Adiós doloroso para Bolt: el atletismo llora la retirada del más grande

José Antonio Diego / EFE


El jamaicano Usain Bolt, once veces campeón mundial y ocho olímpico, clausuró hoy en Londres su carrera deportiva rodando por la pista lesionado en plena recta final cuando había recogido el testigo en tercer lugar en la final de relevos 4×100 metros.

A media recta, Bolt se trastabilló y cayó al suelo entre gestos de dolor. Allí permaneció durante dos minutos, ocultando su cara con las manos, antes de incorporarse para entrar caminando en la meta.

La medalla de oro fue para Gran Bretaña, que con un crono de 37.47 batió al equipo favorito, Estados Unidos (37.52), y a Japón (38.04).


Un adiós doloroso para tal vez el atleta más grande de todos los tiempos, que se acercó lentamente a la meta acompañado por sus tres compañeros de relevos en la escena más dramática de los campeonatos del mundo.

El público británico, que lloró la lesión de Bolt, encontró consuelo con la victoria de los suyos. Chijindu Ujah, Adam Gemili, Daniel Talbot y Nethaneel Mitchell-Blake lograron la hazaña de batir a un cuarteto que contenía al campeón y al subcampeón del mundo individuales, Justin Gatlin y Christian Coleman.

El mundo seguirá girando después de Bolt. La evidencia, recalcada por el presidente de la IAAF, Sebastian Coe, cada vez que se le pregunta por el futuro sin el astro jamaicano, se ajusta al engranaje del planeta, pero es dudosa para el ámbito del atletismo.


El rey de los deportes, sumido en una crisis desde hace lustros y con la imagen destrozada por el dopaje y la corrupción, se queda huérfano con la retirada del hombre sobre cuyas espaldas ha gravitado el crédito del atletismo desde hace diez años, Usain Bolt.

Cuando el juez de salidas español Jordi Roig, que también había empuñado la pistola en el último 100 del jamaicano, efectuó el disparo que ponía en marcha la final de 4×100 metros, las gradas abarrotadas del estadio estallaron en un rugido atronador.


El clamor no perdió un solo decibelio de intensidad hasta que el cuerpo de Bolt dijo basta a media recta. Ahí empezaron a oírse lamentos, antes de recuperar el entusiasmo al ver que quienes ganaban eran los suyos.

Se fue el más grande. Cuando más recia es la dictadura mediática del fútbol, Bolt ha ilustrado miles de portadas en medios de comunicación de todo el mundo con poses espectaculares, números coreográficos, con su enorme corpachón lanzado a toda velocidad hacia la meta por las calles centrales, varios metros por delante de todos los demás.

Los aficionados siguieron en Londres con el corazón en un puño, sobrecogidos por la emoción y conscientes de estar asistiendo a un acontecimiento histórico, la última carrera del hombre que siempre quiso ser una leyenda del deporte y trabajó muy duro, destrozándose la espalda, para convertirse en mito viviente.

Su trayectoria descomunal -once medallas de oro y 15 en total en Mundiales, ocho (todas de oro) en Juegos Olímpicos- se extinguió este sábado en el mismo estadio de Stratford que cinco años atrás fue el escenario de su segunda exhibición olímpica.

Los Mundiales de Londres 2017 pasarán a la historia, inevitablemente, por un adiós: la despedida del más grande al cabo de diez años majestuosos desde los Mundiales de Osaka 2007, donde, con 21 años, asomó la cabeza con una medalla de plata en 200. Sólo le batió el estadounidense Tyson Gay, que vivió su momento de gloria con el doblete de la velocidad.

Nunca más volvió a ser derrotado en grandes campeonatos, ya fueran Mundiales o Juegos Olímpicos, hasta hoy. Bolt sólo dejó escapar una medalla de oro, la de 100 metros en Daegu 2011, pero sólo por su salida prematura, que le costó la descalificación.

Ocho títulos olímpicos (perdió el de relevos 4×100 de Pekín 2008 por dopaje de su compañero Nesta Carter) y once mundiales resumen la órbita que vino a morir en la capital británica.

En presencia del Relámpago palidecieron las proezas de otros atletas de acrisolada calidad pero que han tenido la desgracia de ser coetáneos del astro jamaicano.

Mal año para gente como Mo Farah, rey del fondo que se pasa ya al maratón; Wayde Van Niekerk, el más completo del mundo en la combinación 100-200-400, o Maria Lasitskene, que persigue con tesón el récord mundial de altura. Sus éxitos recibieron menos espacio en los medios porque Bolt lo ocupa casi todo.

La despedida del mito inaugura el debate sobre la sucesión. No sólo como rey de la velocidad, sino como gran estrella del atletismo en general. El campeón de los 100 metros en Londres, Justin Gatlin, es cuatro años mayor que él, y el joven «prospecto» estadounidense Christian Coleman, segundo aquí, aún tiene por delante un largo trecho para hacerse con el liderazgo.

«No quiero retirarme perdiendo», había advertido Bolt. Esta vez no ha podido cumplir su palabra.

En un encuentro con los medios españoles en los Mundiales de Londres, Sebastian Coe reveló que al entregarle la medalla de bronce de los 100 metros Bolt le preguntó: «Jefe, ¿en qué puedo colaborar ahora?».

Con la predisposición incondicional de Bolt, la IAAF dispone de un cheque en blanco para invertir en la promoción de un deporte que no vive su mejor momento y que acusará, sin duda, la retirada del gran ídolo.

 


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