Antes de que Naomi Osaka levantara el trofeo que la consagraba como campeona del Abierto de Estados Unidos, The New York Times publicó un extenso reportaje sobre la tenista japonesa, que incluía la historia de cómo sus padres, el haitiano Leonard Francois y la japonesa Tamaki Osaka, sufrieron el rechazo y el racismo de los padres de ella.
Tamaki creció en la ciudad de Nemuro, situada en la prefectura de Hokkaido. Su mundo se abrió, revela NYT, cuando su madre la envió a estudiar a un koko en Sapporo, la capital de la prefectura.
En Sapporo, Tamaki conoció a un estudiante universitario de Nueva York nacido en Haití, Leonard Maxime Francois, uno de los pocos hombres negros que había en Hokkaido a principios de la década de 1990.
Tamaki y Leonard comenzaron a salir. La mujer ocultó la relación a sus padres durante varios años. Cuando Tamaki estaba en la veintena, su padre quiso hablarle sobre la posibilidad de una cita concertada con un hombre con la mira puesta en un futuro matrimonio. Tamaki no pudo ocultar más la verdad. Su padre se enteró de que estaba saliendo con un extranjero negro. El hombre estalló en cólera y la vituperó por “deshonrar” a la familia.
La pareja se mudó a Osaka, donde Tamaki y Francois, cuyo manejo del idioma japonés estaba mejorando, encontraron trabajo.
En Osaka, nacieron sus hijas Mari y Naomi.
En 1999, Leonard vio en TV algo que cambió la vida de toda la familia: las hermanas Venus y Serena Williams, de 18 y 17 años, conquistaron el título de dobles del Abierto de Francia. El padre de las Williams, Richard, que no jugaba tenis, había preparado a sus hijas para que fueran campeonas.
Leonard, que jugaba poco tenis, vio en los Williams un modelo a seguir. Y así lo hizo.
NUEVA VIDA
Leonard, Tamaki, Mari y Naomi se mudaron a Estados Unidos cuando la futura campeona tenía tres años. Vivieron en Long Island con los abuelos haitianos de Naomi. En EEUU, Leonard puso en marcha su plan de convertir a sus hijas en campeonas de tenis. Apoyándose en las enseñanzas de libros y DVD, el hombre hacía que sus niñas golpearan cientos y miles de veces a la pelota diariamente.
Naomi vivió cinco años en Long Island, en un hogar donde convivían las culturas haitiana y japonesa. Sus abuelos haitianos, que no hablaban inglés, se expresaban en criollo haitiano. Su mamá Tamaki les hablaba a sus hijas en japonés y les preparaba onigiri para la escuela. En días especiales, las niñas vestían kimonos. Y también comían picantes guisos haitianos. Todo un hogar multicultural.
En 2006, la familia se mudó a Florida para dedicarse al tenis a tiempo completo. Naomi y su hermana adoptaron el apellido de su mamá, como “un recordatorio constante de la patria que un día representarían”, según NYT.
Mientras tanto,Tamaki decidió que ya era hora de que sus hijas conocieran a su familia japonesa, una familia de la que ella llevaba distanciada casi 15 años.
Naomi tenía once años cuando su hermana y ella conocieron a sus abuelos japoneses en Japón. Tamaki esperaba un recibimiento más alegre. Sus padres mostraron interés en las niñas, pero se burlaron del plan para convertirlas en tenistas. Para los papás de Tamaki, el tenis era un pasatiempo, no una profesión (el tiempo se encargaría de demostrarles cuán equivocados estaban).
Pese a la mofa de los abuelos, el plan siguió. Sin embargo, la Asociación de Tenis de Estados Unidos mostró poco interés en contribuir al desarrollo de las Osaka y Leonard decidió que sus hijas jugarían por Japón.
Las cosas han mejorado con el abuelo japonés. En 2014, cuando Naomi tenía 16 años y derrotó a Samantha Stosur, excampeona del Abierto de Estados Unidos, la prensa japonesa celebró el resonante triunfo. El papá de Tamaki, que antes menospreciaba el tenis, comenzó a apoyar a su nieta.
El abuelo tiene ahora comunicación con su nieta: le envía mensajes de texto, la saluda por teléfono y la regala cosas, entre ellas un amuleto japonés bendecido en un templo (omamori).
Sin embargo, Tamaki no olvida. El 12 de junio, publicó un tweet con un collage de tres fotos: una de Leonard, poco después de que se conocieron; una de ella misma, más joven; y la tercera de sus dos hijas, cuando eran pequeñas, con el hashtag #HappyLovingDay.
La elección de la fecha no tuvo nada que ver con el azar. El 12 de junio es conocido como el Loving Day para conmemorar que en 1967 el Tribunal Supremo de Estados Unidos anuló las leyes en 16 estados que prohibían los matrimonios interraciales. Una reivindicación de su historia de amor con Leonard.
EMBAJADORA DEL CAMBIO
Aunque Naomi tiene la nacionalidad estadounidense y vive en EEUU desde los tres años, declaró a NYT: «No necesariamente siento que soy estadounidense. No sabría lo que se siente».
La campeona aseguró que puede entender la mayor parte de lo que le dicen en japonés y que lo habla cuando quiere (con parientes y amigos). No lo hace públicamente, sin embargo, porque es muy tímida y perfeccionista. En las conferencias de prensa, Naomi responde en inglés a las preguntas de los reporteros japoneses.
Incluso antes de que ganara el Abierto de EEUU, Naomi era vista como una gran esperanza para abrir la mentalidad de los japoneses. Stuart Duguid, su agente, declaró a NYT: «Cuando miro 15 años en el futuro, veo a Naomi teniendo una gran carrera en el tenis, tal vez incluso con títulos de Grand Slam. Pero también espero que hayan cambiado las percepciones culturales de las personas multirraciales en Japón. Espero que haya abierto la puerta para que otras personas la sigan, no solo en el tenis o el deporte, sino para toda la sociedad. Ella puede ser una embajadora del cambio».
No todos, sin embargo, ven así las cosas.
Para la tenista japonesa Nao Hibino es difícil considerar a Naomi como una japonesa. «Para ser honesta, nos sentimos un poco distanciados de ella porque es muy diferente físicamente, creció en un lugar diferente y no habla mucho japonés. No es como Kei (Nishikori), que es un jugador japonés puro». (International Press)
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