Arranca el sueño de un continente. Por Jorge Barraza

Jorge Barraza

Por Jorge Barraza*

El viejo palacio estilo art déco de Huracán levantará el martes el telón de la 57ª. edición de la Copa Libertadores. El Globo recibirá al alicaído Caracas FC, que años atrás supo eliminar a River de una Copa ganándole los dos partidos (y sin jugar en su tierra, fue 1-0 en el Monumental y 3-1 en Cúcuta). Ahora los equipos venezolanos se desangran por la pavorosa situación económica de su país. Los futbolistas de la patria de Bolívar emigran incluso a República Dominicana y a los destinos más exóticos. En cualquier parte cobran más. A continuación, el River uruguayo será local ante la ‘U’ de Chile en el Campus de Maldonado, a 135 kilómetros de Montevideo. Esto conlleva una novedad de fuste: el Centenario, escenario de la mayor cantidad de partidos en la historia de la Libertadores, quedará poco menos que en desuso para esta competencia; Nacional tiene su Parque Central y Peñarol inaugurará su moderno estadio el 27 de marzo. O sea, el legendario coliseo del Mundial del ’30 se vestirá de gala sólo para la Selección Uruguaya.


¿Qué Copa veremos…? Estará seguramente en el tono modesto de las últimas ediciones. Una buena aspiración sería alcanzar la calificación de discreto. El éxodo de futbolistas sigue siendo alarmante. Las partidas de los brasileños a China y del artillero colombiano Jefferson Duque son una muestra más: se van hasta de entidades con gran solidez monetaria como Corinthians y Atlético Nacional. A propósito: ahora se abrió un mercado que está arrasando con todo, el fútbol chino. Paga contratos de fábula y se están llevando cargamentos de sudamericanos; hablaremos de ello en una columna específica. La Libertadores se alimenta con las migas que quedan. Ningún jugador bueno de entre 22 y 30 años se queda en el continente. O están los muy jóvenes o los muy veteranos. El mejor ejemplo es Zé Roberto. El zurdo, que en julio cumplirá 42 años, es la estrella del Palmeiras. Todo dicho.

¿Quién puede ganar esta Copa…? Vale remitirse a un dato: en 56 años de disputa, sólo tres veces no estuvo en la final algún equipo argentino, brasileño o uruguayo. Esa sola enunciación refleja lo difícil que es arrebatársela a los clubes del Atlántico. Pasan los años, las décadas y con crisis o sin ella siempre son los grandes candidatos. Cabe hacer la salvedad de que los conjuntos uruguayos llevan 27 años sin conquistas y sólo una vez en todo ese tiempo (Peñarol 2011) alcanzaron la máxima instancia. Es indiscutible que, a nivel de club, los orientales perdieron terreno ante paraguayos, colombianos, chilenos y ecuatorianos. Casi siempre intervienen Nacional y Peñarol debido a la peculiar estructura de su fútbol, sin embargo sus posibilidades son escasas. En competiciones de clubes el factor económico tiene alta incidencia y Uruguay es un mercado muy pequeño que no puede retener a ningún jugador valioso. Aparece, destaca y emigra al instante. Y así no hay chances.

 


Copa Libertadores
Copa Libertadores

Boca y River emergen, una vez más, como nítidos pretendientes al trono. Con un agregado: el último título millonario incentivó aún más a Boca. Los Xeneizes son muy fuertes financieramente, apuestan todo a su séptima corona y tienen un plantel amplísimo. Un botón de muestra: llevaron a Frank Fabra, titular en la Selección Colombiana, para ser suplente. River se desarmó en relación al año anterior (se le fueron Funes Mori, que triunfa en Inglaterra, y el uruguayo Sánchez, su máxima figura). Pero es River. Y vale arrimarle unos boletos a Rosario Central, cuadro joven, ofensivo, que sueña con algo grande.

Corinthians, que era otro candidato, se desangró imprevistamente: Wagner Love fichó para el Mónaco y la columna vertebral íntegra se marchó a China: Gil, Ralf, Jadson y Renato Augusto. Embolsó 30 millones de euros el Timão, pero se desinfló. Sao Paulo FC contrató como DT a Edgardo Bauza, especialista en Libertadores, aunque tiene un equipo flaco. Atlético Mineiro apunta como el mejor brasileño, un rótulo que automáticamente lo vincula a pretensiones altas. Mantiene el mismo equipo con el que fue subcampeón en 2015. Al mismo nivel que ellos ubicaríamos a Atlético Nacional y a Independiente Santa Fe, haciendo la salvedad de que a los bogotanos se les fueron dos hombre clave: Francisco Meza (el capitán)  y Wilson Morelo (el goleador). Incorporó muchos elementos en virtud de su agenda congestionada; ahora hay que ver cómo responden, pero está en manos de un experto en esta competición como es Gerardo Pelusso. Nacional, con otro grandísimo entrenador como es Reinaldo Rueda, tiene todo para soñar. Si participa, es aspirante. El Cali es una incógnita. Para peor le tocó un grupo complicado con Boca, el Bolívar de La Paz y Racing o el Puebla.

Los elencos peruanos han actuado en los últimos años en consonancia con venezolanos y bolivianos.  Cristal deberá bailar con una fea: Peñarol, Atlético Nacional y, tal vez, Huracán.

Un escaloncito (o medio) más abajo ubicamos a Emelec, siempre muy bien conducido, ordenado, que mantiene la base del tricampeonato, con excelentes jugadores, pero que hasta el momento no se sabe si podrá contar con Miler Bolaños, un crack inmenso. Si se va (sería a España) sería una partida devastadora porque es un jugador que no tiene reemplazo. Con él puede hasta soñar con la corona. Parece insólito que Miler se quiera ir y nadie lo contrate en un momento en que hay miles de transferencias y se venden hasta los muy malos.


Liga de Quito compartirá el grupo más fuerte, parejo y atractivo junto a San Lorenzo, Gremio y el Toluca. Otra zona dura es la que comparten Nacional (Uruguay), Rosario Central, Palmeiras y, posiblemente, Universidad de Chile, si vence al River montevideano.

Los clubes venezolanos no pasan la fase de grupos desde 2009, dato que los define. Bolívar (ahora con Ruben Darío Insua al comando) es siempre el representante más calificado de Bolivia. La  Academia paceña logró llegar a semifinales en 2014, muy ponderable para un fútbol que maneja presupuestos muy bajos. Es una incógnita hasta dónde puedan llegar The Strongest y Oriente Petrolero.


Los elencos peruanos han actuado en los últimos años en consonancia con venezolanos y bolivianos.  Cristal deberá bailar con una fea: Peñarol, Atlético Nacional y, tal vez, Huracán. Clasificar ahí sería meritorio. Y Melgar saldrá al ruedo con Atlético Mineiro, Colo Colo y Guaraní (semifinalista 2015) o Independiente del Valle. Terrible.

Queda por saber qué son el Toluca o los Pumas de la UNAM. Son extraños los mexicanos, nunca quedan claras cuáles son sus prioridades. Y aún cuando armen equipos poderosos, como Tigres el año pasado, les cuesta en el mano a mano con los de acá. “No quieren que un mexicano gane la Copa”, protestan con frecuencia. La verdad es otra: nunca les dio el paño.

(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.

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