Los colombianos se preparan para votar el próximo 2 de octubre en un plebiscito que cambiará la historia de su país y la historia de las negociaciones de paz.
El código de Hammurabi es una inscripción en piedra volcánica que data del siglo 18 A. de C. y que se conserva en el Museo Louvre en París. Allí están inscritas las leyes de un rey de la antigüedad que dictaminó una justicia cuneiforme, de piedra, elemental, retributiva.
Luce, entre sus leyes más justas, la “ley del talión” (tal cual, retaliación), como sacada del antiguo testamento donde no se perdona ni se ofrece la otra mejilla, sino se cobra “ojo por ojo, diente por diente” y que también es reminiscente e inspiradora de la punitiva y amedrantadora sharía.
Con la firma de la paz entre el grupo guerrillero FARC y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, el expresidente Álvaro Uribe (2002-2010) quien ha indultado a guerrilleros, liberado a criminales (Rodrigo Granda) e intentado él mismo una negociación de paz con las mismas FARC, se ha dedicado a realizar una campaña por el “no” y a promover una interpretación exclusivamente punitiva y casi revanchista de la palabra justicia.
Tan ilógico e inconsecuente como suena, hay muchos colombianos que se suscriben a esa opinión regresiva, están en desacuerdo con que haya paz en Colombia y hacen pucheros a favor de la continuación de la guerra, claro está, sin ir ellos al frente de batalla y sin restituir ellos sus botines de guerra.
Que la justicia es la víctima de la paz, éso lo debe saber cualquier persona que haya oído las palabras “armisticio” o “negociación de paz”. Porque injustas han sido todas las amnistías que ha conocido la humanidad y todos los armisticios después de tantas guerras devastadoras e injustas.
¿Acaso trajeron una resolución justa a todas las partes los Acuerdos de Dayton (1995) que detuvieron la Guerra de Bosnia? ¿Acaso ha sido posible al menos implementar los salomónicos Acuerdos de Oslo (1993) entre judíos y palestinos? Que yo recuerde no solo muchos palestinos estaban en contra, sino que esa paz motivó a un fanático judío a cometer el magnicidio contra el primer ministro israelí, uno de los firmantes. Los acuerdos de paz son en general compromisos entre las partes beligerantes que rara vez, o nunca, se ocupan de reparar a las víctimas después de haber firmado ceremoniosamente un papel.
Dolorosa como sea, si los colombianos votan por el “sí”, tendrán que enfrentarse al ejercicio humano de pedir perdón y perdonar. Y si votan por el “no”, a seguir en la inercia desalmada de sacrificar “hijo por hijo, gente por gente”…
JUSTICIA REPARATORIA, CONSTRUCTIVA, TRANSFORMATIVA
Siendo que la verdad es la primera víctima de la guerra, los acuerdos de La Habana preveen la búsqueda de la verdad. Dolorosa como sea, si los colombianos votan por el “sí”, tendrán que enfrentarse al ejercicio humano de pedir perdón y perdonar. Y si votan por el “no”, a seguir en la inercia desalmada de sacrificar “hijo por hijo, gente por gente”, a seguir llorando a más víctimas inocentes del conflicto armado más antiguo del continente.
Esta parece ser la primera vez en la historia de la humanidad en la que se negocia una paz tan completa: cese de hostilidades, desmovilización, entrega de armas, inserción a la vida civil, justicia basada en la búsqueda de la verdad, reparación a las víctimas, reconciliación, restitución de tierras, sustitución de cultivos y transformación de la economía del campo para garantizar la no repetición ni del fenómeno ni de sus secuelas.
La sustitución de los cultivos ilícitos, por ejemplo, implicaría el cese de fumigación con glifosato de los campos dando también como resultado un acuerdo de paz con el medio ambiente.
Participación ciudadana, creación de nuevas circunscripciones electorales para las comunidades no representadas por partidos políticos, reforma rural integral, diversificación de cultivos, mercadeo de los productos agrícolas, derecho a la alimentación sana y hasta el empoderamiento de la mujer campesina son temas que aparecen en las 297 páginas del texto de los acuerdos.
Detallada, compleja, casi perfecta, acordada como si fuera la constitución de un país ideal, la justicia de los Acuerdos de la Habana cambiará el concepto de negociación de paz, sentará un precedente inaudito para futuras negociaciones a nivel mundial y, de materializarse, nos alejará unos 38 siglos de la justicia retaliatoria, primigenia y primitiva del código de Hammuribe.
(*) Héctor Sierra es un escritor y docente colombiano radicado en Tokio.
* Acuerdos de La Habana en audio
* Texto completo de los Acuerdos de La Habana
* Resumen de los acuerdos en PDF
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