Shiromaru, Noto: «Pensé que el tsunami era problema de otros»… hasta que llegó

Una vivienda que fue arrastrada por el tsunami en Shiromaru.

En el distrito de Shiromaru, en la ciudad de Noto, Prefectura de Ishikawa, el inicio del año se vio marcado por una catástrofe sin precedentes. Un tsunami de casi 4 metros, desencadenado por el terremoto de la Península de Noto, azotó brutalmente la región.

Las calles de este, antes tranquilo distrito, están ahora cubiertas de escombros. Como recuerdo de la fatídica jornada, una vivienda yace en la playa hasta donde fue arrastrada por la retirada del mar. Del muro de contención de concreto solo quedan restos.


SALVÓ A SUS 3 NIETOS

Nobuo Sakamoto, de 67 años, contó al Nikkei que vivió una experiencia aterradora junto con sus tres nietos. En el momento del segundo terremoto de 7,6 de magnitud, cuando intentaban evacuar en su coche, una ola gigante los sorprendió, arrastrándolos implacablemente.

En un acto desesperado por salvar a su nieta de 8 años, quien había desaparecido bajo el agua, Sakamoto luchó contra la corriente, logrando finalmente rescatarla al jalarla de la ropa. Después de realizarle respiración boca a boca, consiguió que reaccionara. «No podía dejarla morir», recuerda con alivio. Afortunadamente, todos llegaron a lugar seguro y sobrevivieron.


La casa de Sakamoto, donde había vivido momentos felices, fue destruida por las olas. Lo que quedaba eran los marcos torcidos de las ventanas y cortinas desgarradas. Los vehículos y maquinaria agrícola quedaron inutilizables, apilados en un caos dentro del granero. A pesar de la magnitud de la destrucción, Sakamoto se muestra agradecido por estar vivo, aunque la tristeza se refleja en su mirada.

«ODIO EL MAR»

Otra historia la cuenta, Yumiko Sunayama, de 65 años. Ahora lucha contra la desolación que le ha dejado la pérdida de su hogar, un lugar lleno de recuerdos de más de cuatro décadas. El mar, que antes era una fuente de alegría y serenidad para ella, se ha transformado en un recordatorio constante del desastre.


«Odio el mar. No quiero volver a verlo», dice Yumiko entre lágrimas. La vista de sus pertenencias personales, dispersas y arruinadas, aumenta su dolor.

El tsunami no solo trajo devastación física, sino también un profundo impacto emocional y psicológico. La anciana madre de su esposo, quien también evacuó, ha empezado a mostrar signos de demencia tan pronto llegó al refugio, un reflejo del estrés y la angustia que la situación ha generado. No pude bañarse sola y las noches sin dormir son continuas. Incluso al respirar aire fresco fuera, le produce una sensación de llorar.


Yumiko es severa consigo misma. A pesar de los entrenamientos de evacuación regulares, se preguntaba por qué dejó los suministros de emergencia en la entrada. «Al final, pensé que el tsunami era problema de otros»… hasta que llegó.

La comunidad de Shiromaru, conocida por su tranquilidad, ha sido transformada en una escena de desolación. El vídeo grabado por la cámara de un vehículo escapando de la ciudad mientras la primera ola del tsunami invadía el pueblo es un recuerdo del desastre. (RI/NI/IP/)

 

Imagen del 13 de enero. Casa destruida por el tsunami en Shiromaru, Noto.

 


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