China ha comenzado a jugar abiertamente la denominada «Carta Okinawa», una intensa campaña de propaganda destinada a sembrar la división entre la isla y el Japón continental. La ofensiva se basa en promover la idea de que existe un «problema de soberanía» en la prefectura, utilizando como herramienta las tesis de la «independencia de Ryukyu» y la supuesta existencia de un pueblo «indígena» okinawense.
La principal motivación de esta injerencia parece ser desestabilizar la región como respuesta a la declaración de la primera ministra Takaichi sobre una posible contingencia en Taiwán. Al exacerbar la división, China busca intensificar la oposición local a las bases de las Fuerzas de Autodefensa de Japón (JSDF) y del ejército estadounidense, fundamentales para la seguridad regional.
LA TESIS DE LA «AUTODETERMINACIÓN» EN LA ONU
El gobierno japonés solo reconoce al pueblo Ainu como indígena. Sin embargo, en Okinawa existe un pequeño número de activistas e investigadores que abogan por la «independencia de Ryukyu» y denuncian la violación de sus derechos de autodeterminación.
El profesor asociado senior Junjiro Shida de la Universidad Meio, con base en Nago, señala que China ha estado consolidando su argumento a través de «intercambios académicos» con estos activistas okinawenses. Este trabajo de base ha tenido eco internacional: desde 2008, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de la ONU ha emitido repetidas recomendaciones basadas en las afirmaciones de estos grupos, instando a Japón a reconocer a los okinawenses como pueblo indígena.
La escalada alcanzó un punto crítico en octubre de este año, cuando el embajador adjunto de China ante la ONU criticó directamente al gobierno japonés durante la Tercera Comisión de la Asamblea General (Derechos Humanos), acusándolo de mantener prejuicios y discriminación contra los «pueblos indígenas como los okinawenses».
LOS DATOS DESESTIMAN LA DIVISIÓN
Esta presión china ha comenzado a tener efectos directos, como la reciente cancelación del atraque de un crucero de una empresa estatal china en la isla de Miyakojima. Los medios locales, como el Ryukyu Shinpo, expresan preocupación por el «sombra» que esta autocensura de viajes y la inestabilidad proyectan sobre la economía local.
Sin embargo, los datos desmienten la narrativa de la división. La gran mayoría de los residentes de la prefectura no se autoidentifican como indígenas. Una encuesta de Kyodo News reveló que el 94% de los ciudadanos de Okinawa están contentos con la reintegración de la isla a Japón. Aunque el apoyo a la independencia es insignificante, con apenas un 3% a 5% de apoyo en varias encuestas, sí existe un fuerte apoyo (entre el 42% y el 51%) para que Okinawa obtenga una mayor autonomía dentro de la estructura estatal japonesa.
Citado por el diario sankei, el periodista okinawense Nakamura Satoru advierte que el objetivo final de China es la retirada de las bases militares estadounidenses a través de la explotación de la retórica de los derechos indígenas. Nakamura insta al gobernador Denny Tamaki a emitir una declaración clara que afirme que los Uchinānchu (okinawenses) son japoneses, para evitar caer en la «trampa de China». (RI/AG/IP/)
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