El oso negro, un peligroso y hambriento vecino en los suburbios de Japón

 

La mayoría de ataques se produce en la región de Tohoku


OsoTohoku,

Andrés Sánchez Braun / EFE


Las autoridades niponas están alertando del importante aumento de avistamientos de osos en zonas urbanas este año, incluida la prefectura de Tokio, después de que este mes uno de estos animales atacara a unos agricultores ante la aparente falta de sustento en los bosques.

El ataque se produjo en la prefectura de Iwate el pasado 12 de septiembre cuando un oso negro asiático, que habita en las islas de Honshu y Shikoku, se abalanzara sobre media decena de personas que trabajaban en un huerto de Hanamaki, en la prefectura de Iwate (noreste del país), provocándoles heridas de diversa gravedad.

Pocos días antes, la prefectura había emitido una alerta, la primera en ocho años, ante el aumento en el número osos negros encontrados en asentamientos urbanos.


Se desconoce el número exacto de ejemplares que viven actualmente en Japón, pero se cree que puede haber entre 10.000 y 20.000 repartidos entre estas dos islas (la subespecie de la isla de Kyushu se cree extinta mientras que en la septentrional Hokkaido habita el oso pardo, más grande y fiero).

Entre las diversas zonas donde se asientan se incluyen los Montes de Okutama, a unos treinta kilómetros del centro de Tokio.


Y aunque cada año se reportan entre 10 y 20 ataques de oso negro en Japón, normalmente solo uno o dos llegan a ser mortales.

Sin embargo, a mayor número de incursiones en zonas habitadas, más posibilidades de que se produzcan ataques, algo que las autoridades niponas temen este año.

En todo el archipiélago el número de avistamientos de osos negros cerca de zonas habitadas aumentó en un 40 por ciento interanual hasta los 2.080 casos solo en los meses de abril y mayo, según datos preliminares del Ministerio de Medio Ambiente.

El incremento ha sido especialmente notable en la región de Tohoku, que comprende seis prefecturas (entre ellas Iwate) en el noreste de la isla de Honshu, la principal de Japón, y también en la zona de Okutama, en la prefectura de Tokio.

De los poco más de 2.000 avistamientos, 941 correspondieron a Tohoku (lo que supone un 80 por ciento interanual más) y 21 a Tokio, donde desde 2009 el número máximo de casos cada año había sido de cuatro.

Expertos del Ministerio de Medio Ambiente han apuntando que el incremento de ejemplares aventurándose en áreas residenciales puede responder, por un lado, a un mayor número de oseznos nacidos el pasado año ante el mayor volumen de frutos de haya japonesa (un sustento habitual) registrado en bosques del archipiélago.

Por otra parte, la escasez de hojas -de las cuales se alimenta el oso negro en primavera y verano- provocada por las plagas de polilla gitana asiática de este año, puede haber obligado a estos plantígrados a acercarse a zonas habitadas en busca de comida.

Estos expertos incluso advierten de la posibilidad de que los encuentros con osos aumenten de cara al invierno ya que este año se prevé además una mala cosecha de bellotas, otra importante fuente de nutrientes para estos animales en otoño.

«Todas las condiciones que hacen que los osos se acerquen a los hábitats humanos se están dando este año», declaró esta semana en una entrevista con el diario Asahi el director del departamento de Biología y Fauna del Instituto de Investigación Forestal del Ministerio de Medio Ambiente, Toru Oi.

Ante esta situación, las autoridades están recomendando a los municipios cercanos a las zonas donde habitan los osos que eviten dejar fuera la basura durante mucho tiempo, especialmente si contiene restos de comida.

A los senderistas se les está pidiendo que tengan especial precaución y que porten siempre campanillas para alertar a los osos de la presencia humana y evitar así sus agresivas reacciones de sorpresa.

Con estos consejos, se esperan minimizar los potenciales ataques y evitar las cifras del nefasto 2006.

Ese año hubo más de 150 ataques (tres de ellos mortales) y 5.185 osos, un número récord, fueron «capturados» (la mayoría abatidos con escopeta), lo que no ayuda a una especie clasificada como «vulnerable» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza debido al impacto de la actividad humana en sus hábitats.

 

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