La del FC Barcelona por Ernesto Valverde supone la apuesta por la sencillez en el trato, la normalidad en el día a día y la ambición sobre el terreno de juego, tres virtudes que han adornado al técnico vasco a lo largo de su carrera, ya incluso cuando era jugador, y que han resultado claves en los últimos cuatro años de éxito continuado en el Athletic Club, al que ha llevado a Europa una temporada sí y otra también.
Esos cuatro cursos de su segunda etapa en el Athletic, hasta ahora el club de su vida, al que llegó ya hecho como futbolista y en el que se formó como entrenador, no han sido si no una continuidad en una trayectoria en los banquillos muy bien valorada allá por donde ha pasado. Además del Athletic, el Espanyol, Olympiacos, Villarreal y Valencia, a pesar de que en el equipo castellonense sufrió la única destitución de su carrera.
Esta segunda época de Valverde ha sido la mejor del Athletic desde la década de los 80 del Siglo XX, la de los títulos con Javier Clemente, precisamente quien le rebautizó como ‘Txingurri (hormiga, en euskera), un apodo quizás no demasiado de su gusto.
Que Valverde, nacido en Viandar de la Vera (Cáceres; 09-02-1964) y criado en Vitoria, es un tipo sencillo, podría decirse que absolutamente normal, algo que cada vez escasea más en un mundo como el del fútbol fagocitado por los focos, lo deja claro que mantiene sus amistades y relaciones de cuando jugaba en el Sestao. Aquel ‘River’ que llegó a ser el decano de Segunda División y en el que compartió vestuario con, entre otros, Javier Irureta y José Luis Mendilibar.
Aunque con el que más confidencias se hizo probablemente fuera con Jon Aspiazu, amigo y ayudante durante todo su periplo como técnico.
Fotógrafo de vocación y muy aficionado a la música, incluso tocando algún instrumento, Valverde cuenta con amigos en el mundo del cine y la literatura..
Aspiazu, un medio centro organizador y creativo que llegó a jugar en Primera División con el Deportivo de la Coruña, es clave en el cuerpo técnico de Valverde. Como también en las últimas temporadas José Antonio Pozanco ‘Ros’, preparador físico y exjugador con pasado en las categorías inferiores blaugranas.
Aunque entregado a su profesión, Valverde no es un ‘futbolero’ al uso, sino alguien al que se le conocen aficiones, y no pocas, al margen del balón. Fotógrafo de vocación y muy aficionado a la música, incluso tocando algún instrumento, Valverde cuenta con amigos en el mundo del cine y la literatura y juega al ajedrez hasta el punto de atreverse a disertar sobre las similitudes entre el deporte-ciencia y el deporte rey.
Todo ello, no obstante, está poco adornado en un técnico sereno, sosegado, que no rebusca en el lenguaje y al que apenas se le recuerdan salidas de tono en las salas de prensa.
Si acaso, una esta temporada. Cuando dijo aquello de que «el partido ha sido cojonudo, muy cojonudo», cuando se le cuestionó el rendimiento de su equipo en un partido en el que levantó un temprano 0-1 ante en San Mamés ante el Sassuolo italiano. El 3-2 final supuso el pase matemático a los dieciseisavos de final de la Liga Europa después de un inicio penoso en Italia y a falta todavía de una jornada para el final de la Fase de Grupos.
Pero ese arranque -casi un exabrupto- fue excepcional en lo que ha sido una trayectoria sin mayores problemas en la relación con los medios. Un trato afable, aunque manteniendo las distancias.
En lo deportivo, Valverde también ha sido siempre claro bajo dos premisas: ritmo con el balón y amenaza constante a la portería rival. «El partido no lo controla quien tiene el balón, sino quien hace las oportunidades», ha recordado en un muchas ocasiones un técnico que, de todos modos, valora la posesión y siempre quiere «llevar la iniciativa» en el juego.
De partidario del 1-4-4-2 en su primera etapa como técnico a decantarse por un 1-4-2-3-1 con cuatro jugadores claramente de ataque.
Dentro de esas premisas, el ‘Txingurri ha pasado de entregarse a un ataque furibundo en una primera época con Joseba Etxeberria, Santi Ezquerro, Ismael Urzaiz y compañía a un presión constante en campo rival en la última época liderada por Raúl García y con Aritz Aduriz como estilete alcanzando la excelencia pasada la treintena.
De partidario del 1-4-4-2 en su primera etapa como técnico a decantarse por un 1-4-2-3-1 con cuatro jugadores claramente de ataque.
En su primer bienio con el Athletic, Valverde dejó para la posteridad una revolución en la alineación con un solo cambio, el de Tiko por Urzaiz, y seis cambios de posiciones.
En casa, 1-4-2-3-1 con Aranzubia; Iraola, Murillo, Luis Prieto, Del Horno; Orbaiz, Gurpegui; Etxebarria, Yeste, Ezquerro; y Urzaiz: fuera, 1-4-4-2 con Aranzubia; Murillo, Gurpegui, Luis Prieto, Del Horno; Iraola, Orbaiz, Tiko, Yeste; Etxeberria y Ezquerro.
En esta segunda etapa, presión y presión al rival para recuperar, elaborar, rápido o más pausadamente dependiendo de la situación, y buscar el remate de Aduriz, el ‘Messi’ que ha tenido en el Athletic a la espera de encontrarse con el Messi de verdad.
Un Leo Messi al que tendrá que ganarse -como también a Neymar, a Luis Suárez, a Iniesta, a Busquets, a Piqué …- como se ha ganado incondicionalmente al vestuario del Athletic: con sencillez en el trato, con normalidad en el día a día y con ambición sobre el terreno de juego, sus señas de identidad. EFE
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