Por Jorge Barraza*
Puede jugar al ataque o de contra, por izquierda o por derecha, acompañado o de Llanero solitario, de punta o tirado atrás, de nueve-nueve o abierto, al toque o al pelotazo. Da lo mismo, igual será la figura de su equipo, la pesadilla del rival. El técnico apenas debe indicarle “vos jugá adelante”, como decíamos de chicos en el campito del barrio.
La bola le puede llegar de aire o al ras; estar marcado por uno o por tres. Luis Suárez sabrá cómo bajarla, dominarla, generarse un espacio y encarar. Y habrá de salir airoso de la gambeta o de la escaramuza. Porque esa fricción con los zagueros que a otros los damnifica, a Suárez lo alimenta, lo enaltece.
La gran estrella de la reciente Copa América -poco marketinero- plantea una bella discusión: ¿es uno de los cinco mejores delanteros del mundo…? ¿Cuáles son los otros cuatro…? ¿Quién juega más que Luis Suárez…?
Ocurrió un hecho notable al final del juego Uruguay-Paraguay. Se pasó un papelito para que los periodistas (900 presentes) votaran al mejor futbolista de la Copa América 2011. No hubo un voto en contra. Nunca tan unánime, tan clara una elección.
Ayer deslumbró en el Liverpool frente al Bolton, aún sin marcar goles. No necesita la red para mostrar su extenso repertorio. Por sus venas corre un extracto de fútbol. Todo está concentrado en él, es jugo de fútbol cien por ciento natural, la gambeta hacia adelante, el pase gol, el dominio con el pecho, con el pie, la definición ante el arquero (ahí se ven los grandes, cuando deben resolver mano a mano). El coraje para guapear ante defensas fuertes, la técnica para darle soporte a la idea, el físico para aguantar (1,81 y cerca de 80 kilos). Y la picardía… Esa astucia que nace con el personaje y se desarrolla en el potrero, en la calle, en el picadito de la escuela, a la hora del recreo, jugando con una pelotita de papel. Ningún maestro de inferiores puede crear un Luis Suárez. Del vientre se sale así. Ningún jugador europeo, asiático o africano podrá ser como él. Esa semilla germina sólo en América Latina, florece en la esquina, se empacha de sol y se emborracha de lluvia.
Estamos frente a un jugador de cualquier época. Ya está instalado al lado de Schiaffino, de Gigghia, de Scarone, de Pedro Rocha, de Morena, de Francescoli, de Alzamendi… Y apenas tiene 24 años. Con 18 fresquitos debutó en la Primera de Nacional ante el Junior de Barranquilla por la Libertadores. Tras apenas 27 partidos y 12 goles se lo llevó el Groningen, de Holanda, por un milloncito de dólares (en Nacional deben querer cortarse las venas con una Gillette oxidada).
Después de una temporada (37 juegos, 15 anotaciones), lo captó el Ajax por 7,5 millones de euros. Allí explotó el fabuloso jugador que es y en cuatro años marcó 111 goles en 159 salidas al campo. En enero de este año pasó al Liverpool por 26,5 millones de euros. Los hinchas ingleses lloraban la partida del Niño Fernando Torres y les trajeron a Luis Suárez. No tienen ni una remota idea del fantástico negocio que hicieron.
No supieron verlo ni el Real Madrid (gastó 30 millones en Fabio Coentrao, un correcto lateral-volante por izquierda), ni el Barcelona (invirtió casi 50 millones en Alexis Sánchez, que está muy por debajo del uruguayo). No queda más que imaginar las cosas que Suárez podría haber hecho con Messi. Pero Liverpool no ha de ser el último puerto de desembarque, seguro habrá otra transferencia hipermillonaria para el muchacho de Salto, al que la vida le está devolviendo todas las sonrisas que le arrebató de niño.
Prefiere no hablar de su infancia. Se entiende, el padre abandonó a la esposa y sus siete hijos. Lo demás no es difícil adivinarlo: pobreza extrema, descuido, carencias afectivas, calle en exceso. A los 14 años los desbordes pusieron en peligro al futbolista que llevaba dentro. Pero se encarriló y hoy es este presente extraordinario, este esposo y papá feliz, este muchacho sonriente que entra al campo con la roja del Liverpool y da clases magistrales de jugar a la pelota, de poner el cuerpo, de amagar para allá y arrancar para acá.
Para Brasil 2014, Luisito será Luis, pero apenas tendrá 27 años. Podrá repetir y aumentar su magnífica demostración de Sudáfrica 2010.
Hace diez días, el Círculo de Periodistas Deportivos del Uruguay lo premió con él Charrúa de Oro. En su caso, más que una estatuilla le dieron un apodo: el charrúa de oro es él.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.
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