Es una mujer sexagenaria que lleva con su esposo una vida plácida en la prefectura de Akita. Ambos son jubilados y se mantienen con sus pensiones. Tienen dos hijos que están construyendo sus propias vidas.
La mujer vive una vida que considera feliz. Sin embargo, unos recuerdos desagradables relacionadas con su madre están enturbiándola.
La japonesa revela, en una carta dirigida a Yomiuri Shimbun, que estuvo distanciada de su madre debido a que ella no aprobaba que las mujeres trabajaran. Y ella trabajaba.
Recuerda que una vez le pidió a su mamá que cuidara a su hijo enfermo y que ella le dijo: “Tienes que trabajar mucho, ¿no?”, como sacándole en cara que por trabajar no podía cuidar a su hijo.
Su madre, dice la mujer de Akita, era indiferente con ella, incluso cuando se enfermaba. Nunca le prodigó un elogio o un halago.
Los malos recuerdos con su madre, que nunca la asaltaron mientras trabajaba, han resucitado ahora que es jubilada y visita con más frecuencia a sus padres para ver a su madre, una octogenaria que hoy necesita los cuidados de ella.
“El sentimiento de no querer ver a mi madre se ha vuelto más fuerte. Es muy duro para mí”, escribe la mujer, quien también destaca que, por fortuna, su padre, una persona nonagenaria, siempre ha sido un papá muy amable y comprensivo.
La escritora Keiko Higuchi le responde que es comprensible que esté enfadada con su indiferente madre, pero resalta un rasgo positivo de su carta: el afecto de su papá.
“Creció sintiéndose amada por su padre”, subraya. El amor de su papá hizo posible que la mujer de Akita lograra criar a sus dos hijos y trabajar al mismo tiempo sin que los comentarios de su madre la afectaran en aquellos tiempos.
Higuchi le pide a la mujer que no hable del pasado con su madre y que recuerde estar agradecida con ella por haberle dado la vida. (International Press)
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