Semanario francés tendrá una tirada de tres millones de ejemplares
Carlos Abascal Peiró / EFE
El próximo número del semanario «Charlie Hebdo», que llegará el miércoles a los quioscos, reivindica el tono provocador que siempre distinguió a sus páginas mostrando de nuevo a Mahoma en su portada, una decisión que sus autores defendieron como la más coherente con la memoria de los asesinados en el atentado.
Aunque la esperada «primera» circulaba desde la noche del lunes en internet, ha sido hoy cuando, acompañado por el redactor jefe de la revista Gérard Biard y el articulista Patrick Pelloux, el dibujante Renald Luzier, «Luz», presentó un número especial cuya tirada, frente a los 60.000 habituales, rondará los tres millones de ejemplares.
«Mahomet» (Mahoma), el famoso remedo del profeta que convirtió al semanario en una diana terrorista, abrirá el nuevo «Charlie Hebdo» sosteniendo un cartel en el que puede leerse el lema que ha unido al mundo por la libertad de expresión, «Yo soy Charlie».
A modo de titular, sobre la caricatura del profeta en lágrimas que imaginó la pluma de Luz, un titular reza en letras negras: «Todo está perdonado».
Difundida desde ayer en la prensa internacional, la controvertida portada no ha sido mostrada por los medios de referencia del mundo árabe, así como por ciertas cabeceras asiáticas y africanas.
En Francia, el Consejo Francés del Culto Musulmán ha emitido un comunicado invitando a «mantener la calma», así como a evitar reacciones «emotivas o incongruentes» en aras del «respeto a la libertad de expresión».
«Nuestro Mahoma sólo es un buen hombrecillo que llora», precisó emocionado el dibujante ante cerca de medio centenar de cámaras que atestaban la sede del diario «Libération», cuya redacción acoge desde el jueves al equipo del semanario.
Es el mismo Mahoma que, a menudo presente en las páginas de la revista, motivó el incendio intencionado del periódico en 2011 y la masacre del pasado miércoles. Y pese a todo, un «simple dibujo».
«Un dibujo para mirar el mundo con distancia» porque «Charlie», recordó el dibujante, «consiste precisamente en eso, en tomar distancia». En un hombre que llora.
«Y sí yo soy ‘Charlie’, yo soy poli, yo soy judío, yo soy musulmán y también soy ateo», reivindicó.
Antes, Luz había tomado la palabra para recordar que, en su opinión, un dibujante se sirve del lápiz porque es más torpe con la palabra. Pero no era verdad.
Con voz entrecortada y en un discurso trufado de lucidez, consternación y, claro, humor, el autor de la portada del «Charlie Hebdo de los supervivientes» avisó que los dibujos, las caricaturas, no son más que una forma de «relatar un mundo complicado, absurdo».
«Pensamos que dibujar nos protegería de la ineptitud, pero no fue así», prosiguió en un silencio apenas roto por el disparador de los fotógrafos.
Junto a Luz, armado de una sonrisa, el redactor jefe Gérard Biard certificó «el futuro de ‘Charlie Hebdo'».
Según detalló Biard, el número especial, el 1.178 del semanario, se mantendrá al menos dos semanas en los quioscos, estará disponible en 25 países y, además de en francés, contará con traducciones en inglés, español, árabe, italiano y turco.
Los beneficios generados por el primer millón de ejemplares serán íntegramente destinados al semanario, que tampoco abonará los costes de distribución después de que el sector decidiese ofrecer sus servicios de forma gratuita.
«No sabemos cómo, pero ‘Charlie’ seguirá existiendo -aseguró Biart- sin interrupción, empezando a partir de mañana».
De rostro afable y reacio a tomar el micrófono, Patrick Pelloux asentía, tomaba la mano de Luz.
Éste cambió de pronto el semblante, amagó una sonrisa y, en alusión al número especial que mañana tomará las calles, prometió que, en cualquier caso, «vamos a reír».
«Este drama ha servido para que volvamos a manifestarnos, hacía mucho tiempo que no salíamos a la calle», reflexionó Luz, antes de exhortar a mantener vivo el espíritu de «Charlie», a transformarlo en periódicos, en letra impresa. Y a fin de cuentas, a transformarlo en papel.
«Volvamos a los quioscos, porque si podemos mantenerlos con vida, si podemos conservar el papel, si logramos dar vida a las ideas y los dibujos, en Francia y en todos los rincones del mundo, entonces habremos ganado», culminó.
Cuando dejó de hablar, sobre la mesa no solo lloraba la caricatura de Mahoma. Entretanto, la prensa aplaudía.