Edurne Morillo / EFE
Las japonesas se han cansado de regalar chocolate a sus compañeros de trabajo el día de San Valentín. Una práctica casi obligatoria en el país asiático impuesta por las marcas de bombones que muchas mujeres consideran costosa y discriminatoria.
A diferencia de otros países, donde son los enamorados los que intercambian regalos el 14 de febrero, este día tiene una connotación muy distinta en Japón, donde la tradición indica que las empleadas niponas deben comprar chocolatinas para todos sus superiores y colegas hombres.
A los japoneses les cuesta romper con las tradiciones, pero esta práctica que se puso de moda en los años 60 por un anuncio de la marca de dulces Morinaga empieza a resentirse y el no al «giri-choco» o chocolate de compromiso u obligatorio se ha convertido en un tema viral este año.
Según una encuesta de la empresa de empleo Shuffu JOB, un 70 por ciento de las japonesas considera esta tradición como una carga, mientras que sólo un 15 por ciento ve apropiado entregar chocolates en el entorno laboral y más del doble de esta cifra -un 33 por ciento- se declara abiertamente en contra.
«Deberíamos tener estos datos en cuenta y crear entornos de trabajo donde sea fácil trabajar para las mujeres y no exista este sentimiento de carga», explica Keitaro Kawakami, director de Shuffu JOB, en las conclusiones del informe.
La polémica sobre el «giri-choco» se ha disparado gracias al famoso fabricante de chocolate de lujo Godiva, que animaba en un anuncio publicado en un diario japonés a poner fin a esta práctica, a pesar de las importantes consecuencias económicas que esto suponerle.
«Japón debería dejar de dar chocolate de forma obligatoria», publicaba la empresa en un anuncio a página completa en el diario Nikkei a finales de enero, encendiendo el debate sobre la necesidad de mantener esta tradición.
«San Valentín es el día en que las personas transmiten sus verdaderos sentimientos, no el día en que se coordinan las relaciones en el trabajo», explica el responsable de Godiva en Japón, Jerome Chouchan, en declaraciones recogidas por Japan Times.
Los precios desorbitados del chocolate de calidad en Japón, el sentimiento de compromiso hacia los compañeros o el temor de que esta «inversión» no sea recíproca son algunos de los motivos por los que muchas japonesas defienden incluso la prohibición de esta práctica en las empresas.
«Creo que todo aquello que sea obligatorio es una pérdida de tiempo, tanto para aquel que lo da como para el que lo recibe, ya que socava los verdaderos sentimientos y agrega una presión innecesaria al tener que fingir», dijo a Efe Mona, una alemana-japonesa de 25 años que trabaja en una consultora de comunicación y que apuesta por otro tipo de actividades para unir a la oficina.
La euforia anual por los chocolates de San Valentín llega a un gran número de comercios y pastelerías en Japón, que sólo durante el día 14 de febrero registran un 10 % de sus ventas, según datos de 2015 de la Asociación de Chocolate y Cacao de Japón-.
La polémica se produce en un momento en que muchos creen que los hábitos laborales en Japón deben cambiar, sobre todo en relación al papel de la mujer, relegada a servir el café a sus compañeros, a los empleos peor pagados y sin acceso a puestos directivos.
En este sentido, el Gobierno nipón ha optado por impulsar la política de «Womenomics», un conjunto de medidas que buscan mayor integración laboral de la mujer y romper la brecha salarial, que en Japón -a pesar de haberse reducido en los últimos años- se sitúa en más de 30 por ciento, según un estudio de 2017 del Ministerio de Trabajo.
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