En febrero de este año, una mujer que reside en Tokio conoció al novio de su hija de 24 años, del que tanto ella le hablaba.
Sin embargo, su novio resultó ser un anfitrión de un club en el barrio rojo de Kabukicho al que su hija iba habitualmente.
“Ella aún debe 9 millones de yenes (unos 60.000 dólares)”, le dijo el hombre a la mujer.
¿A qué se refería?
A la voluminosa deuda que la joven había contraído en uno de los clubes de anfitriones que proliferan en Kabukicho y que son atendidos por hombres por cuya compañía pagan las clientas, revela Mainichi Shimbun.
Estos clubes se aprovechan de las clientas y las sorprenden con cuentas infladas por su consumo.
Cuando las clientas no pueden pagarlas, los anfitriones asumen la “responsabilidad” con la condición de que las mujeres les paguen después trabajando como prostitutas.
Volviendo a la mujer de la historia, relata que su hija comenzó a ir a clubes de anfitriones cuando era estudiante universitaria.
Un día la universidad se contactó con la madre para avisarle de que su hija no estaba asistiendo a clases.
La mujer habló con su hija, la presionó, pero esta no dijo nada.
Alrededor de medio año después, la mujer descubrió lo que estaba pasando cuando encontró una tarjeta del club entre las pertenencias de su hija que, finalmente, abandonó la universidad.
La mujer, sin embargo, no había descubierto todo. Lo peor llegó cuando se enteró de que su hija se prostituía.
Un día encontró en la agenda de su hija apuntes de su trabajo en un local que ofrecía sexo.
Cuando encaró a su hija, esta lo admitió.
La chica conoció al anfitrión a través de las redes sociales. El hombre se presentó como un estudiante de medicina.
Cuando lo conoció en persona, el hombre le pidió que fuera a su “lugar de trabajo” que resultó ser el club de anfitriones.
Pese a que era obvio que el sujeto no quería a la chica, ella seguía refiriéndose a él como su novio.
La madre no lograba hacerla entrar en razón.
Más adelante, la mujer halló entre las cosas de su hija un formulario de consentimiento para un procedimiento de aborto.
“Estoy frustrada y triste. Mi hija se ve obligada a pagar una factura enorme sin un desglose detallado de los costos, e incluso la obligaron a abortar. Es solo explotación financiera y sexual”, dijo a Mainichi.
La burbuja se rompió en septiembre.
Entre lágrimas, la chica le contó a su madre que el hombre se había despedido de ella diciéndole: “No volveré a verte nunca más. Eres asquerosa”.
“Él la engañó para que fuera al club, le lavó el cerebro, le hizo pagar dinero y finalmente la abandonó”, denunció la mujer, que pidió restricciones legales que impidan que otras chicas sufran como su hija.
La mujer pertenece a una asociación de padres de víctimas de clubes de anfitriones, una práctica cada vez más habitual en Japón.
Nippon Kakekomidera, una asociación en Kabukicho que apoya a personas con problemas como el reseñado, ha recibido en lo que va del año más de 150 pedidos de ayuda de padres en una situación similar.
Hidemori Gen, líder de la organización, advierte que si no se pone fin a los abusos, “Kabukicho se convertirá en un lugar aterrador que seguirá explotando a las mujeres jóvenes”. (International Press)
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