Hyappu Ishikawa, una mujer vietnamita de 27 años, llegó a Japón cuando tenía 14.
Estaba emocionada por su nueva vida, pero la barrera del idioma fue un duro golpe para ella.
Lo sufrió en la escuela. “En la clase de matemáticas, lo único que podía decir era ‘no entiendo’ y me daba vergüenza porque todos se reían de mí”, recuerda en diálogo con Jiji Press.
La vietnamita Hyappu se fue apagando e incluso les comunicó a sus padres que no quería llevar estudios superiores.
Hasta que conoció a Hiroko Kikuchi, directora de la escuela de iniciación al idioma Karafuru en la ciudad de Nishio, prefectura de Aichi, que enseña japonés a niños extranjeros.
Su método es tan eficaz que es conocido como la “magia Kikuchi”.
De la mano de Kikuchi, la vietnamita hizo progresos notables, comenzó a trabajar como intérprete en una fábrica y luego su antigua profesora la reclutó para que trabajara con ella ayudando a los extranjeros.
“Soy la persona que soy hoy gracias a Kikuchi”, dice Hyappu entre lágrimas.
Recordando su pasado, les dice a sus alumnos: “Está bien cometer errores. Está bien si la gente se ríe de ti. Pero no te avergüences”.
Con Kikuchi también trabaja Kimie Kawakami, que además de impartir clases visita las casas de los niños extranjeros e intenta que se incorporen al sistema educativo.
Ambas forman parte de los esfuerzos que despliega Nishio para que ningún menor extranjero se quede sin estudios.
La ciudad es un centro de industrias relacionadas con el automóvil y emplea a muchos extranjeros.
A medida que crece el número de trabajadores foráneos con largos periodos de estadía en Nishio, también se refuerza la conciencia de que los extranjeros son “miembros integrales de la sociedad”, resalta un funcionario. (International Press)
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