Marta O. Craviotto / EFE
Una pequeña empresa familiar del sur de Japón elabora a mano desde hace décadas el considerado papel más fino del mundo, del grosor de la piel humana, y que se ha convertido en un elemento clave en la restauración de grandes obras de arte.
Hidaka Washi, fundada en 1969, se enorgullece de fabricar tradicionalmente el «papel más fino del mundo» en Hidaka (Kochi, suroeste), un municipio de apenas 6.000 habitantes del Japón más rural.
El «Tosa Tengujo», también conocido como «alas de efímera», es un tipo de papel tradicional japonés o «washi» hecho a mano, transparente y flexible.
Tiene únicamente 0,02 milímetros de grosor -similar a la piel humana-, y un metro cuadrado pesa tan solo 1,6 gramos -menos que una moneda de un céntimo de euro-.
El «washi» se obtiene a partir de la fibra de la morera del papel, planta nativa de Asia oriental y cultivada desde hace siglos para la fabricación del papel.
Debido a que las fibras de esta planta tienen un diámetro de 0,02 milímetros, no sería posible fabricar un papel más fino de forma natural, argumenta Hiroyoshi Chinzei, hijo del fundador de Hidaka Washi, y presidente de la compañía desde julio de 2016.
Hace más de cinco décadas, un «washi» más grueso era utilizado principalmente como papel para máquinas de escribir o papel de envolver, y en la fabricación de servilletas o filtros para cafeteras.
Sin embargo, este papel ha encontrado un nuevo uso, explica Chinzei.
Bienes culturales conocidos a nivel mundial, como las paredes del Vaticano pintadas por Miguel Ángel, y obras de arte del Museo del Louvre en París o del Museo Británico en Londres han empezado a usar este tipo de papel en su proceso de restauración.
También en Japón, finas hojas de «washi» recubren por completo una de las famosas estatuas del tempo budista Sensoji de Asakusa (Tokio), evitando de esta manera que la pintura se desgaste o agriete.
Cuando un documento no se conserva en las condiciones ideales, y las fibras del papel se debilitan mucho a causa de la humedad, el «washi» puede utilizarse para reforzar el papel dañado y prevenir más desgaste.
En este caso, el documento se rocía con una mezcla de agua y pegamento y se protege entre dos hojas del papel japonés.
Chinzei ha realizado talleres de restauración en diversos países, -China, Taiwán y, próximamente, Brasil-, que buscan «promover el intercambio cultural a través del papel» y aumentar «la colaboración en esta área».
«Queremos expandir las posibilidades del papel (…). La idea de la cultura del papel es algo que nos gustaría expandir por todo el mundo», explica Chinzei.
En la fábrica, sus ocho empleados continúan con la producción de «washi», y puede llegar a crear 5.000 metros cuadrados de la variedad más fina al año (con un precio aproximado de 11 euros por metro cuadrado).
Esta factoría llama la atención por el minucioso trabajo manual que requiere esta técnica tradicional japonesa de producción.
Tras hervir la planta y dejarla «madurando» durante dos semanas, la masa de papel resultante se lava y se golpea para ablandar la fibra.
Posteriormente, se blanquea y se retiran las impurezas a mano, separando la fibra más fina de la más gruesa.
Por último, la masa se aplana en una máquina para hacer papel, dejando como resultado el delicado «washi».
Una vez terminado, el papel se utiliza, además de en labores de restauración, en decoración, impresión o publicidad.
Hoy en día, la producción de este papel es estable, en gran medida gracias a tecnología.
Sin embargo, «en términos de mercado, el futuro se plantea bastante duro», según Chinzei.
«Creo que la gente se ha dormido en los laureles. Fueron arrogantes de alguna forma: no investigaron ni se comunicaron con los clientes, y eso es por lo que el mercado (del papel) se ha reducido», lamenta.
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