lamentable y frustrante”, dice.
Más aún considerado que usar aire acondicionado o no puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Las cifras son tajantes.
De las 194 personas que murieron el verano pasado en los 23 barrios especiales de Tokio por golpes de calor en espacios interiores, el 85 % no tenía aire acondicionado o lo tenía apagado.
El 87 % de las 206 víctimas mortales (incluyendo a quienes murieron al aire libre) tenía 65 años o más.
Si entre 1996 y 2000 moría en Japón una media de 179 personas al año por golpes de calor, entre 2017 y 2021 el número escaló a 1.145. (International Press)