El boom del whisky en el país del sol naciente tuvo lugar durante los años setenta y ochenta.
La avalancha de premios otorgados durante la última década al whisky japonés ha encumbrado a nivel mundial a un licor que se produce en Japón desde hace noventa años, aunque sus ventas son todavía poco significativas fuera del archipiélago nipón.
Los años de rodaje en la fabricación de whisky en Japón pueden parecer una nimiedad en comparación con la experiencia de gigantes como Escocia o Irlanda, pero los expertos aseguran que el mimo y la dedicación con la que los japoneses confeccionan el licor da como resultado un producto que nada tiene que envidiar a sus precursores.
El whisky comenzó a producirse comercialmente en Japón en los años veinte de la mano de Masataka Taketsuru (1894-1979), un estudiante que se desplazó a Glasgow para instruirse en química orgánica y que, cautivado por la bebida espirituosa, terminó además estudiando el arte de la fabricación del whisky.
Nacido en el seno de una familia de Hiroshima propietaria de una empresa de «sake», a su regreso a Japón Taketsuru entró a formar parte de la compañía Suntory, donde en 1923 le encargaron la construcción de la primera destilería de whisky del país en Yamazaki, en las afueras de Kioto (oeste de Japón).
Diez años después, el considerado «padre del whisky japonés» se desvinculó de la entidad para abrir su propia destilería y fundar Nikka, la segunda mayor empresa dedicada al «single malt» de Japón, actualmente propiedad del grupo Asahi Holdings.
El boom del whisky en el país del sol naciente tuvo lugar durante los años setenta y ochenta, un auge que se vio eclipsado por la vertiginosa caída de la demanda que se produjo en los noventa y que obligó al cese de la actividad de pequeñas destilerías, y a la disminución en la producción de Suntory y Nikka.
El florecimiento del «low cost» y la posibilidad de importar whisky de Escocia, Irlanda y Estados Unidos, combinado con un aumento de los impuestos sobre el alcohol en Japón, produjeron un encarecimiento demasiado acusado del whisky japonés en comparación con sus competidores, que hizo que las exportaciones se estrellaran.
En 2003, con la presentación en sociedad al gran público de Suntory a través del personaje de Bill Murray en la película «Lost in Translation», y la obtención del premio de oro en la International Spirits Challenge (ISC) a su Yamazaki de doce años, el sector experimentó un punto de inflexión.
Aún así, la venta de este destilado con denominación de origen nipón supone hoy en día sólo el 5 % de las ventas internacionales de whisky, a pesar de ser el tercer gran productor de esta bebida a nivel mundial, según apunta la guía digital «Whisky for everyone».
La mayor parte del whisky que se elabora en Japón se distribuye dentro del país asiático, y las importaciones de este destilado suponen únicamente el 2,4 % de las bebidas espirituosas que compra al extranjero, según datos recogidos en el mes de septiembre por la asociación japonesa de importadores de vinos y bebidas espirituosas.
«El mercado de whisky actual tiene potencia porque la edad de los consumidores ha descendido y está funcionando bien», explica una portavoz de Suntory a Efe. Para fomentar el consumo entre un público más joven, añade, la empresa ha adoptado estrategias como la creación del «Kaku hai», un combinado del whisky «Kaku» con gaseosa.
El reconocimiento le dio un empujón al sector, y a lo largo de la última década los premios al «single malt» nipón se han sucedido. En 2013, Suntory ganó el premio a la Mejor destilería del año en la ISC por tercer año (tras 2010 y 2012), y este año el Taketsuru pure malt de Nikka se alzó con el galardón de oro al mejor whisky en el certamen.
Tanto es el interés que ha generado la industria dentro del propio país, que incluso la cadena de televisión japonesa NHK decidió basar su nuevo serial matinal, el de máxima audiencia, en las vidas de Taketsuru y su mujer de origen escocés, Jessie Roberta Cowan (Rita), quien se dice que siempre apoyó a su esposo.
Actualmente, ocho destilerías se encuentran activas en Japón, incluyendo la de Yamazaki y la de Chichibu, la primera nueva destilería abierta desde los años setenta e inaugurada en 2008.
El agua de las montañas de Japón y sus fríos inviernos resultan ideales para la bebida, y la ubicación de las destilerías fue expresamente escogida para que el clima y la vegetación de la zona fueran similares a las del país de las tierras altas.
«El whisky japonés tiene un sabor delicado porque se producen varios sabores en la misma destilería. Además, utilizamos cubos hechos de madera o de acero que influyen en el sabor», añade la portavoz de Suntory.
Al reputado whisky de malta escocés le ha salido un duro competidor, su deudo nipón. El «agua de vida» con denominación de origen japonés ha conseguido desbancar al rey de los destilados y coronarse como el mejor del mundo, según la edición de 2015 de la guía británica «La biblia del whisky». EFE