«¿Cómo explicar al mundo que México es un país con más libertades civiles que antes, pero que al mismo tiempo ha habido este retroceso, esta deshumanización?», se pregunta Diego Enrique Osorno, quien presenta junto con otros periodistas un libro en el que alzan sus «voces contra la impunidad».
«La ira de México» es la respuesta de seis periodistas, entre ellos Lydia Cacho, Anabel Hernández y Juan Villoro, que con sus textos profundizan sobre temas como las fosas clandestinas, las agresiones contra los periodistas, la tortura o la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014.
Osorno (Monterrey, 1980) afirma en entrevista que su deseo es que el libro pueda leerlo «un ciudadano común y pueda informarse, sentir, reflexionar sobre el país y hacer algo en su ámbito».
En un país que «no es una dictadura clásica», pero que arroja cifras más altas de desaparecidos que algunas dictaduras latinoamericanas de hace décadas, lo imprescindible es que se produzca el despertar de la población, opina.
«Lo que México ha avanzado en conciencia, en esta barbarie que hemos vivido, ha sido por la sociedad», asevera el periodista.
Cita dos momentos clave que han marcado la conciencia ciudadana: el primero, el año 2011, cuando irrumpió el movimiento de Javier Sicilia que visibilizó a las víctimas frente a la percepción que tenían los ciudadanos de que la llamada «guerra del narco» era «un asunto de buenos y malos, nada más».
El segundo, el de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, que motivó una respuesta de «mucha indignación, mucho coraje», en la que se señaló al Gobierno -como aseguran las pancartas «Fue el Estado»- y hubo «un afán de encontrar a los victimarios; no era nada más el dolor».
La recopilación de textos incorpora, además de su «Nuevo manifiesto del periodismo infrarrealista», dos crónicas de Osorno sobre la trata de personas y el incendio en la guardería ABC, que acabó con la vida de 49 niños en 2009.
Para él, una pieza periodística no se sostiene cuando se basa únicamente en fuentes policiales, pero tampoco si solo expone el dolor de las víctimas, ya que mantiene que este último ha de convertirse en «una oportunidad de reflexión más amplia».
Incorporando a estas dos vertientes, a la información hay que «darle la vuelta, con gente que no necesariamente tenga un poder protagónico, pero que nos ayude a entender los acontecimientos».
El periodista, uno de los «nuevos cronistas de Indias», según la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), tiene una visión de este oficio en la que el comunicador es una persona obsesiva, que «todo lo busca convertir en periodismo», y no cree en el trabajo que no defiende «ninguna postura».
Frente al desgaste de los casos que se extienden en el tiempo, como el de Ayotzinapa, el mexicano apuesta por «seguir escarbando, buscando».
«Lo que sucedió en Iguala sigue siendo un misterio, y ahí hay una oportunidad periodística, o una exigencia periodística», reflexiona.
Pese a estar en un país «que parece todo un retroceso civilizatorio», Osorno sigue proclamando fervientemente que cree en la humanidad.
La reciente victoria de Donald Trump en Estados Unidos no ha dañado esta idea, aunque sí considera que es «una muestra más de que la razón todavía no domina el mundo».
«No espero una versión rosa de Trump» cuando tome el poder, aseguró el periodista, quien vive en el norteño estado de Sonora y, por tanto, muestra su inquietud por lo que le ocurrirá a las miles de personas que atraviesan esa región para cruzar la frontera, o las que trabajan en la planta de vehículos Ford, que podría cerrar sus puertas.
«Soy alguien de esperanzas, pero también tengo que leer la realidad», concluye Osorno. EFE
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