Antonio Hermosín / EFE
Japón conmemoró el sábado el sexto aniversario del accidente nuclear de Fukushima, mientras los niveles de radiactividad cerca de la planta siguen siendo objeto de debate y la mayoría de los desplazados por el accidente no quiere regresar a sus hogares.
Desencadenado por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, el desastre de Fukushima está considerado el peor accidente nuclear de la historia junto al de Chernóbil (Ucrania) en 1986 y mantiene desplazados a día de hoy a unos 40.000 ciudadanos.
Seis años después, el Gobierno japonés se esfuerza por escenificar una vuelta a la normalidad con la reapertura progresiva de localidades próximas a la planta nuclear donde hasta hora estaba prohibido o restringido el acceso, tras amplias tareas de limpieza y descontaminación.
Expertos médicos nipones y organismos como el Comité Científico de la ONU sobre los Efectos de la Radiación (UNSCEAR) respaldan que la radiactividad en estas áreas no supone riesgos para la salud humana, algo que no es suficiente para los evacuados, que han regresado con cuentagotas a sus hogares.
«Hay una gran sensibilidad pública sobre la radiación en Fukushima, pero las mediciones sobre el terreno muestran niveles extremadamente bajos», afirmó el experto médico Yoichi Tanigawa, al presentar esta semana en Tokio un estudio sobre la salud de los residentes de la prefectura.
Este informe encargado por el Ejecutivo descarta por ahora que exista un vínculo entre la exposición a la radiación derivada del accidente y la incidencia de cáncer de tiroides entre los niños de la región, aunque puntualiza que es necesario seguir analizando la situación a largo plazo para extraer conclusiones fiables.
Greenpeace y otras agrupaciones independientes han tachado estas conclusiones de «conjeturas» e incluso de «propaganda», puesto que a su juicio se basan en estimaciones imprecisas de los niveles de radiactividad y carecen de fundamentos científicos sólidos.
La versión oficial apunta a una radiación acumulada aproximada de 30 milisieverts (mSv) para los habitantes de Fukushima y las autoridades niponas han decidido reabrir las áreas de la antigua zona de exclusión donde la exposición anual es inferior a los 20 mSv.
En la comunidad científica sigue abierto el debate sobre las dosis de radiactividad que pueden ser consideradas seguras. Una de las voces de referencia, la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP), recomienda no superar dosis diarias de 1 mSv, de 20 mSv en 5 años o una exposición máxima de 50 mSv en sólo un año.
Por su parte, Greenpeace y Human Rights Now han hallado niveles de radiactividad sensiblemente mayores a los datos oficiales en algunas zonas de Fukushima declaradas habitables y recalcan que incluso las dosis menores a 100 mSv pueden ser peligrosas para la salud humana, sobre todo en el caso de mujeres y niños.
«La idea de que una catástrofe nuclear puede ser ‘limpiada’, y de que los afectados pueden retomar sus vidas con normalidad, es un mito creado por la industria nuclear con el apoyo de Japón y otros países como EEUU o Reino Unido», dice a Efe Kendra Ulrich, analista de Greenpeace Japón.
En Iitate, localidad donde se levantará la orden de evacuación en abril, las ONG detectaron unos niveles radiación comparables a la zona de exclusión de Chernóbil (Ucrania), en la que el acceso sigue prohibido más de 30 años después del accidente atómico.
Junto con Iitate, otros tres municipios cercanos a la central (Kawamata, Tomioka y Namie, estos dos últimos a menos de kilómetros de Fukushima Daiichi) volverán a ser habitables el próximo mes, lo que permitirá regresar a unas 32.000 personas que se vieron obligadas a desplazarse a alojamientos temporales.
Más del 50 por ciento de ellos no desea volver por el miedo a los efectos de la radiación, la inquietud sobre el acceso a cuidados médicos y otros servicios básicos o el hecho de llevar años instalados en otros lugares, según la última encuesta realizada por la Agencia Nacional de Reconstrucción.
Naraha, a 17 kilómetros de la planta y donde hace año y medio se levantaron todas las restricciones de acceso, sólo ha recuperado el 10 por ciento de sus 7.000 habitantes.
«A menos que este desastre no esté totalmente resuelto, y con ello me refiero al desmantelamiento de la central, no pienso llevar a mis hijos a un lugar con estos riesgos», relata a Efe Noriko Matsumoto, exresidente de Koriyama (a unos 65 kilómetros de Fukushima Daiichi) que abandonó la región tras la catástrofe.
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