La decisión de Donald Trump de prohibir la entrada en EEUU de ciudadanos de siete países musulmanes ha causado grave malestar en el mundo y especial indignación en las naciones europeas, para las que esta nueva política migratoria socava los cimientos de la democracia.
El presidente francés, François Hollande, fue uno de los primeros en reaccionar al advertir personalmente a Trump, en una conversación telefónica anoche, de que la defensa de la democracia implica el respeto de los principios en los que se sustenta, «en particular la acogida de los refugiados».
Trump firmó este viernes un decreto ley sobre medidas de vigilancia de personas que viajan a EEUU que supuso la suspensión de visados para personas procedentes de Irán, Siria, Irak, Somalia, Sudán, Yemen y Libia, todos de mayoría musulmana y vistos por Washington como eventual origen de terroristas yihadistas.
En Alemania, la canciller Angela Merkel declaró hoy estar «convencida de que la guerra decidida contra el terrorismo no justifica que se coloque bajo sospecha generalizada a personas en función de una determinada procedencia o religión».
Partidos alemanes de diverso signo rechazaron el veto, y el expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz, candidato socialdemócrata a las elecciones generales germanas, dijo que Trump había roto «un tabú», lo que dañará las relaciones transatlánticas, puntal tradicional de la política exterior alemana.
En el Reino Unido, tradicional aliado de EEUU y con importante inmigración de los países vetados, la reacción del Gobierno llegó hoy después de que la primer ministra, Theresa May, recibiese duras críticas por su negativa inicial a pronunciarse sobre este asunto.
Desde Downing Street, May -que finalmente declaró no estar de acuerdo con el polémico decreto- ordenó hoy a sus ministros de Exteriores e Interior contactar con sus homólogos de EEUU para aclarar la situación y evaluar el impacto de esas medidas en refugiados y musulmanes, además de en nacionales británicos, muchos de ellos con doble nacionalidad de países vetados.
El titular de Exteriores británico, Boris Johnson, aseguró a su vez que el Gobierno protegerá «los derechos y libertades de los nacionales del Reino Unido, aquí y en el extranjero. Es divisorio y equivocado estigmatizar por la nacionalidad», y el alcalde de Londres, Sadiq Khan, el primer musulmán en llegar a ese puesto, calificó la ley de «vergonzosa» y «cruel».
Mientras, el líder laborista británico, Jeremy Corbyn, fue más allá y exigió cancelar la visita Trump al Reino Unido hasta que se levante la nueva medida estadounidense contra los musulmanes.
En Suiza, el ministro de Exteriores, Didier Burkhalter, declaró que la decisión de Trump «va en la mala dirección», pues las medidas antiterroristas «deben respetar los derechos fundamentales, así como el derecho internacional», y criticó «la discriminación de los seres humanos en razón de su religión o de su lugar de origen».
En la misma clave, su colega austríaco, Sebastian Kurz, afirmó que «el justificado compromiso contra el terrorismo y el islamismo no puede conducir a que se ponga bajo una sospecha generalizada a toda una comunidad religiosa y a Estados enteros».
En Bruselas, fuentes de la Comisión Europea (CE) aseguraron que la institución estudiará las consecuencias para los ciudadanos comunitarios de la nueva política migratoria de EEUU, que también fue rechazada por el Gobierno de Bélgica.
El ministro de Exteriores de Irlanda, Charlie Flanagan, advirtió de que la política de Trump «puede tener consecuencias a largo plazo, tanto en el ámbito humanitario como para las relaciones entre EEUU y la comunidad musulmana mundial».
Entre los países vetados, la respuesta más dura llegó del Gobierno de Irán, que calificó la decisión de Trump de «insulto flagrante a los musulmanes del mundo» que fomenta «la propagación de la violencia y el extremismo».
Teherán denunció la «falsa reivindicación de luchar contra el terrorismo y garantizar la seguridad del pueblo estadounidense» y anunció que «aplicará el principio de reciprocidad» para «defender los derechos de sus ciudadanos hasta que se solucionen todas las limitaciones insultantes de EEUU contra los nacionales iraníes».
La mayoría de los países árabes aún no han reaccionado al veto de Trump, aunque sí lo ha hecho Sudán, que expresó al embajador de EEUU la «molestia del Gobierno de Jartum», y el Ejecutivo de los rebeldes hutíes en el Yemen, no reconocido internacionalmente.
Para esta facción hutó ese paso constituye «una ilegalidad y una ilegitimidad», pues «el Yemen no ha sido ni será una fuente del terrorismo, ni ha enviado ni enviará refugiados a Estados Unidos».
En respuesta a estas críticas, Trump defendió su decisión, que basa en la necesidad de defender a EEUU del terrorismo yihadista, al declarar que el país necesita unas «fronteras sólidas», y volvió a criticar la situación migratoria en Europa y el resto del mundo.
«Nuestro país necesita fronteras sólidas y un escrutinio extremo, AHORA. Miren lo que está sucediendo en toda Europa y, ciertamente, en el mundo – ¡un lío terrible!», afirmó en su cuenta en Twitter.
En medio del revuelo general, compañías aéreas como KLM, Air France o Brussels Airlines admitieron que ya se ven obligadas a cumplir la orden de EEUU y desviar a los pasajeros procedentes de los siete países árabes y africanos afectados.
A su vez, la Agencia Internacional del Transporte Aéreo (IATA) advirtió a sus aerolíneas de que el decreto de Trump también afecta al personal de cabina, pues los nacionales de los siete países citados no podrán volar a EEUU. (EFE)
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