David Villafranca / EFE
«Titanic», uno de los filmes más taquilleros de todos los tiempos y que lanzó a la fama a Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, cumple 20 años y lo hace convertido en un emblema de las películas de desastres y del cine más romántico y apasionado.
Esta cinta de James Cameron sólo se puede medir a partir de magnitudes descomunales, como demuestran sus 2.187 millones de dólares recaudados que la sitúan como la segunda película más taquillera de la historia sólo por detrás de «Avatar» (2009), también de Cameron y que ostenta el récord absoluto con 2.788 millones.
Sus 200 millones de presupuesto también la colocaron, en su momento, como la película más cara de la historia, pero el esfuerzo gigantesco de este proyecto tuvo su recompensa no sólo con la pasión de los jóvenes de los años 90, que quedaron marcados por «Titanic», sino también por los 11 Óscar que recibió, incluyendo los de mejor película y director.
Estas 11 estatuillas continúan siendo el récord para una película, un honor que «Titanic» comparte con «Ben-Hur» (1959) y «The Lord of the Rings: The Return of the King» (2003).
Pero más allá de cifras y logros, «Titanic» quedó en la memoria del público por el inolvidable romance entre Jack y Rose, interpretados por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, respectivamente, y por la espectacular recreación del hundimiento del transatlántico, que tuvo lugar entre el 14 y el 15 de abril de 1912 tras chocar con un iceberg y que causó más de 1.500 muertos.
La película, con más de tres horas de duración, se dividía en dos mitades muy diferentes, de manera que la primera dedicaba todos sus esfuerzos a mostrar la historia de amor digna de cuento entre una aristócrata (Winslet) y un buscavidas (DiCaprio).
La historia de Jack y Rose dejó varias escenas para el recuerdo, como la sesión de dibujo en el camarote, el baile junto a la población irlandesa en tercera clase del barco o su encuentro sexual en el automóvil.
Sin embargo, los dos momentos más conocidos de «Titanic» aprovecharon la proa del transatlántico, con Jack gritando que era «el rey del mundo» y con la pareja unida, casi a punto de echar a volar, con la popular banda sonora de James Horner y Celine Dion como hilo conductor.
«Titanic» convirtió a DiCaprio y Winslet en dos de los intérpretes más requeridos y respetados de Hollywood: él gano el Óscar por «The Revenant» (2015) y se convirtió en el actor fetiche de Martin Scorsese, y ella brilló en filmes como «Eternal Sunshine of the Spotless Mind» (2004) antes de llevarse la estatuilla por «The Reader» (2008).
La segunda mitad de «Titanic» contó paso por paso cómo fue el dramático hundimiento del transatlántico, para lo cual Cameron, un investigador incansable del siniestro, no ahorró recursos al construir una réplica casi idéntica del barco.
Este enorme despliegue y detalle, digno de superproducciones del cine clásico como «Gone with the Wind» (1939), «Ben-Hur» (1959) y «Doctor Zhivago» (1965), hace que en plena era de los efectos digitales, con los que todo parece posible, «Titanic» permanezca 20 años después como un ejemplo brillante del cine más espectacular.
La fascinación por «Titanic» continúa entre los fanáticos y este año se estrenó un documental de National Geographic en el que Cameron abordaba los aciertos y fallos de la película a la hora de representar de manera fidedigna lo que sucedió.
Y, por encima de todo, continúa entre el público el debate sobre si había hueco para Jack en la tabla sobre la que se salvó Rose de morir congelada.
Lamentablemente para los seguidores de Jack, Cameron rechazó con elegancia sus quejas en una entrevista reciente con Vanity Fair: «La película es sobre la muerte y la separación: él tiene que morir (…). Es arte y las cosas suceden por motivos artísticos, no por motivos físicos».
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