En los últimos meses, dos casos ocurridos en Japón han puesto de relieve el delicado equilibrio entre las diferencias culturales, la convivencia multicultural y los límites legales frente a la discriminación. Por un lado, el turismo masivo en Kioto ha generado tensiones en los pequeños negocios de la ciudad.
Por otro, un bar en el barrio de Okubo, en Tokio, provocó indignación al rechazar explícitamente a clientes coreanos y chinos. Ambos casos revelan facetas distintas de un problema común: la discriminación en un país que se enfrenta a cambios demográficos y sociales profundos.
CASO 1: KIOTO Y EL TURISMO MASIVO
En pleno auge turístico de otoño, un restaurante en Kioto desató la controversia al colocar un cartel que decía en japonés: “Solo podrán entrar quienes entiendan este mensaje”. El texto, que en inglés y chino se limitaba a informar que el local estaba lleno, fue interpretado por muchos como un intento deliberado de excluir a turistas extranjeros.
Este gesto, para algunos una medida de autoprotección y para otros un claro acto de exclusión, tiene su raíz en la presión que el “overtourism” (sobrecarga turística) ejerce sobre los pequeños comercios de Kioto. “Hemos tenido problemas recurrentes con clientes extranjeros, especialmente con los pagos”, explica Takeshi Izumi (seudónimo), dueño de un bar en el centro de Kioto. “Aunque explicamos nuestras tarifas, cobramos 1.000 yenes de cargo (otoshi), muchos dicen no haber entendido. Algunos se niegan a pagar o nos califican negativamente en Google cuando no podemos atenderlos”.
El abogado Daisuke Sugiyama, experto en asuntos internacionales, aclaró que medidas como la del restaurante de Kioto no constituyen ilegalidad siempre que se basen en barreras idiomáticas y no en criterios de raza o nacionalidad. “En Japón, no se obliga legalmente a los comercios a atender en idiomas extranjeros. Restringir el acceso a clientes que no entienden japonés puede ser discriminatorio, pero no necesariamente ilegal, salvo que el rechazo se base en criterios explícitos de raza o nacionalidad”, señala Sugiyama.
CASO 2: RACISMO EXPLÍCITO EN TOKIO
Mientras en Kioto la exclusión parecía disfrazada de una cuestión práctica, en el barrio de Okubo, Tokio, un bar restaurante italiano dejó poco espacio para interpretaciones. En su escaparate colocó un cartel que rezaba: “No se permiten coreanos ni chinos”. Además, publicó una fotografía del mismo en sus redes sociales con el mensaje: “Se habla mucho de diversidad, pero no queremos trabajar con malos sentimientos”.
El barrio de Okubo, situado en el distrito de Shinjuku, es conocido por su carácter multicultural. Allí conviven comunidades de diferentes orígenes, incluyendo Korea Town e Islam Yokocho, lugares emblemáticos por su gastronomía y cultura. La decisión del bar de excluir explícitamente a ciertos grupos generó una ola de indignación tanto en Japón como en el extranjero.
Cuando fue consultado por medios de comunicación, el propietario del bar evitó dar explicaciones y se negó a retirar las publicaciones en redes sociales, lo que solo aumentó la polémica.
El abogado Sugiyama es claro al respecto: “Negar la entrada a un cliente por motivos de raza o nacionalidad es discriminación y constituye una violación de la ley. Japón ha ratificado la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, lo que refuerza la ilegalidad de estas prácticas”. Sugiyama recuerda que hay precedentes legales en los que establecimientos que han discriminado basándose en nacionalidad o raza han sido condenados a pagar indemnizaciones por daños y perjuicios.
UN LÍO MÁS ALLÁ DE LO LEGAL
Aunque ambos casos tienen diferencias significativas, comparten un punto en común: evidencian las tensiones subyacentes en una sociedad que, a pesar de su homogeneidad histórica, cada vez está más expuesta a la diversidad.
En el caso de Kioto, se refleja el impacto del turismo masivo en una ciudad que lucha por mantener su identidad cultural mientras responde a las demandas de un mercado global. En Tokio, la acción del bar de Okubo muestra cómo persisten actitudes xenófobas en un país que, paradójicamente, necesita cada vez más de la inmigración para paliar su crisis demográfica.
Como apunta Sugiyama, “estas situaciones no solo deben abordarse desde un punto de vista legal, sino también desde una perspectiva cultural y social. El respeto mutuo entre anfitriones y visitantes, así como entre diferentes comunidades culturales, es esencial para construir una convivencia más armoniosa”.
Japón, con su mezcla única de tradiciones y modernidad, se enfrenta al desafío de adaptarse a un mundo globalizado en el que la diversidad es cada vez más inevitable. Los casos de Kioto y Okubo son un recordatorio de que la apertura y la tolerancia no solo benefician a los extranjeros, sino también a la propia sociedad japonesa. (RI/AG/IP/)
Descubre más desde International Press - Noticias de Japón en español
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.