“La gente aquí se viste como yo, y nadie lleva una mochila. Solo era él”, dice el pescador Masaki Nishide, un hombre de 55 años vestido con buzo y botas de goma, a AP.
Ese “él” al que hace referencia es Ryuji Kimura, el hombre de 24 años que arrojó un artefacto explosivo hacia el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, el sábado en un puerto pesquero en la prefectura de Wakayama.
Que Kimura no visitiera como alguien del lugar y llevara una mochila (gris plateada para más señas) que nadie lleva en un sitio como ese llamaba la atención. Sin embargo, ese detalle se le pasó por alto a los encargados de la seguridad del primer ministro de Japón.
Nishide dice que si él hubiera estado a cargo de la seguridad habría revisado la mochila de Kimura.
En la misma línea Tsutomu Konishi, un pescador de 41 años, declara a AP que si el primer ministro de Japón estaba de vista en el puerto, habría sido necesario un detector de metales.
Konishi fue uno de los pescadores que neutralizaron a Kimura inmediatamente después de que este lanzó el artefacto que no explotó del todo e hirió a un policía.
Konishi, aún en shock por el ataque al primer ministro (algo que jamás creyó que podría ocurrir en su tierra natal), y Nishide estaban sorprendidos de la escasa seguridad que rodeaba a Kishida.
Japón tiene unos bajos índices de criminalidad y por ello es usual que el público esté cerca, casi al alcance de la mano, de los líderes en las campañas políticas en las calles, algo impensable en otros países.
El ataque a Kishida trajo el recuerdo del asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe en julio pasado en la prefectura de Nara, mientras pronunciaba un discurso como parte de una campaña electoral. (International Press)
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