“No tiene personalidad”, dijo Maradona por lo bajo, como se dicen las cosas que más se piensan. “Soy el mejor de los últimos veinte años”, se ufanó Cristiano Ronaldo.
Messi, el destinatario de ambos dardos, eligió los silencios, como siempre. A 14 días de su lesión y a pocas horas de ambas declaraciones, volvió a jugar con Argentina, saltó desde el banco y en 19 minutos le hizo tres goles a Panamá. Luego, colocó una preciosa bola en profundidad de la que provino el último tanto. Pero, sobre todo, le dio vida y color a una selección opaca, inexpresiva, casi tosca, que le ganaba 1 a 0 al equipo del Canal apenas por una cabeza que se estiró más que otra. Panamá no había sido menos que esa Argentina huérfana de clase, de juego, de ideas, de profundidad. Era menos únicamente en el número de jugadores: jugaba con 10 desde hacía media hora y no se notaba para nada.
Pero acaso lo más notable del ingreso de Leo fue la explosión de alegría que causó en los 53.885 espectadores de Chicago y el sacudón que inyectó en ese equipo casi ordinario que puede llegar a ser la Selección Argentina sin él. De movida hizo tres o cuatro pases cortos, un par de triangulaciones con las que invitó a tocar y con los que dijo -porque ese es su lenguaje- “vamos a jugar al fútbol”. Y en un suspiro el 1 a 0 se transformó en 5 a 0. “Pero es Panamá…”, saltaron muchos. Sí, y antes de la entrada del “10” también era Panamá, pero no se notaba.
La personalidad de Messi radica en pedir la pelota, llevarla hacia adelante cuando todos los demás hacen pases intrascendentes y poco valerosos para atrás. En encarar a zagueros fuertes que lo quieren detener “por lo civil o por lo criminal”, como pidió que lo pararan un exdirector de Marca. La personalidad para buscar el triunfo siempre y ganar todos los títulos posibles. Para no esconderse. La personalidad es una cualidad etérea, no hay un termómetro para medirla. Y tiene distintas formas. Gerd Müller tampoco poseía una personalidad farolera, no se golpeaba el pecho ni azuzaba a los hinchas para que alentaran ni iba a enfrentar a los directivos para pelear los premios; era un sujeto huraño que no hablaba, pero inventó un club que se llama Bayern Munich. Lo llevó de ser un cuadro regional a número del mundo en varias ocasiones. Siempre que puede, lo reivindica Beckenbauer: “Si hay alguien a quien el Bayern debe su grandeza es a Gerd Müller, más que a nadie”.
Messi es parecido, habla en la cancha, con la pelota. Y dice cosas hermosas.
Cuando aún no alcanzó los 29 años, va camino a redondear los 600 goles oficiales, todos bien contaditos y filmados. Marcados en este fútbol veloz, ulltracompetitivo, de alta presión, y a estos arqueros fenomenales. Y eso siendo volante, porque arranca casi todas sus jugadas desde la mediacancha. Pero además de sus goles, o tal vez más que eso, está su técnica excelsa, sus gambetas impredecibles, sus jugadas y pases geniales, los centenares de pelotas de gol que ha puesto, su falta de egoísmo, sus hermosísimos tiros libres, el estoicismo para recibir entradas durísimas sin abrir la boca, el no hacer tiempo nunca, la caballerosidad, su fútbol sin trampa, limpio, libre de atajos o chicanas. Jamás le hablará a un rival para achicarlo.
Hay que respetar la opinión de Maradona, la de todos. Este cronista tiene la suya: Messi es el mejor jugador que vio. Y vio a Pelé y a Maradona, geniales ambos. Leo los combina…
Cuando Messi recibió el golpe en la espalda ante Honduras el pasado 27 de mayo, al instante todos los espectadores supieron que era algo serio, porque quería levantarse y no podía. Y Messi nunca hace teatro. Le costó 14 días de reposo.
Para no tener personalidad, juega bastante bien. Y si no la tuviera, bueno… Todos tenemos debilidades y fortalezas. Si esa fuera su debilidad, le sobran otras para compensarlo. Messi no ha sido campeón del mundo y posiblemente no lo sea nunca: no depende de él mismo sino de un equipo. A cambio ha ganado otras cosas, 5 Balones de Oro, 28 campeonatos con Barcelona y 2 con Argentina (Mundial Sub-20 y Juegos Olímpicos). Tiene récords de todo tipo. Cuando un jugador hace un gol como el que Messi le marcó al Bayern tras derribar a Boateng con un amague y pincharla de derecha a la salida de Neuer ¿importa si fue campeón del mundo…? Cuando alguien convierte un gol monumental después de eludir a medio Athletic de Bilbao a 200 kilómetros por hora y esquivando guadañazos ¿importa si tiene personalidad…?
Un jugador es lo que es, lo que sabe hacer, la suma de sus condiciones. La mayor genialidad de Pelé no la pudo concretar en gol, fue ante Mazurkiewicz en el Mundial del ’70, cuando con un amague, sin tocar la pelota, lo hizo pasar de largo yendo hacia su derecha y la fue a buscar por el otro. Penosamente, desvió el remate final. ¿Porque no fue gol no vale la genialidad…?
Messi es el único futbolista al que no se lo mide por lo que ganó, sino por lo que le falta ganar.
Hay que respetar la opinión de Maradona, la de todos. Este cronista tiene la suya: Messi es el mejor jugador que vio. Y vio a Pelé y a Maradona, geniales ambos. Leo los combina. Tiene el gol de Pelé y el pie izquierdo de Diego, pero con más velocidad que ambos, con mayor cerebración de la jugada. Y su obra colosal la ha construido en este tiempo, en un contexto más difícil, con mayor presión y menos espacios. Con defensas que son atletas extraordinarios y arqueros fantásticos.
Que un jugador haga 3 goles el domingo y 2 el miércoles y otra vez 3 el domingo y 2 el miércoles durante once años consecutivos, eso el fútbol no lo vio nunca. Esa, la regularidad, es otra faceta en la que aplasta a casi todos. De allí la iluminada frase de Santiago Segurola: “Maradona era Maradona a veces. Messi es Maradona todos los días”. Porque la desmemoria alimenta fábulas.
Las comparaciones tienen lugar justamente porque Messi no fue campeón del mundo. Si lo fuera, no existiría ninguna posibilidad de trazar un paralelo: sería robo a favor de Leo, que gana en todos los demás ítems.
A 24 horas de las palabras de Maradona y Ronaldo, Messi contestó en su estilo: con el audio en cero y la contundencia de su fútbol. La pena es que, como dice Ernest Folch, director del diario Sport, “la frase de Maradona será utilizada por los que quieren dañar la imagen de Messi, paradójicamente por los mismos que descalifican a Maradona cuando no les interesa lo que dice”.
Puede que Argentina sea finalmente campeón de una Copa América con Messi. O no, porque es un equipo menos que discreto. Él sólo lo convierte en candidato. Pero, aún si se corona, nada cambiará su estatura de jugador único, de todos los tiempos.
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
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