
Ocho décadas después de la evacuación masiva durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno japonés ha comenzado a delinear un plan de retirada civil desde las islas remotas de Okinawa, evocando lo que muchos describen como un inquietante déjà vu. En medio del aumento de tensiones regionales y ante un posible conflicto en Taiwán, se prepara la evacuación de hasta 120.000 residentes de las islas Miyako y Yaeyama hacia Kyushu y Yamaguchi, en caso de un escenario bélico.
Este esfuerzo se inscribe en la estrategia nacional para reforzar la defensa del suroeste del archipiélago, a lo largo de la llamada «primera cadena de islas», mientras se acelera la construcción de una red de misiles y la presencia militar en la región.
VUELOS, BARCOS Y ALOJAMIENTOS
En septiembre de 2024, empleados municipales de Ishigaki participaron en un simulacro de evacuación aérea desde el nuevo aeropuerto de la ciudad, en un ejercicio que rememoró la evacuación forzosa previa a la Batalla de Okinawa. Aunque oficialmente se trata de un plan de protección civil, la similitud con los movimientos previos a la guerra despierta preocupación entre la población local.
El plan prevé movilizar hasta 20.000 personas por día durante seis jornadas utilizando vuelos y barcos, con alojamiento previsto para unas 360.000 personas en total. La operación incluirá una combinación de viviendas públicas y hoteles en las prefecturas receptoras.
BASES Y ARMAMENTO DE DISUASIÓN
En paralelo, la arquitectura militar japonesa continúa ampliándose en el sur. Desde la apertura del cuartel de las Fuerzas de Autodefensa en Yonaguni en 2016 hasta la reciente inauguración de la base de Ishigaki en 2023, el Ministerio de Defensa ha cubierto todos los “vacíos operativos” en la cadena de islas. A esto se suma la instalación de nuevas unidades de misiles tierra-mar y tierra-aire, incluyendo una planeada en la isla de Okinawa, donde no existía previamente.
El armamento desplegado incluye los misiles guiados de tipo 12, actualmente en proceso de ampliación de su alcance para convertirlos en armas de ataque a larga distancia. Aunque oficialmente se enmarcan dentro de una capacidad defensiva «stand-off», su potencial ofensivo suscita inquietud en las comunidades isleñas.
También se ha intensificado la infraestructura para uso militar: aeropuertos, puertos y —desde diciembre pasado— carreteras, han sido designadas como “instalaciones de uso especial”. Esta transformación apunta a facilitar la movilidad militar, tanto para las Fuerzas de Autodefensa como para la Guardia Costera.
LA SENSACIÓN DE LOS SIMULACROS
La creciente presencia militar y los simulacros de evacuación generan una sensación generalizada de que Japón está ascendiendo paso a paso una escalera hacia el conflicto, amparado en el discurso de la protección civil. Para muchos en Okinawa, esto no es solo una estrategia de defensa: es un eco doloroso del pasado.
La expansión de la presencia militar también preocupa al gobernador de Okinawa, Denny Tamaki, quien ha exigido al gobierno central que la reorganización de las tropas japonesas se acompañe de una reducción real de las bases militares estadounidenses en la isla.
Desde el regreso de Okinawa a la administración japonesa, las instalaciones de las Fuerzas de Autodefensa han aumentado de 3 a 57, abarcando ahora más de 800 hectáreas. Las perspectivas para los próximos años incluyen la creación de nuevas bases logísticas y la instalación de radares en islas remotas, consolidando a Okinawa como una región de alta densidad militar.
A 80 años de la guerra del Pacífico, la sensación de estar nuevamente al borde del conflicto vuelve a instalarse en el sur de Japón. (RI/AG/IP/)
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