Jorge Barraza: Desafío 2011, retener a los cracks

Jorge Barraza
Jorge Barraza

Iniciamos el año preguntándonos por qué un futbolista apenas correcto como Andrés D’Alessandro, que a su vez tuvo una temporada discreta, podía ser electo “Futbolista de América 2010”. ¿Cómo así…? Tiene que haber una opción superior, pensamos. Nos contesta la realidad: es lo que hay. Pero, ¿cómo…? este es el continente de Messi, Agüero, Forlán, Kaká, Ronaldinho, insistimos. Sí, pero ellos juegan en Europa, vuelve a responder con crudeza la verdad.

Una puntillosa investigación del diario El Observador, de Montevideo, revela que en 2010 fueron transferidos 110 futbolistas uruguayos al exterior. No parece un guarismo impactante, pero alcanza niveles casi dramáticos si se agrega que, desde el año 2000, se marcharon 1.414 jugadores con destinos diversos. Equivale a 128 equipos completos. Esto, en una pequeña nación de 3 millones de habitantes y con sólo 46.000 futbolistas federados, contando desde quien juega en Peñarol o Nacional hasta el último infantil de una liga departamental.


Que el torneo uruguayo siga funcionando es una epopeya. Y que ese fútbol haya sido cuarto en el Mundial (pudo haber jugado la final en lugar de Holanda de no ser por un arbitraje deficiente), suena homérico.

No sería justo exigirle a Danubio, a Rampla Juniors, a Wanderers, que sean un ballet como el Barcelona. Aunque sí estamos seguros de que si un club uruguayo debiera enfrentar al mejor equipo del mundo, sólo por una cuestión de carácter, le haría frente. Ahí el mérito.

En los ‘60, cuando Peñarol era Peñarol, cuando goleaba al Benfica o le ganaba los dos partidos intercontinentales al Real Madrid de Amancio y Gento, los futbolistas permanecían añares en el club: Spencer estuvo 11 temporadas, Juan Joya 9, Tito Goncálvez y Abbadie 14 (este en dos períodos), el gran Mazurkiewicz 6, Pablo Forlán 7. Roque Máspoli, el técnico, dispuso de todo el tiempo del mundo para armar aquella maquinaria del ’66. Cuando cada engranaje estuvo en el punto justo, ganó todo y entró en la leyenda.
Un informe de una consultora europea apunta que en el fenecido 2010 Argentina exportó 2.204 futbolistas, siendo el primero en este rubro. Lo siguió Brasil con 1.674. Las cifras están lejos de enorgullecer, el fútbol interno de ambos está resentido por semejante desguace. Nadie puede mantener un nivel competitivo alto si sus dos mil mejores jugadores se marchan. Se violentan los tiempos. Por un lado, los juveniles no alcanzan a madurar pues ya deben subir a Primera a reemplazar a quienes se van; por el otro, cuando un entrenador ha logrado más o menos un funcionamiento en su equipo, se marchan las dos o tres piezas clave y se derrumba todo. Y si le es difícil a Mourinho lograr una armonía con las herramientas que tiene en el Real Madrid… ¡Qué queda para los competentes aunque modestos técnicos sudamericanos…!


Preguntémosle a Guardiola qué sería del Barcelona si le sacan a Messi o a Xavi. Ni siquiera a los dos juntos, sólo a uno de ellos. Mourinho no podrá contar por seis meses con Higuaín y llora en cuanto rincón encuentra. Y eso que tiene un plantel valuado en 517 millones de euros. Ralf Rangnick, técnico del Hoffenheim de Alemania, renunció la semana pasada porque el club acordó transferir al volante brasileño Luiz Gustavo al Bayern Munich.

El fútbol continental encara otro año en el que asume un papel de mero productor de materia prima. Amargo rol. Revertirlo es el desafío que debería imponerse. Retener los cracks es el primer paso. Para formar grandes escuadras, como antes. La siempre crítica economía de nuestros países es un escollo duro e insoslayable, pero hay que generar fórmulas que permitan recuperar el máximo nivel también en el plano de los clubes. Las selecciones son otra realidad y en ella estamos bien, pero el fútbol clubista es el que se ve todos los días.

La pregunta que surge es: si Brasil desplazó a España como la octava economía del mundo, ¿por qué entidades como Villarreal, Valencia, Zaragoza, Málaga, siguen seduciendo económicamente y llevándose jugadores del Cruzeiro, San Pablo, Palmeiras, etcétera…? Si Flamengo tiene un activo de 34 millones de torcedores, ¿qué le impide retener a una figura si de dinero se trata?


Lo ilógico, hasta insólito, es que, también en los torneos de clubes, los países del Atlántico sigan dominando el escenario continental. Esto no habla muy bien del resto de los países. Naturalmente, brasileños y argentinos han perdido poderío y cada vez les cuesta un poco más imponerse en la Libertadores o en la Sudamericana, pero todavía lo siguen haciendo. Ya no ganan por goleada, les cuesta vencer incluso de locales, pero aún diezmados, finalmente logran el objetivo. El 25 comienza una nueva Libertadores; con lo que les quede, brasileños y argentinos intentarán conquistarla. Por simple deseo ya son favoritos. ¿Y los otros…? ¿Qué hay de chilenos, colombianos, peruanos…?

Sudamérica sigue siendo el más prolífico semillero del mundo, es hora de disfrutarlo generando nuevas formulas de conducción, de marketing. Vivimos ansiando que asome una estrella en nuestro club. Y apenas aparece, comenzamos a rogar para que no se vaya. Con cada gol de Forlán y Agüero en el Atlético de Madrid arremete la nostalgia en los hinchas de Independiente. ¿Por qué debe ser eternamente así…?


Es hora de empezar a cambiar este pobre destino. Debería ser el gran desafío del 2011.

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