Es entendible que el fútbol de un país que tiene 1.000 ó 1.200 futbolistas en el exterior decaiga en su calidad. como Brasil o Argentina.
Un Botafogo ordinario, impotente, cayó el miércoles como local en un colorido -y nutrido- Maracaná por 1-0 frente al laborioso Unión Española, una homiguita que, juntando hojita sobre hojita, ya tiene los 9 puntitos que lo clasifican a octavos de final de la Copa Libertadores. Con esa de Botafogo ya suman 10 las derrotas de los clubes brasileños en la presente edición, una cifra muy alta considerando que apenas se ha disputado el 66,55% de los partidos. Como decíamos hace unos días, actualmente son más ganables.
Ya el año pasado los equipos de Brasil habían sucumbido en 16 ocasiones, lo cual es mucho dado su poderío histórico. No era común que perdieran. Lo mismo sucede con los argentinos y uruguayos. Los tres dominaban casi a placer el cielo de Sudamérica. Y aún conquistan la mayoría de los títulos (suman 47 de las 54 coronas), aunque ahora les toca perder contra cualquiera, en casa o afuera.
Esto coincide con las críticas pertinaces a lo mal que están el fútbol argentino y brasileño (ni hablar del uruguayo), a nivel local. Sobre todo, a lo feo que se juega del lado del Atlántico. Claro, hay razones muy atendibles.
Brasil y Argentina siguen siendo los principales proveedores de futbolistas del mundo, ambos tienen siempre, entre 900 y 1.200 futbolistas actuando en el resto del mundo; Uruguay, con una población de 3,2 millones de habitantes, va detrás, pero, proporcionalmente, es muy alto su número de emigrados. Argentina comenzó a exportar en 1910 (puede que un año o dos antes) cuando los hermanos mendocinos Francisco, Benito, Eugenio y Julio Mosso llegaron al Torino; y durante 90 años fue el número uno en ese rubro. Ahora comparte la vanguardia con Brasil. Es entendible que el fútbol de un país que tiene 1.000 ó 1.200 futbolistas en el exterior decaiga en su calidad. Si volcáramos todos los futbolistas brasileños y argentinos sobre sus ligas de origen, el atractivo del juego mejoraría, sin duda.
Cualquier fútbol del mundo al que se le vayan sus 1.000 mejores jugadores (y en el caso de Argentina, 50 ó 60 técnicos) no podría seguir funcionando, cerrarían. Brasil y Argentina siguen.
Todos los demás países americanos -salvo Colombia- tienen una mínima cuota de exportados a Europa (Ecuador suma 4: Antonio Valencia, Christian Noboa, Renato Ibarra y Cristian Ramírez) y a otros mercados. Es absolutamente lógico que aprovechen la sangría de brasileños, argentinos y uruguayos y puedan ganarle ahora algunos partidos en la Libertadores.
Un dato interesante y revelador: sólo en los octavos de final de la actual Champions League, partidos que se jugaron martes y miércoles último, había 23 futbolistas brasileños, 6 de Paris Saint Germain (Alex, Thiago Silva, Lucas Moura, Thiago Motta, Maxwell y Marquinhos), 4 en Chelsea (Ramires, Oscar, Willian y David Luiz), 4 en Atlético de Madrid (Diego Ribas, Diego Costa, Miranda y Filipe Luis), 3 en Barcelona (Neymar, Adriano y Dani Alves), 3 en Real Madrid (Marcelo, Pepe y Casemiro), 2 en Bayern Munich (Rafinha y Dante) y uno en Manchester United (Rafael). El único que no cuenta con ellos es Borussia Dortmund.
Si devolviéramos apenas esos 23 sobre el campeonato brasileño ¿no mejoraría el torneo…? ¿no sería más lucido el juego…? Se fustiga mucho a las ligas sudamericanas y se alaba en la misma proporción el juego en España. Ahora bien: ¿que pasaría si tomáramos los mil mejores futbolistas españoles y los disemináramos en otras ligas…? ¿Seguiría siendo tan bonito el campeonato español… serían tan poderosos sus equipos…? ¿Qué pasaría si además les quitáramos todos los extranjeros que allí juegan…?
Echemos una ojeada a lo que sucede en la siempre ponderada liga inglesa. De los 507 futbolistas que actúan en la Premier League, 347 (64,8%) son extranjeros. Eso en la Premier; en la First Division (Segunda) hay otra parva: 203. O sea, 550 actores extranjeros sostienen el espectáculo del fútbol inglés.
En la Bundesliga, de 506 profesionales, 233 (46%) son foráneos. Y en Italia suman 300 sobre 544 (55,1%). Así pasa en Francia, España, Portugal, Grecia, Bélgica, Suiza, Rusia, Japón, China, Corea del Sur, México, Estados Unidos… Pero también van futbolistas a los países árabes, a mercados impensados como Vietnam, Malasia, Ucrania, Georgia, Azerbaiján, Uzbekistán, que antes jugaban entre ellos.
Esto demuestra que la afirmación de que es una maravilla el fútbol inglés, que es poderoso el fútbol alemán o español, es bastante vidriosa. Son espectaculares sus ligas, porque están plagadas de figuras foráneas. Si se quedaran sólo con los nacionales, y aún si tuvieran que exportar a estos por razones económicas, se verían mucho más discretas -y famélicas- que las de Argentina o Brasil.
La diferencia la hacen las economías de un continente y, lo más importante, la forma de pensar el fútbol: acá se arma un equipo, se compite y punto; allá se elabora un producto sofisticado y se lo vende al mundo en una lata preciosa como las de esas galletas danesas. Los ingresos son cien veces superiores y por eso pueden contratar a los mejores, que les otorgan poderío y fama, y con eso explotan más el negocio; es una cadena. El juego Barcelona 1 – Atlético de Madrid 1 del martes último fue el de las entradas más onerosas: costaban 128 dólares la más barata y 338 la más cara. Se vendieron 79.941 boletos, por lo que hubo una taquilla estimada en 15 millones de dólares. Y no fue tanta gente: el Campo Nou puede albergar a 98.787 espectadores.
Pese a todas nuestras carencias, el domingo anterior vimos cómo River venció a Boca en La Bombonera 2 a 1 en un choque de vibración excepcional, a velocidad de asombro y con algunos gestos técnicos antológicos. Ah, y con los dos atacándose sin parar del minuto 1 al 95. Un partido excelente, en 2014, en 1940 o en cualquier época. Eso, aunque no se juega bien hoy en la Argentina.
Pese a todo, los clubes brasileños han ganado las últimas cuatro Libertadores. Es un mérito excepcional.
* Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol. Columnista de International Press.
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