El conflicto en Ucrania ha alcanzado los 1.000 días desde su inicio, marcando un hito de destrucción, resistencia y complejidad geopolítica. Según Michał Fiszer, con la colaboración de Jacek Fiszer, reconocidos investigadores y analistas militares de la revista polaca Polityka, «Ucrania enfrenta un dilema existencial: entregarse a manos de sus opresores o provocar una reacción global que podría incendiar el mundo».
En el frente, la situación es crítica para Ucrania. Fiszer señala que «el país ha perdido completamente su capacidad ofensiva». Para recuperarla, sería necesario un apoyo sin precedentes por parte de Occidente, que incluye cantidades masivas de armamento, aviones de combate y una preparación militar intensiva que podría llevar años. «Con el nivel actual de ayuda, Ucrania no tiene posibilidades de alcanzar sus objetivos ni de recuperar los territorios perdidos», sostiene.
Mientras tanto, Rusia avanza lentamente en el este de Ucrania. Bajo la estrategia de una guerra de desgaste, las fuerzas rusas han consolidado su control sobre Crimea, gran parte del Donbás y han asegurado un corredor terrestre hacia la península. Según el análisis, las capacidades militares rusas han mejorado significativamente, destacando una mayor organización logística, mejor entrenamiento táctico y avances en la producción armamentística, a pesar de las sanciones internacionales.
DESESPERACIÓN EN KIEV
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, continúa visitando las zonas más cercanas al frente, como Pokrovsk y Kupiansk, en un intento por elevar la moral de sus tropas. Sin embargo, la presión sobre el gobierno ucraniano es inmensa. Según Fiszer, «Ucrania, en su desesperación, busca involucrar a otros países en el conflicto como una última esperanza de salvación».
Esta estrategia incluye el uso de armamento occidental para atacar objetivos en territorio ruso, un movimiento destinado a forzar una respuesta más activa de las potencias de la OTAN. También ha circulado la posibilidad de que Ucrania explore la creación de armas nucleares rudimentarias, un paso que podría desencadenar una escalada catastrófica. «Aunque improbable, el riesgo de un conflicto nuclear existe y podría llevar a reacciones devastadoras por parte de Rusia, como el uso masivo de armas químicas», advierte Fiszer.
EL DILEMA DE OCCIDENTE
Los autores identifican cuatro posibles caminos para los países occidentales:
- Continuar apoyando a Ucrania mientras se fortalecen militarmente. Este escenario requeriría enormes sacrificios económicos y sociales, pero podría disuadir a Rusia de futuras agresiones.
- Mantener la ayuda actual y no priorizar la militarización interna. Esto llevaría al colapso de Ucrania en uno o tres años, dejando a Europa vulnerable ante un conflicto futuro con Rusia.
- Buscar negociaciones para finalizar el conflicto. Según Fiszer, esta opción es inviable porque «Rusia no tiene intención de detenerse en sus conquistas actuales».
- Enviar un contingente de paz a Ucrania mientras se refuerzan las capacidades defensivas europeas. Sin embargo, los autores señalan que «ningún político europeo está dispuesto a asumir el coste político de una decisión tan arriesgada».
El análisis concluye con un sombrío pronóstico: «Si las cosas siguen como hasta ahora, la caída de Ucrania será solo cuestión de tiempo». En este contexto, la pasividad de Occidente no solo significará el fin de la resistencia ucraniana, sino que allanará el camino para una Rusia fortalecida y cada vez más ambiciosa en sus objetivos expansionistas. (RI/AG/IP/)
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