En diciembre de 2014, una estudiante de la Universidad de Nagoya asesinó a una mujer de 77 años con un hacha y, acto seguido, estrangulándola.
La joven, que hoy tiene 21 años y cuya identidad no puede hacerse pública porque era menor de edad cuando cometió el crimen, tenía antecedentes: cuando era estudiante de koko envenenó a dos compañeros de estudios vertiendo en sus bebidas sulfato de talio, una sustancia inodora e insípida que se usa como veneno para ratas. Los dos sobrevivieron al ataque.
La mujer fue sentenciada a cadena perpetua por el Tribuna de Distrito de Nagoya. Su defensa apeló.
Durante el juicio de apelación en el Tribunal Superior de Nagoya, sus abogados declararon a su defendida como inocente alegando que era incapaz de discernir entre el bien y el mal debido a su trastorno bipolar y que tampoco podía controlar sus acciones. La joven padecía un trastorno severo del desarrollo y tenía un desmedido interés en la muerte, añadieron.
El tribunal de distrito que la condenó, no obstante, juzgó que ella podía asumir la responsabilidad por sus actos, pues el efecto de sus discapacidades sobre sus acciones era limitado.
La batalla en el nuevo escenario judicial estará, como en el primer juicio, en determinar cuán competente es la mujer desde el punto de vista mental para asumir la responsabilidad por el delito, reveló Mainichi Shimbun.
Para la defensa, el tribunal de distrito no supo entender de manera correcta las discapacidades de la mujer y la juzgó sobre bases erradas.
La fiscalía, por su parte, solicitó al tribunal superior que rechace la apelación.
En el primer juicio, la chica dijo que mientras atacaba a la anciana, esta le preguntó por qué quería asesinarla. La joven le respondió: “Quiero ver cómo es matar a una persona”.
Al día siguiente del asesinato, incendió una vivienda en Sendai (de donde es su familia) porque quería matar a otra persona.
“Todavía tengo momentos en que tengo deseos de matar a alguien, pero desde que empecé el tratamiento (médico), esos deseos han sido menos frecuentes. Quiero ser una persona que no mate a la gente”, dijo.
A la mujer le prescribieron medicamentos que, según ella, menguaban sus deseos de matar. (International Press)
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