Las propuestas e intentos de integración entre los países y naciones latinoamericanas son tan antiguos como las propias luchas por la independencia desde 1810, siguiendo de épocas republicanas a períodos de bonanza económica, o de dominio de ideologías y gobiernos tanto democráticos como dictatoriales, como neoliberales y de izquierda.
Quizás el más claro y coherente en propuestas fue Simón Bolívar, pero sabemos que en su último día de vida falleció en la hacienda de un español en Santa Marta, autodenominándose colombiano despreciando, porque no acostumbraba a maldecir, su nacimiento caraqueño y dejándonos ante su famosa frase “hacer una revolución es como arar en el mar”.
Se trata, seguramente, del estilo de independencia y de Estados nacionales surgidos de ella. Límites no tan naturales que se fueron armando a lo largo de 200 años de colonización española, con clases sociales no bien definidas, con un mestizaje obligado por las circunstancias, con pueblos originarios manteniéndose en zonas alejadas de las ciudades capitales con sus lenguas, sus culturas, su relación con la naturaleza y economías de subsistencia unidas a economías poco a poco integradas con un mundo que se universalizaba, formando núcleos de poder que, en la mayoría de las veces, miraban más al exterior que al interior de cada país latinoamericano.
Hablar de integración en contextos como los señalados fue siempre una ilusión. Y no solo no se lograban períodos medianamente largos de unión, sino que en la mayoría de casos terminaron en guerras fratricidas entre países que se llaman “hermanos” latinoamericanos. Y pareciera que no hemos aprendido nada de lo vivido en los últimos siglos.
Como señalaba en las primeras líneas, ha habido intentos de integración de todos los colores, desde la Operación Cóndor, uniendo a los militares golpistas y asesinos en América del Sur, hasta las propuestas económicas y políticas fracasadas una a una como el Pacto Andino que se fue fraccionando en la ALALC, el Mercosur, la UNASUR, el ALBA, la Alianza del Pacífico y varias otras más.
Todas ellas demuestran la falta de voluntad política de los líderes latinoamericanos, su inmediatismo y cortoplacismo, sus intereses primarios, su caudillismo y el poco interés en reconocer las realidades plurinacionales de la mayoría, por no decir de todos países de América Latina y el Caribe.
Se puede estar de acuerdo o no con la propuesta RUNASUR, pero no se puede negar la sinceridad de un amigo que sin lugar a dudas quiere un lugar importante para los sectores marginados y para las naciones originarias..
Y hemos llegado, hablando ahora desde el Perú, a lo que estamos viviendo ante una propuesta de Evo Morales, amigo sincero del Perú, gobernante de éxito en la vecina Bolivia que alcanzó objetivos de desarrollo económico, social, cultural y democráticos como nunca antes en su historia republicana, que se atreve a proponer un modelo de integración que ha llamado RUNASUR, pero qué ha hecho que la derecha económica y política en lugar de analizar la propuesta, de discutirla y de iniciar un debate político sobre la integración: declarar increíblemente a un expresidente “persona no grata” y lanzar comunicados y logre titulares en todos los medios acusando a Evo de todo lo malo que existe y pueda existir en nuestra región latinoamericana.
Se puede estar de acuerdo o no con la propuesta RUNASUR, pero no se puede negar la sinceridad de un amigo que sin lugar a dudas quiere un lugar importante para los sectores marginados y para las naciones originarias en un nuevo marco internacional de desarrollo integral y de respeto a los derechos humanos y a la Naturaleza, un objetivo que hasta el Papa Francisco lo ha defendido una y mil veces.
Parece que otra vez nos equivocamos. En lugar de fortalecer sentimientos, manifestaciones culturales comunes, objetivos sociales, predominen siempre los intereses de minorías que hablan en nombre de la “nación”. Parece que otra vez intentar la integración latinoamericana sea como arar en el mar.
*Exalcalde de Villa El Salvador.