Una mujer cerca de la sesentena, identificada como J y que reside en la prefectura de Wakayama, escribe a Yomiuri Shimbun en busca de consejo.
¿Su problema? Su hija treintañera que gasta la mayor parte de su salario en un artista de la que es fanática. Va a todos sus conciertos, compra sus CD y todo lo que publique, etc. Su vida gira en torno al artista.
Su hija se ha apartado de sus antiguas amistades, casadas y con hijos. Sus actuales amigas son solteras de mediana edad (cuarentonas y cincuentonas), fanáticas como ella.
J discute mucho con su hija. No le gusta la vida que lleva y no tiene reparos en calificar a su hija de idiota. Le pide que reflexione sobre su futuro, pero ella no le hace caso.
Ahora bien, mucha gente dirá que la hija ya es adulta, trabaja y puede llevar la vida que desee aunque no le guste a su madre. El problema es que la mamá corre con los gastos de manutención de la hija (comida, casa, etc.). Es decir, todo lo que esta gana lo usa solo para ella. No aporta un yen a la casa.
El psiquiatra Soichiro Nomura aconseja a la mujer que le diga a su hija que debe aportar a los gastos de la casa. Si la madre la sigue manteniendo, lo único que consigue es que la hija continúe gastando plata en el artista.
La madre, involuntariamente, envía un mensaje contradictorio: le dice a su hija que deje de gastar tanto dinero en el artista, pero al mantenerla económicamente es como si la alentara a seguir gastando en su ídolo.
El psiquiatra recomienda a la mujer que deje que su hija se las arregle por sí sola con sus gastos. El mensaje debe ser: puedes hacer lo que quieras con tu vida, después de todo es tu vida, pero asume la responsabilidad de tus acciones y las consecuencias.
El especialista cree que la situación no cambiará a menos que la madre tome una decisión radical. (International Press)
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