Hemos vivido en el Perú en las últimas décadas momentos realmente malos, negativos para la mayoría, sin embargo, este año que termina se lleva el premio en lo que respecta al deterioro general de la sociedad peruana en cuanto no hablamos del Perú como Nación, sino de las relaciones entre peruanos y del gran fracaso institucional tal como lo hemos vivido y sufrido durante este año que termina.
Por encima de épocas de catástrofes, terremotos, fenómenos El Niño, epidemias; más allá de desastres económicos, como la crisis del primer gobierno de Alan García, de fracasos de los programas sociales; más allá de la terrible experiencia del terrorismo y de las dictaduras, del acompañamiento permanente de la corrupción con todas sus consecuencias. Lo ocurrido este 2021 supera a todos los años en la destrucción de la sociedad y del Estado.
Las manifestaciones más claras de todo ello, agravadas por su extensión y generalización por toda la sociedad y por todos los aparatos del Estado causantes de esta catástrofe nacional son la mentira permanente, el asentamiento general de la mediocridad y la indiferencia de los ciudadanos ante esta situación.
En este año la mentira como manera de relacionarse entre peruanos ha estado por todas partes, todos los días desde el poder y desde la vida ciudadana: nos han mentido los políticos, nos han mentido los bancos y las empresas, nos han mentido los médicos, nos han mentido los dirigentes sociales, los medios de comunicación y hasta los presidentes de la República.
La segunda característica negativa que ha dominado el año 2021 es la mediocridad en la sociedad, en la política, en los partidos, en los medios de comunicación, en las propuestas económicas….
Dirán, como siempre, que no todos nos han mentido, pero si uno analiza las causas de la situación negativa vivida este año, la mentira ocupa un lugar importante sin lugar a dudas, sobre todo por el daño que hace en la destrucción de la confianza. ¿Quién va a creer en alguien que miente y miente? ¿por qué vamos a confiar en él? Ya somos, según el barómetro latinoamericano, la última nación en confianza entre los propios ciudadanos. No confiamos entre nosotros mismos y, así, es poco menos que imposible construir un futuro común.
La segunda característica negativa que ha dominado el año 2021 es la mediocridad en la sociedad, en la política, en los partidos, en los medios de comunicación, en las propuestas económicas, sociales, culturales, religiosas. Mediocridad en los liderazgos de los diferentes sectores y no se trata, como algunos han querido analizar, solamente en el aspecto político que, al ser público, es fácil de detectar sino en el conjunto de la sociedad actual lo que genera que el inmediatismo, el cortoplacismo, la falta de grandes objetivos nacionales, locales, personales reinen entre nosotros y vivamos como si no pasara nada especial, logrando que no cambie nada.
Por poner algunos ejemplos, tenemos la mediocridad en la celebración del bicentenario, otra oportunidad perdida, o la mediocridad del nuevo gobierno y del nuevo congreso en los primeros seis meses de gestión, dejando de lado grandes objetivos nacionales. Muy unida a estas dos manifestaciones de lo vivido en el año 2021, tenemos otra realidad negativa: la indiferencia de los ciudadanos ante la actual situación nacional con una falta de compromiso real, falta de análisis personal y de grupo, la poca voluntad de participar en organizaciones, en programas, en dar alternativas a los problemas que estamos viviendo.
Es cierto que hay personas comprometidas con su comunidad, con su organización, con el Perú sin ninguna duda, pero nos referimos de manera más específica al desentenderse de los compromisos como ciudadanos, al no querer participar en organizaciones, al no defender sus propias ideas, al no creer en algo que le mueva y, como se dice vulgarmente a “que le resbala todo”.
El hecho que, en mi opinión, hayan predominado estas tres características a lo largo del 2021 no quiere decir que no haya habido ejemplos valerosísimos dignos de imitar. Claro que los hay. Podemos voltear la tortilla de una vez: contra las mentiras defender la verdad públicamente y no permitir que se nos siga engañando; contra la mediocridad, volver a soñar a partir de las inmensas potencialidades del Perú, en todos sus niveles y proponer objetivos superiores alcanzables y que beneficien a las mayorías; contra la indiferencia, participar organizadamente y permanentemente, uniendo y concertando fuerzas, ideas y voluntades, preparando el surgimiento de nuevos liderazgos democráticos que tanto necesitamos.
Todo ello es posible. No destruyamos la esperanza. Al contrario, llamamos a hacerla realidad en el nuevo año 2022.
Escrito en plena cuarentena, 29 de diciembre 2021.
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