Javier Arévalo: Arte para no morirnos de hambre

Javier Arévalo

Solo la ignorancia puede crear un clima en el que practicar el arte sea una forma de desperdiciar una vida, dice el escritor y periodista peruano.

Ninguna obra del magnífico Miguel Angel, que pintó la Capilla Sixtina, fue realizada sin que de por medio hubiese un contrato. Por el contrario, todos los cuadros que pintó Vincent Van Gogh fueron el resultado de su pura necesidad de expresarse, sin que mediara transacción alguna. Es más, en vida jamás pudo acceder al reconocimiento de su trabajo que llevaría, muchos años después, a que por un cuadro suyo alguien pagara 50 millones de dólares. Le hubiera caído bien el billete: cuando Vang Gogh vivía pedía café y pan a crédito.


Mi hijo es músico. En las primeras clases de la universidad, una profesora pidió que escribieran tres frases, dos debían ser falsas. Luego las leían en voz alta, y los alumnos debían identificar cuál era la única frase verdadera. Mi hijo escribió “cuando decidí ser músico, mi familia se opuso” y luego añadió dos frases más.

Era un salón repleto de adolescentes, que hacían sus primeros cursos generales. Los chicos pertenecían a diferentes carreras. La gran mayoría identificó esta frase como la verdadera. Mi hijo no se sorprendió, solo confirmaba la mala actitud que existe entre los adultos peruanos, replicada en la mente de sus hijos, hacia el cultivo de las artes.

La idea de que un pintor, un músico, un actor, se van a morir de hambre a lo mejor viene de la mítica imagen creada por artistas como Vang Gogh o Edgar Allan Poe: uno era esquizofrénico, el otro alcohólico, sus vidas algo desgraciadas, salvadas solo por el arte que les dio felicidad, no fueron destruidas por la práctica de ese arte, sino por la enfermedad con la que convivían.


La verdad es que resulta extraño que en el Perú se asocie el arte a la pobreza, cuando hay ejemplos de artistas muy ricos que no solo tienen cuentas bancarias abultadas sino el cariño y el aprecio de la gente, que quizá sea a la larga lo más valioso. 

Szyszlo, Tola, Chávez, Tokeshi, son algunos de los artistas plásticos peruanos cuya obra es reconocida por coleccionistas y la crítica que viven de su trabajo, y viven bien. Escritores como Vargas Llosa o Bryce viajan por el mundo gracias a su obra. Músicos como Gian Marco o Tania Libertad disfrutan su prestigio. 

Lo maravilloso del arte es que la riqueza que crea no solo se traduce en cuentas bancarias. Quienes gozamos del arte, entendemos que nos enriquecemos más cada vez que un creador nos entrega su trabajo. Es el arte el que nos habla de Grecia o Roma, de los Egipcios o de los Incas. La vida sin arte es inconcebible. 


Solo la ignorancia puede crear un clima en el que practicarlo es una forma de desperdiciar una vida. Niños brillantes que dibujan, cantan, bailan, escriben, existen por miles en las escuelas, tenemos que promoverlos, apoyarlos, incitarlos si queremos gozar de un país solo conocido por las ruinas de naciones que desaparecieron. Si queremos ser una nación contemporánea de todos los hombres.


*Escritor y periodista peruano

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