Se comprueba predicción hecha por Einstein hace un siglo
Una nueva forma de mirar al Universo, un descubrimiento que abre perspectivas extraordinarias, una noticia fantástica. Así se han expresado los científicos tras conocer que el proyecto LIGO ha detectado por primera vez ondas gravitacionales, un descubrimiento excepcional que tiene sabor a Premio Nobel.
Uno de los primeros en reaccionar al anuncio, hecho público en una rueda de prensa multitudinaria en Washington, fue el físico británico Stephen Hawking, para quien el descubrimiento abre la puerta a «una nueva forma de mirar al Universo».
La capacidad de detectar estas ondas, cuya existencia formuló Albert Einstein -una de las mentes privilegiadas del pasado siglo junto a Hawking-, «tiene el potencial de revolucionar la astronomía», dijo a la BBC el físico teórico, de 74 años.
«Además de probar la Teoría de la Relatividad General, podemos esperar ver agujeros negros a lo largo de la historia del Universo. Podríamos incluso ver los vestigios del Universo primordial, durante el Big Bang», gracias a las ondas gravitacionales, subrayó.
«Abrir una ventana al Universo» y «escuchar el Cosmos», son metáforas escuchadas hoy en boca de los expertos para transmitir a los legos en la materia la transcendencia del anuncio hoy del hallazgo logrado por los científicos del observatorio estadounidense de interferometría láser (LIGO), un proyecto que implica a mil científicos de universidades de 16 países.
Y desde la comunidad científica se destacaba que ahora «se comienza a ver el universo con otros ojos» ya que se confirma, en primer lugar, la existencia de las ondas y, además, la existencia de los agujeros negros, como señalaba la investigadora del italiano Instituto Nacional de Física Nuclear italiano (INFN), Pia Astone.
La detección de las ondas gravitacionales llegadas a la Tierra son el «eco» de la fusión de dos agujeros negros ocurrida a más de mil millones de años luz.
Tal es la importancia de lo sucedido el pasado 14 de septiembre, día en que se detectaron las ondas, que el director del Instituto Max Planck de Física de Hannover (norte de Alemania), Karsten Danzmann, consideró que «tiene potencial de Nobel, no hay duda».
Se trata, según Danzmann, de uno de los descubrimientos científicos más importantes en los últimos años, comparable a la determinación de la estructura del ADN.
Pero como todos los grandes avances de la ciencia, los grandes anuncios suelen ser solo el comienzo de un largo camino de potencialidades.
«Hemos tardado meses en ver que realmente eran las ondas gravitacionales. Pero lo que es verdaderamente emocionante es lo que viene después, abrimos una nueva ventana al Universo», anunció entusiasmado el director ejecutivo de LIGO, David Reitze.
Un camino en el que no estarán solos, pues durante estos años no solo LIGO ha ido a la caza de las ondas y son varios los proyectos en marcha, entre ellos unos de la Agencia Espacial Europea (ESA).
«Es una noticia fantástica para todos aquellos que estudian la gravedad y la Relatividad General. Enviamos nuestras felicitaciones más sinceras a nuestros colegas en LIGO por su espectacular resultado», señaló Paul McNamara, del proyecto Lisa Pathfinder de la ESA.
LISA es un proyecto para probar la tecnología de base de posibles futuras misiones para observar las ondas gravitacionales desde el espacio, que se espera que empiece a funcionar el próximo marzo.
La detección de las ondas gravitacionales llegadas a la Tierra son el «eco» de la fusión de dos agujeros negros ocurrida a más de mil millones de años luz, según lo explican expertos de la española Universidad de las Islas Baleares que participan en LIGO.
La investigadora principal de ese grupo español que colabora en LIGO, Alicia Sintes, confesó que ninguno de los investigadores creía que en este primer periodo de observación «se podría ver nada». «Ha sido una gran sorpresa».
Se trata de un triple descubrimiento, precisó Sintes: «Por primera vez se detectan ondas gravitacionales en la Tierra, se observa un sistema compacto de agujeros negros, y la fusión de dos de ellos».
Para explicarlo en términos sencillos, la científica recurrió a una romántica explicación: «Había dos agujeros negros que están bailando enamorados, están uno al lado del otro, y en un momento dado se besan, se funden y en este momento impresionante generan una cantidad de energía, una potencia nunca vista como la del origen del Universo, y esperamos que en el futuro veamos más agujeros negros bailando».
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