(ARTÍCULO PUBLICADO EL 30 DE ABRIL DE 2022 EN EL DIARIO EL COMERCIO, LIMA, PERÚ. PUBLICACIÓN AUTORIZADA POR DICHO MEDIO Y POR EL AUTOR)
Pretendo llamar su atención respecto a unas reflexiones y propuestas preliminares de una visión de país: el Perú como destino. Hace dos años, me atreví con una primera versión, el año pasado la actualicé y hoy ofrezco un tercer y ampliado texto que también encontramos en la versión digital de este Diario. AQUÍ
En mi opinión, una visión de país no es una sumatoria de planes sectoriales de gobierno, menos siquiera el esbozo de uno. Muy por el contrario, la pienso como una fuente preferente de inspiración para que nos proyectemos en cómo deberíamos ser y cómo deberíamos estar los peruanos. ¿Lo hemos logrado? Hemos progresado, pero no lo suficiente, y debemos porfiadamente seguir intentándolo. Dada la pauperizada y actual vivencia nacional, me resulta indispensable proponerlo.
La igualdad de oportunidades debe ser una concreta realidad nacional en la que la familia sea el primer soporte de nuestra formación, así como la asegurada nutrición proteica de nuestros infantes…
La igualdad de oportunidades debe ser una concreta realidad nacional en la que la familia sea el primer soporte de nuestra formación, así como la asegurada nutrición proteica de nuestros infantes y que el Estado nos sirva ampliamente y no se sirva impúdicamente.
Como la inmensa mayoría de mis compatriotas, aspiro pronto a gozar cuando los extremos hepáticos sean excepciones y reinen en todos nuestros rincones los valores esenciales de la libertad, la igualdad, la justicia, la dignidad, el bien, la verdad objetiva, la equidad, la solidaridad, la seguridad, la transparencia, la buena fe, el civismo, la vida familiar y la oportuna y suficiente rendición de cuentas del ejercicio del poder, principalmente, desarrollándonos todos en un entorno libre de amenazas.
Asimilando la multiculturalidad, la interculturalidad, practicando de buena fe y documentadamente la ley y el diálogo, rechazando mayoritariamente la discordia hepática, debemos abrazar nuestra bandera, nuestras maravillosas y variadísimas manifestaciones arqueológicas, culturales, turísticas y culinarias propias de nuestra milenaria peruanidad, y militar por la paz nacional y mundial asumiendo variados y constantes liderazgos ante los inevitables y crecientes retos globales.
Finalmente, hay que anhelar y persistir en un prontísimo despertar. Debemos resistirnos a callar y, aunque pudiera parecer una reflexión discordante, lejana y desprovista del lenguaje políticamente correcto, optemos por no pecar por omisión. Me niego a vivir enmudecido en medio de la necesidad de una importante porción de mis hermanos connacionales que siempre tienen que transitar entre la carencia imperiosa y la obligación fuera de su alcance real.
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