Marta O. Craviotto / EFE
Las cada vez más despobladas y envejecidas áreas rurales de Japón se lanzan a la caza de jóvenes; en un esfuerzo por mantener su vitalidad, ofrecen hasta 30.000 euros por cada familia que se mude lejos de la ciudad.
La supervivencia de estas zonas está en grave peligro debido al acelerado ritmo de emigración -sobre todo de personas jóvenes- a las grandes ciudades del país, en las que vive ya el 93 por ciento de la población.
Para impedir su desaparición, la pequeña localidad de Yusuhara, situada en la prefectura de Kochi (suroeste) y a casi dos horas del aeropuerto más cercano, ofrece altas subvenciones para construir casas en el pueblo, así como alquileres a un precio casi simbólico.
«Tenemos un reto. Todos nuestros esfuerzos se centran ahora en hacer que la gente (joven) se mude aquí permanentemente. De otra manera, no seremos capaces de mantenernos a nosotros mismos», explica Mayumi Matsuyama, jefa de la sección de Planificación y Finanzas del Ayuntamiento de Yusuhara.
Rodeada de montañas, ríos y árboles -que ocupan el 90 por ciento de su superficie-, Yusuhara parece, a simple vista, una localidad más del tranquilo y vacío Japón rural.
Sin embargo, las medidas puestas en marcha por su Ayuntamiento están revirtiendo la tendencia de despoblación de las áreas rurales del país nipón, y está dejando como resultado una localidad revitalizada tras la llegada de jóvenes familias.
En dos años y medio, 92 personas han decidido establecerse en este pueblo. El objetivo es lograr que para 2020 haya una población de 4.000 habitantes -frente a los 3.690 en la actualidad-.
Sohei Ueda, 34, nació y creció en Yusuhara, pero se mudó a la ciudad de Kochi (600.000 habitantes) tras su graduación del instituto.
Ahora, Ueda, junto a su mujer y sus dos hijas, vive de nuevo en su localidad natal, gracias a los casi 4 millones de yenes (unos 33.000 euros) que ha recibido en total en subvenciones.
«Volví a Yusuhara porque nos dan muchos subsidios», explica Ueda, quien ahora trabaja en la industria de la madera.
«No tuve ningún inconveniente en volver, aunque sea una zona rural. Además, quiero criar a mis hijas libremente en esta naturaleza en lugar de en una ciudad», continúa.
Sin embargo, la opinión de Ueda no es muy compartida: en apenas 15 años (2000-2015), la proporción de población residente en áreas urbanas en Japón aumentó de un 78 por ciento a un 93 por ciento, según datos del Banco Mundial.
El «Gran Tokio», considerada la mayor área metropolitana del planeta, cuenta con 36,13 millones de habitantes, lo que supone más de una cuarta parte de todos los habitantes de Japón.
Sin embargo, Taichiro Omura afirma no echar de menos su vida en la capital nipona.
«Hay experiencias que no podía conseguir cuando vivía en la gran ciudad, (donde) siempre te sientes atacado, de alguna forma u otra. Aquí puedes utilizar esa energía extra y destinarla a otros fines. Puedes centrarla en otras cosas», afirma el compositor y músico de 35 años.
El Ayuntamiento de Yusuhara alquila casas vacías de la localidad durante un periodo de 10 años, las reforma y las pone a disposición de los nuevos inquilinos, que pagan únicamente 15.000 yenes (unos 125 euros) al mes de alquiler por la vivienda completa.
En el caso de que los nuevos residentes decidan construir su propia casa usando materiales locales, pueden recibir hasta 2 millones de yenes (16.700 euros) del Ayuntamiento, más un millón extra si el propietario tiene menos de 40 años.
Estas altas subvenciones provienen de la asignación que Yusuhara recibe del Gobierno de Japón y del Gobierno de la prefectura de Kochi para frenar la despoblación rural.
Por otra parte, además de la «huida» a las ciudades, el creciente número de personas ancianas hace más difícil que la población sea estable, debido al mayor número de defunciones que de nacimientos.
Japón es el país con mayor tasa de población anciana del mundo: el 26 por ciento de sus habitantes tiene más de 65 años, cifra que se eleva al 42 por ciento en el caso de Yusuhara.
Omura reconoce que mudarse a Yusuhara ha significado una mejora en su nivel de vida y el de su familia: «Mi hijo está ahora más sano, y no solo físicamente, sino mentalmente».
Un huerto con gallinas ha sustituido su pequeño piso en Tokio.
«Hay algo más natural en todo lo que hago», concluye con una gran sonrisa.
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