El niño japonés que hizo 1.500 dibujos en un mes: TDAH y talento excepcional

Una de las impresionantes ilustraciones de Shoya en su cuenta en X

Apenas unas semanas después de ingresar a la escuela primaria, Shoya Nakanishi, un niño japonés de 9 años, comenzó a decir que se sentía “agotado”. La rutina escolar y los problemas para adaptarse lo llevaron a rechazar la idea de asistir a clases, tal como le había sucedido en la educación preescolar, narró Mainichi Shimbun. Para sus padres, la situación no era una sorpresa, pues desde que era un bebé habían notado que su desarrollo no seguía el patrón convencional.

Lo que en un principio parecía ser solo un problema de adaptación terminó revelando una condición excepcional: Shoya no solo tenía trastornos del neurodesarrollo, sino que también era un niño superdotado con un talento innato para el arte.


SIGNOS DE UNA MENTE DIFERENTE

Desde los tres meses de edad, sus padres notaron graves problemas de sueño. No importaba cuánto lo mecieran o intentaran calmarlo, Shoya simplemente no dormía. Desesperados, adoptaron la rutina de llevarlo en el automóvil durante más de una hora cada noche con la esperanza de que se durmiera en la silla del coche. A los 12 meses, dejó de hacer siestas durante el día.

Conforme crecía, sus emociones se volvían intensas y desbordadas. Cuando se sentía frustrado o triste, mordía o arañaba a sus padres con tal fuerza que sus manos estaban constantemente llenas de marcas y cicatrices. En público, Shoya era incontrolable. En los trenes, no importaba cuántas veces sus padres intentaran detenerlo, el niño se levantaba y corría por los pasillos.


También mostró una obsesión extrema por los insectos y reptiles. Cuando salía a atrapar insectos con su abuelo, podía pasar horas enteras buscando una especie en particular sin descanso, incluso cuando caía la noche y todos estaban agotados.

En la educación preescolar, sus conductas obsesivas se hicieron aún más evidentes. Un día, cuando la actividad favorita de los niños era jugar en las barras para escalar, Shoya se propuso cruzarlas de un extremo a otro sin caerse. No importaba cuántas veces lo intentara, no se detenía. A pesar de que sus manos sangraban por las ampollas reventadas, siguió practicando hasta lograrlo.


En casa, su madre comenzó a investigar sobre trastornos del neurodesarrollo y encontró información sobre el insomnio, la hiperfocalización y la conducta obsesiva en niños con autismo y TDAH.

EL DIAGNÓSTICO: AUTISMO Y TDAH


A los 4 años, sus maestros en la guardería sugirieron que se sometiera a un examen de desarrollo. El resultado fue claro: Shoya tenía autismo (TEA) y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

“Sabíamos que algo pasaba, pero recibir un diagnóstico fue un alivio más que un impacto. Finalmente, teníamos respuestas”, recuerda su madre. Desde ese momento, sus padres decidieron enfocarse en encontrar una pasión o habilidad en la que Shoya pudiera destacar.

Lo intentaron con clases de batería, fútbol, música y piano, pero aunque disfrutaba algunas actividades, nada parecía atraparlo por completo.

Al principio, eran ilustraciones típicas de su edad: bocetos de insectos y personajes de anime. Pero, con el tiempo, su nivel de detalle se volvió asombroso.

EL ARTE, UNA OBSESIÓN INESPERADA

Cuando cumplió 5 años, la pandemia de COVID-19 hizo que los niños pasaran más tiempo en casa. Fue entonces cuando Shoya comenzó a dibujar. Al principio, eran ilustraciones típicas de su edad: bocetos de insectos y personajes de anime. Pero, con el tiempo, su nivel de detalle se volvió asombroso.

Lo que parecía un simple pasatiempo se transformó en una obsesión. Shoya podía dibujar más de 10 horas al día, hasta el punto en que sus padres le daban montones de papel para que no se quedara sin material. A los 6 años, ya producía 50 dibujos al día, sumando un total de 1,500 en solo un mes.

Su talento se hizo evidente cuando comenzó a representar sombras, texturas y ángulos con una precisión que desafiaba su edad. Sus padres, sorprendidos, llevaron sus ilustraciones a su médico, quien confirmó que Shoya no solo tenía un trastorno del desarrollo, sino que también era un niño superdotado (gifted) en el área del arte.

“SERÉ EL MEJOR ARTISTA DEL MUNDO”

Un día, cuando Shoya tenía 6 años, se acercó a sus padres y les hizo una declaración impactante: “A los 9 años seré un artista profesional. A los 19, el mejor de Japón. A los 39, el mejor del mundo”. El número 9 tiene un significado especial para Shoya, pues siempre lo ha considerado su “número de la suerte”.

Desde entonces, ha trabajado incansablemente para alcanzar su sueño, participando en exposiciones y presentando sus ilustraciones en eventos. Sus padres lo apoyan con la esperanza de que su pasión lo lleve lejos.

Hoy, Shoya no es solo un niño con autismo y TDAH, sino un artista en formación con una visión clara de su futuro. (RI/AG/IP/)


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