El título del modesto equipo ha devuelto el romanticismo y la magia al fútbol
El Leicester se proclamó, por primera vez en su historia, campeón de la Premier League beneficiado por el empate cosechado por el Tottenham, segundo clasificado, en Stamford Bridge ante el Chelsea (2-2).
El Tottenham del argentino Mauricio Pochettino necesitaba ganar en el campo de los ‘blues’ para conservar alguna aspiración de alcanzar el liderato y aplazar el éxito del Leicester.
Sin embargo, un gol del belga Eden Hazard a seis minutos del final dio el empate al Chelsea (2-2) y propició que, matemáticamente, el conjunto de Claudio Rainieri, que el domingo empató contra el Manchester United en Old Trafford, se proclamara campeón a falta de dos jornadas para la conclusión del torneo.
La euforia se desató en el domicilio del delantero del Leicester Jamie Vardy cuando el árbitro Mark Clattenburg indicó el final del partido de Stamford Bridge entre el Chelsea y el Tottenham, que terminó con un empate que coronó campeón al conjunto de Claudio Rainieri.
La plantilla de los ‘foxes’ se citó en la casa del atacante del Leicester, elegido el mejor jugador de la Premier en este año. Numerosos seguidores del equipo se agolparon con el paso de los minutos también alrededor del recinto, a la espera de noticias.
La situación mejoró poco a poco. Tras la decepción de la primera parte, en la que el Tottenham alcanzó una diferencia de dos goles, anotados por Harry Kane y el surcoreano Heung-Min Son, todo empezó a cambiar en la segunda parte.
Las ilusiones del plantel del Leicester se animaron cuando Gary Cahill acortó distancias. Pero especialmente se celebró el gol del empate del belga Eden Hazard.
En el salón de la casa de Vardy los jugadores celebraron eufóricos el gol. Aguantaron el tipo hasta el final del choque cuando se desató el éxtasis.
Fue el domicilio del máximo goleador del equipo el punto de encuentro de los foxes. También el inicio de la fiesta y de una previsible larga noche en la ciudad en la que no se sabe si estará el técnico, Claudio Rainieri, que en las vísperas advirtió su marcha a Roma para comer con su madre.
OKAZAKI, EL MÁS CARO
Una plantilla extremadamente ajustada a un presupuesto limitado, el ingenio y la experiencia de un técnico al borde de la jubilación y la visión de un forofo asiático, multimillonario, han agitado en esta última temporada el mundo del fútbol y toda la teoría en la que se amparan los grandes clubes.
La conquista de la Premier por el Leicester ha devuelto el romanticismo y la magia al deporte. Más aún en una especialidad tan profesionalizada y tan sometida como el fútbol.
Una casualidad, un cese inesperado, el del técnico Nigel Pearson en el verano pasado, en plena pretemporada, rescataron del olvido al italiano Claudio Rainieri. El preparador romano, que se dejó ver previamente a las órdenes de la selección de Grecia, en la que permaneció, sin éxito, durante cuatro meses, acumulaba un año en el paro.
Poca perspectiva advertía el futuro de Rainieri, con experiencia en Italia, España, Francia, Inglaterra y Grecia y un palmarés aseado: una Copa y una Supercopa con el Fiorentina y una Copa del Rey española, con el Valencia, con el que también consiguió una Supercopa europea.
Nada que ver con el trofeo de la Premier que va a sostener en sus manos. Con un equipo sin estrellas. Sin gastos llamativos. Sin fichajes de relumbrón. Con el único objetivo inicial de asentarse en la máxima categoría del fútbol inglés y alejarse de los agobios padecidos una temporada antes, cuando estuvo al borde del descenso.
Sin esa presión inicial y un recorrido ilimitado echó a andar el Leicester, cuyo historial contemplaba solo, hasta ahora, 3 títulos de Copa de la Liga.
Entre Rainieri y el propietario Vichai Srivaddhanaprabha fueron componiendo un plantel de bajo coste. Futbolistas sin repercusión, sin renombre, sin currículo en la Premier, pero perfectos para encajar en el proyecto de su técnico.
El precio total de la plantilla del Leicester no alcanza los 55 millones de euros. Los responsables de la entidad hicieron piruetas contables en su día para apañar un plantel que, inicialmente, fuera capaz de sostenerse en la Premier. Ahora, gran parte de sus futbolistas han multiplicado su valor.
El portero danés Kasper Schmeichel costó al Leicester 1,7 millones de euros. Danny Simpson 2,5 y el jamaicano Wes Morgan 1,1. Por el alemán Robert Huth el club pagó 4,2 millones. El defensa austríaco Christian Fuchs, procedente del Schalke, y el centrocampista Marc Albrighton llegaron libres.
No hubo que pagar nada por su llegada. El argelino Riyad Mahrez, sensación del equipo, y Danny Drinkwater, se comprometieron con el club por menos de un millón. Los mayores desembolsos los realizó por el japonés Shinji Okazaki (11 millones), al que fichó del Maguncia, y por el francés N’Golo Kanté (9 millones al Caen).
También se reforzó con el zaguero francés de origen tunecino Yohan Benalouane, del Atalanta, y el suizo Gokhan Inler, procedente del Nápoles. Y mantuvo la confianza en el argentino Leonardo Ulloa, fichado del Brighton, de Segunda categoría, hace dos temporadas.
El sudamericano, de hecho, resultó determinante el pasado curso, cuando su eficacia contribuyó a que el Leicester consiguiera la permanencia. Acabó el ejercicio con 13 goles en la Liga. En esta temporada, el despegue de Jamie Vardy y la llegada del japonés Okazaki le han restado protagonismo. Pero Ulloa no ha desperdiciado cada uno de los minutos que le ha otorgado Rainieri. Y ha conseguido tantos decisivos. Como el que anotó ante el Norwich.
Jamie Vardy, el máximo goleador del equipo, reforzó a los ‘foxes’ por 1,4 millones de euros. El atacante del Leicester ha alcanzado el final de curso con 22 goles en su mochila y la condición de internacional con Inglaterra ya en su currículo.
Procedente del fútbol aficionado, nada hacía presagiar una dedicación profesional con el balón en los pies y el gol entre ceja y ceja. El caso de Vardy es de esos que ocurren solo muy de vez en cuando.
Fue en 2011 cuando fichó por el Halifax. Después se marchó al Fleetwood, de cuarta categoría, donde firmó 31 goles para contribuir al ascenso de su equipo a la League Two (tercera). Fue una temporada después cuando el Leicester le incorporó en su plantilla.
Ya en 2012, el Leicester City oficializó que pagó un millón de libras por su traspaso, que fue el fichaje más caro de un futbolista procedente de categorías inferiores. Lo que entonces fue un tiro al aire ahora es una apuesta segura.
El título obtenido por esta plantilla ha pillado con el pie cambiado tanto a sus dirigentes como a los jugadores, que no acordaron premio alguno por la posibilidad, entonces utópica, de ganar la Premier.
Así, en la reunión por las primas, el capitán Wes Morgan acordó que el plantel se repartiría 8,3 millones de euros si lograban un puesto entre los doce primeros de la clasificación. Sin más.
Claudio Ranieri, sin embargo, tendrá una prima de 6,4 millones de euros por el trofeo de campeón. «The Times» desveló que el compromiso del preparador italiano fijaba 128.000 euros por cada posición que ganaba en la tabla más 5 millones de libras si conquistaba el campeonato. (EFE)
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