Por Jorge Barraza
“No cabe duda de que Neymar es un fenómeno, un jugador espectacular. Hace muy bien todo lo que un delantero debe hacer. Chuta bien, regatea bien, sabe tirar faltas y es veloz. Todavía no lo es, pero tiene bastantes posibilidades de ser el segundo mejor jugador de la historia de Brasil, sólo por detrás de Pelé”.
Habló Tostao e hizo ruido. Su palabra siempre genera repercusión, por ser el genio que fue, por su capacidad intelectual y sus reflexiones agudas. Y en este caso porque el crack de Belo Horizonte se jugó y puso a Neymar en un plano superior al de todos los fenómenos históricos del país de Jorge Amado: Didí, Garrincha, Jairzinho, Gerson, Rivelino, Zico, Romario, Ronaldo, Rivaldo… Incluso por encima suyo, que fue un astro con la bola. La gambeta, el pase y el toque corto del máximo ídolo del Cruzeiro fueron celestiales. Una frase acuñada en Brasil a fines de los ’70 rezaba que “las paredes entre Pelé y Tostao son la prueba de la existencia de Dios”. Acaso más sublimes que las de Pelé y Coutinho, si esto es posible.
A propósito del fallecimiento de Carlos Alberto, querido capitán del Brasil campeón de México ’70, volvimos a la biblioteca a exhumar el libro de Tostao editado en 1997 y escrito por él mismo (sin ayudas de periodistas) donde se manifiesta un magnífico relator, de elogio medido y concisión borgeana, fuerte en la opinión y alejado de toda vanidad. En 166 páginas apenas se permite un “Naquela tarde joguei muito”. Bellísima obra. En ella Tostao habla de Carlos Alberto: “No siempre el capitán es el líder del equipo. El líder es más que el capitán, es un técnico en el campo, ve los problemas durante el partido, cambia, mete una bronca, reclama. Es respetado y admirado por los compañeros. El capitán es uno sólo, pero líderes puede haber varios. Carlos Alberto era el capitán y uno de los líderes, pero el principal era Gerson”.
Con apenas 19 años Tostao fue llevado al Mundial ’66. “En un partido previo, en Suecia, me pusieron junto a Pelé. Y ya existía el cliché de que no podía jugar con O Rei. Acostumbrado a tocar de primera, yo estaba errando todos los pases. Se me acercó Gerson y con su gran inteligencia me dijo: ‘Juega a dos toques para esperar que yo llegue de atrás’. Ahí nació el trío Gerson-Tostao-Pelé”.
El mineiro narra decenas de anécdotas jugosas: “En 1968 hicimos una larga excursión por Europa sin Pelé. Perdimos el primer partido contra Alemania. El técnico era Aymoré Moreira. Como la mayoría de los DT de esa época, caía en los mismos lugares comunes, las mismas instrucciones obvias, entrenamientos ineficientes y repetidos… Nos reunimos en una pieza con Gerson y Rivelino y cambiamos el esquema por un 4-3-3. Gerson atrás, yo al medio por derecha y Rivelino por izquierda, dos puntas -Natal y Edú- y Jairzinho de centrodelantero. Ganamos casi todos los partidos dando show”.
Jugó con Garrincha en el Mundial de Inglaterra y da una visión descarnada del 7: “No conocí al Garrincha despreocupado, folclórico y sonriente. El que yo vi era un hombre tenso, preocupado por demostrar que aún era Garrincha. Estaba en el final de su carrera y vivía haciendo ejercicios para tratar de fortalecer una pierna debido a un problema de rodilla. No estaba en condiciones de jugar. Fue alineado por su nombre y porque le había dado un baile a un marcador en un juego de entrenamiento contra un equipo de fábrica en Suecia”.
Tostao debió superar la reticencia inicial hacia su figura. En la Eliminatoria para México marcó 10 goles y convenció a todos. “Los periodistas se preguntaban: ‘¿Cómo es posible que un sujeto bajito y lento, de piernas gordas pueda jugar tanto…?’”. ¡Y que hiciera tantos goles…! “El secreto es moverse antes de que la bola le llegue a uno a los pies, no esperar. Estar presente en el área en el momento justo y en el lugar justo. La bola no busca al goleador, él es el que sabe antes que los otros dónde va a ir. ¿Cómo sabe…? Sabiendo. Él sabe, aunque no sabe que sabe. Existe un saber que antecede a la compresión humana”.
Le preguntaron muchas veces por el pase genial a Pelé del que devino el gol de Jairzinho a Inglaterra. “Miré al banco y vi a Roberto calentando para entrar. Era por mí, seguro. Tenía que hacer algo. La pelota estuvo mucho por la izquierda y siempre entendí que cuando la bola está mucho en un lado queda alguien libre en el otro. Sin mirar, de media vuelta hice un cambio de frente y le cayó en los pies a Pelé, tocó a Jair y gol, ganamos 1 a 0. ¿Cómo hice…? No sé, hice. Las grandes jugadas no son elaboradas, acontecen. Luego me sacaron, pero ya había hecho algo”.
El día que conoció a Joao Saldanha, el DT lo vio muy serio y le preguntó qué le preocupaba: “Ser reserva de Pelé, porque creo que podemos jugar juntos”. Claro, el suplente de Pelé no jugaría nunca. Saldanha, con su elocuencia habitual, le garantizó: “Desde hoy usted es titular absoluto”. Luego tuvo que vencer las dudas de Zagalo porque, a raíz del accidente en su ojo, por el cual debió retirarse a los 26 años, debió permanecer seis meses inactivo, ya con el Mundial encima. Apenas quince días antes del debut fue titular en un amistoso frente a México. “No brillé, pero hice un gol y el equipo fue otro, con bellos toques de bola y jugadas de gol. Zagalo me cumplimentó y, por su mirada, tuve la certeza de que estaría entre los once”.
Con Uruguay en aquel Mundial del ’70 Brasil perdía 1-0. “Jugaban mejor, habían hecho un gol y el fantasma del ’50 renacía. Antes de terminar el primer tiempo empató Clodoaldo, pero al llegar al vestuario recibimos una gran bronca de Zagalo. Decía que el equipo estaba apático, medroso y él quería hombres en el campo. En la segunda parte nos soltamos en el campo, Uruguay ya estaba cansado y marcamos otros dos goles”.
En la final ante Italia (4-1), Eduardo Gonçalves de Andrade reconoce haber sido superado por los sentimientos: “Después del tercer gol, de Jairzinho, no pude contener la emoción y jugué todo el tiempo restante llorando”. Y fueron más de veinte minutos…
Sentencia: “El crack no es el que erra menos sino el que hace las jugadas decisivas. Tuvimos en Cruzeiro un técnico argentino, Filpo Nuñez, que había sido el creador de la Academia, el gran equipo de Palmeiras. Después del juego nos llamaba y nos decía, con mucha sabiduría: ‘¿Usted cuántos goles hizo…? ¿Cuántos pases de gol dio…? ¿Cuántos remates suyos resultaron en gol de otro…? Si no hizo nada de eso entonces no jugó nada’”.
Todo el libro es una deliciosa catarata de anécdotas, reflexiones y enseñanzas. Parafraseando a Alberto Spencer: ¡Lo que jugaba Tostao…!
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
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