El funeral de Estado del ex primer ministro de Japón, Shinzo Abe, dividió a la sociedad japonesa.
Dos son las razones que ofrece la agencia AP para explicar la controversia generada.
Primero, dice, Abe fue un líder de línea dura y uno de los más divisivos en la historia del Japón de la posguerra.
Segundo, su muerte arrojó luz sobre los estrechos lazos entre el gobernante Partido Liberal Demócrata y la Iglesia de la Unificación, acusada de llevar a la ruina a muchos seguidores a través de millonarias donaciones y de vender a precios exorbitantes diversos objetos (como jarrones) para la salvación eterna de sus compradores.
El asesino de Abe es hijo de una mujer que quebró tras donar alrededor cien millones de yenes (690 mil dólares) a la Iglesia.
Por otro lado, el funeral de Estado es un hecho excepcional en Japón, tanto así que desde el fin de la II Guerra Mundial, antes del de Abe, solo hubo uno, en 1967, el del ex primer ministro Shigeru Yoshida, quien condujo la reconstrucción de Japón tras su su derrota bélica.
El funeral de Estado de Yoshida también originó críticas por parte de opositores que sostenían que no existía base legal para su realización.
Para el historiador Junichi Miyama, los funerales de Estado “contradicen el espíritu de la democracia”.
Antes de la guerra, revela AP, los funerales de Estado eran realizados por el emperador para honrar a los japoneses que habían hecho contribuciones excepcionales al país.
La mayoría de los homenajeados fueron miembros de la familia imperial. También recibió un funeral de Estado, en 1943, el líder militar Isoroku Yamamoto, que comandó el ataque a Pearl Harbor en 1941.
El primer ministro japonés, Fumio Kishida, defendió su decisión de organizar un funeral de Estado para Abe diciendo que este fue el gobernante que más años dirigió al país en la historia moderna de Japón y que fortaleció el perfil internacional del país gracias a sus políticas diplomáticas, de seguridad y económicas.
Sin embargo, Koichi Nakano, profesor de política internacional en la Universidad de Sofía, calificó el funeral de Estado como un intento de encubrir el legado de Abe y los escándalos relacionados con la Iglesia de la Unificación.
Con respecto al legado de Abe, sus detractores afirman que el ex primer ministro buscó minimizar las atrocidades que cometió Japón antes y durante la guerra, amplió el gasto militar y promovió el amiguismo, entre otras cosas.
Finalmente, se puede esgrimir como tercera razón para la polémica generada los aproximadamente 1.700 millones de yenes (11,7 millones de dólares) que el gobierno de Japón utilizó de los fondos públicos para llevar a cabo la ceremonia.
Una japonesa sexagenaria que participó en una marcha contra el evento declaró a la NHK su oposición a que se use el dinero de los contribuyentes para pagar el funeral cuando muchas personas luchan por ganarse la vida. (International Press)
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