Seúl.- El inicio hoy de unas maniobras militares conjuntas de Seúl y Washington, que movilizará a unos 67.500 soldados, amenazan con disparar de nuevo la tensión con el régimen norcoreano, que las vive como un ensayo de ataque a su país.
En las maniobras anuales Ulchi Freedom Guardian participan en esta ocasión 50.000 efectivos surcoreanos, al igual que el año pasado, mientras que Estados Unidos desplegará 17.500 soldados (3.000 de los cuales están estacionados fuera de Corea del Sur), lo que supone 7.500 menos que en 2016.
La decisión de reducir el número de efectivos estadounidenses no responde sin embargo al reciente episodio de tirantez con Corea del Norte si no a la necesidad de enfatizar la «integración» en estas operaciones, según ha declarado el secretario de Defensa estadounidense, James Mattis.
Los ejercicios, que son la mayor simulación bélica computerizada del mundo, duran hasta el próximo 31 de agosto y buscan ensayar respuestas conjuntas a una hipotética invasión del Sur por parte del Norte.
Aunque los aliados argumentan que tienen carácter defensivo, Pyongyang los considera un ensayo para realizar un ataque contra su territorio y ya el año pasado respondió lanzando a modo de prueba un misil balístico desde un submarino (SLBM).
Precisamente, varias imágenes captadas por satélite han mostrado en las últimas semanas intensa actividad en la base de submarinos de Sinpo (costa oriental del país), centro de desarrollo de este programa de armas del régimen norcoreano, por lo que no se descarta que Pyongyang pueda lanzar un nuevo SLBM en los próximos días.
imágenes captadas por satélite han mostrado en las últimas semanas intensa actividad en la base de submarinos de Sinpo en Corea del Norte.
El régimen de Kim Jong-un ya advirtió el domingo en un editorial de su periódico Rodong Sinmun que estas maniobras son como «echar gasolina al fuego» ante el actual ambiente de tensión.
Ulchi Freedom Guardian llega justo después de que EE.UU. y Corea del Norte escenificarán uno de las peores escaladas dialécticas de los últimos años.
A principios de agosto Corea del Norte amenazó primero con atacar EE.UU. en respuesta a las sanciones de la ONU por sus recientes lanzamientos de misiles balísticos intercontinentales, a lo que respondió con un tono inusualmente beligerante el presidente estadounidense, Donald Trump.
Pyongyang reveló entonces un plan para bombardear el entorno de la isla de Guam, que alberga importantes bases de EE.UU., aunque la semana pasada templó algo los ánimos afirmando que observaría «un poco más» los movimientos de Washington antes de atacar, en una aparente referencia a los ejercicios que empezaron hoy.
Por su parte, el presidente surcoreano, Moon Jae-in, instó hoy durante una reunión con su Gabinete a Pyongyang a no usar las maniobras como «pretexto para agravar la situación con acciones provocativas».
Moon defendió que los ejercicios tienen como objetivo mejorar la «preparación defensiva» de los aliados y que Seúl no tiene «intención alguna de elevar la tensión en la península coreana».
No lejos de la Casa Azul (la residencia presidencial surcoreana) grupos pacifistas protestaron hoy contra las maniobras.
Desde varios puntos neurálgicos de Seúl como la plaza de Gwanghwamun o la plaza del Ayuntamiento los manifestantes instaron a los aliados a dejar de realizar estos ejercicios cada año y al Norte a cesar sus continuas pruebas nucleares y de misiles.
«Corea del Norte debe entender» que el Sur y EE.UU. deben realizar estas maniobras «debido a sus continuas provocaciones», defendió hoy el presidente surcoreano, que admitió también que este tipo de simulacros bélicos mantienen «activo el círculo vicioso» en la península.
Moon insistió por otro lado en que su oferta realizada el pasado julio para que Pyongyang y Seúl mantengan conversaciones militares y para avanzar en cooperación humanitaria -una propuesta que el régimen de Kim Jong-un ha ignorado por el momento- sigue en pie.
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