Por Jorge Barraza*
“El fútbol se ha emparejado totalmente”. Esta es, seguro, la frase más escuchada en los últimos veinte años en cada audición deportiva, en cualquier programa de TV y leída en todas las páginas de los diarios y revistas. Y es rotundamente cierta. Antiguamente se enfrentaba a Venezuela con la certeza de que se le ganaría y hasta se lo golearía; sólo había que adivinar por cuánto. Lo mismo acontecía, aunque en menor medida, con Bolivia, Ecuador, acaso Colombia; Perú tenía más nivel… Así era en Sudamérica. El escenario cambió. Hoy, como dice Cafú, el recordado lateral brasileño, “hasta Venezuela te puede tumbar en una Eliminatoria”.
Los países menos exitosos en fútbol evolucionaron, se desarrollaron en infraestructura, mejoraron en organización, preparación, técnica, táctica, incluso en mentalidad, se beneficiaron de la globalización informativa, de la transferencia de conocimientos y se acercaron a las potencias tradicionales. Nivelaron su juego con el de los grandes.
En el último Sudamericano Sub-20, Brasil venció ajustadamente a Bolivia 2 a 1, empató con Paraguay 1-1, venció a Chile 2-0, cayó con Uruguay 2-3. Apenas doblegó a Colombia en el último juego 2-1. Todos resultados exiguos. Pero fue campeón. He aquí el nudo gordiano de la cuestión. Con menos holgura, sin tanto lucimiento, los títulos siguen en las mismas manos.
Acaba de comenzar en Perú un nuevo torneo Juventud de América. Y se nos ocurre mirar el historial de esta categoría, la Sub-20: Brasil 10 veces campeón, Uruguay 7, Argentina 4 (aunque con 6 Mundiales ganados). A lo largo de 57 años y 24 ediciones, Paraguay rescató un título (en 1971) y Colombia, haciendo valer su condición de local, sumó dos (1987 y 2005).
La semana próxima comienza una nueva Libertadores. Vemos el cuadro de ganadores y acontece algo similar: de 51 coronas, 22 fueron para Argentina, 14 ganó Brasil, 8 Uruguay, 3 Paraguay, 2 Colombia, 1 Chile y Ecuador.
En Copa América, 14 lauros de Argentina, 14 de Uruguay, 8 de Brasil… Vamos a la Copa Sudamericana y el predominio es idéntico: 5 conquistas de argentinos y una de brasileños sobre 9 ediciones. El cuadro se repite en Sub-17, en Sub-15, en las clasificaciones a los Mundiales, a los Juegos Olímpicos.
Es decir: los de abajo se acercaron en juego, pero rara vez les alcanza para subir al punto más alto del podio. Entonces asoma la palabra fracaso. “Si no clasificamos a los Juegos Olímpicos es una frustración”, coinciden en Colombia. Perú arrancó perdiendo en su casa con Chile en este flamante Sub-20 y ardió Troya. Quisieron agredir a jugadores y dirigentes. Chile, cuando se vaya Bielsa, si cae derrotado en la Eliminatoria puede vivir un suceso similar. Otro tanto ocurriría en Colombia si pasa otro Mundial sin asistir.
Los de abajo crecieron y le complican la vida a los de arriba; y eso los hace soñar con títulos, pero hasta ahí no llegan. Entonces nace la insatisfacción y se generan sus propias crisis.
“Bolillo” Gómez nos dejó años atrás una frase interesante: “A nosotros nos cuesta un partido darnos cuenta de lo que hacemos mal. Brasileños y argentinos corrigen sus errores en lo que va de un primer tiempo al segundo. Es la ventaja que nos llevan todavía”.
En 2016, dentro de cinco años, se habrá cumplido un siglo de competiciones internacionales en América del Sur. Y el panorama no ha variado: ganan los mismos de siempre. Apenas Uruguay ha declinado por dos razones muy concretas: 1) Es el único país sin crecimiento demográfico: sigue con sus tres millones de habitantes desde hace décadas. 2) Económicamente es un mercado tan pequeño que funciona casi en exclusiva como exportador. Aun así, mantiene su fuerza competitiva a nivel de selecciones.
Un reflejo casi perfecto de este cuadro son las figuras que surgen de cada país. Todos mandan jugadores al exterior (no en la cantidad de argentinos, brasileños o uruguayos), no obstante quienes van a los máximos clubes europeos, los que se transforman en estrellas en el gran escenario internacional, son de los mismos países que ganan los títulos. Acaso esto sea también una explicación.
Arrancó el Juventud de América en Perú y ya hay dos promesas de luminaria grande: Neymar, de Brasil, e Iturbe, de Argentina. Es la realidad. Se emparejó el juego, no el dominio. Y en ello radica el desafío de los que se encolumnan detrás: romper la hegemonía.
*Ex articulista de “El Gráfico” y Director de la revista Conmebol. (c)International Press
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