La Libertadores opacó a la Champions. Por Jorge Barraza

Jorge Barraza

Pese a todas sus estrecheces presupuestarias la Copa Libertadores de América mantiene la mística, la tradición, el ardor, la ilusión…

 


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Jorge Barraza
Jorge Barraza

La Champions tuvo una semana desangelada. El poco mediático Wolfsburgo tumbó a un Real Madrid apático, del que se esperaban brillo y guirnaldas luego de su impactante triunfo sobre el Barcelona. El Bayern, como local, apenas pudo ganar por la mínima a un Benfica que está creciendo. El PSG, que intenta llegar a la cima de Europa a base de petrodólares, arañó un empate en París 2-2 con el City de Pellegrino, que antes de irse de Manchester quiere dejar un recuerdo grande. Y finalmente el Barcelona le dio vuelta el partido a un protestón Atlético de Madrid.


El Atleti es un club querible, por su hinchada, su tesón, su volver a ser después de años en que se lo había tragado la tierra. Y ha arrastrado muchas simpatías estos años. Fernando Torres recibió tarjeta roja y dejó a su equipo con 10 ya a los 35 minutos. Después de marcar un gol que los ponía en ventaja en el mismo Camp Nou, en lugar de estar sereno y feliz lució nervioso, irascible, gruñón. Y dio leña como para pasar el invierno. Lo expulsaron con absoluta justicia. Se sacó solo del partido. Pero el Atlético sigue llorando y reclamando (¿o preparando el terreno para la revancha en el Calderón…?). Que lo robaron, que así no se puede seguir más… A propósito de esto, el difunto Omar Pastoriza tenía una frase de cabecera: “No se puede ser policía y ladrón al mismo tiempo, o uno u otro”. Este Atleti de Simeone ha hecho de la queja una industria; del golpe, la demora y la simulación un comercio próspero. No puede ir a reclamar a tribunales.

En Wolfsburgo, James Rodríguez confirmó su nueva condición de suplente. “Aquí la tiene difícil”, cuenta un alto mando de la Casa Blanca. Bale, Cristiano y Benzemá tienen que jugar obligatoriamente. No es una orden del técnico, baja de la presidencia. “Para que pueda jugar la BBC hay que poner tres centrocampistas netos y James no cumple con los movimientos defensivos que se necesitan en recuperación de balón. No los siente. Su talento no está en discusión, es un problema de funciones”, dice la fuente (muy confiable). Sin deslumbrar, Casemiro aprovechó los minutos que le dieron y en consecuencia los tres medios son él, Modric y Kroos, quien se mueve más como un funcionario ministerial que como un atleta: no corre la cancha, la camina. Moraleja: de acá a junio no va a jugar mucho, James. Y después…

Entre martes y jueves se disputaron 13 partidos y se anotaron 57 goles, a una media de 4,38 por juego. Muy alto.

A la opacidad de la Champions, la semana opuso el fulgor de la Libertadores. Que pese a todas sus estrecheces presupuestarias mantiene la mística, la tradición, el ardor, la ilusión. Entre martes y jueves se disputaron 13 partidos y se anotaron 57 goles, a una media de 4,38 por juego. Muy alto. Con errores o aciertos, con mejores o peores planteles hay una tendencia unificada para pobres y ricos: todos van para adelante, no existe más la especulación de épocas pasadas. No sirve, dejó de ser negocio. Es una discusión difícil esta: el pasado tiene mejor prensa que el presente, siempre; porque está unido a la nostalgia. La Copa de antes era más difícil porque todas las figuras sudamericanas permanecían en el continente, es verdad. Y la de ahora es más limpia y ofensiva.


Días atrás hallamos una columna del querido Roberto Perfumo, quien se nos fue el mes pasado. Su título era muy atractivo: “Sí, meter goles ahora es más fácil”. La escribió en 2012. Decía de antemano: “Aclaro: me gusta más el fútbol actual que el “de antes” (el de hace más de 30 años)”. Recordaba El Mariscal: “Los delanteros enfrentaban a defensas que todos conocíamos de memoria y cuyos integrantes estaban diez años juntos, lo que les permitía jugar sin mirarse. Hoy, al menos en nuestro fútbol, el que ataca tiene la ventaja de tener enfrente a defensas sin rodaje; que, con el poco trabajo previo, no sólo no pueden jugar sin mirarse. Aún mirándose no llegan a cubrir a tiempo. Entonces, claro, cunden los horrores defensivos”.

Su análisis puede parecer una crítica a lo actual, pero es justamente al revés: “El cambio más drástico, y que inclina la balanza a favor del delantero de antes, es el reglamentario. Las modificaciones de los últimos años favorecen al atacante. Nosotros, si uno se nos iba, podíamos agarrarlo, pegarle de atrás, tomar de la camiseta… No existía la norma del ‘último hombre’, el arquero no era expulsado si hacía penal. No estaban ni las tarjetas ni las cámaras que registran hasta las patadas en las muelas”. O sea, si todo eso era usual y legal, estaba mal.


Sigue el ex zaguero, que debutó en 1964: “Al delantero de antes le daban por todos lados; y en la Libertadores era mejor jugar disfrazado de Rambo. El mejor obsequio para el atacante actual es que en la misma línea no está adelantado. Y tampoco lo está para el asistente, si tiene dudas. Antes, al contrario, siempre, siempre era offside. Los defensores dábamos un paso al frente y levantábamos la mano, en general con buen resultado. Hoy, más de la mitad de los goles son obra de tipos que están en la misma línea, el reglamento los ‘cuida’ y facilita su tarea. En cambio, el defensor amonestado (si es central, peor) queda reducido a medio jugador”.

El párrafo final de Roberto, siempre tan franco y poco afecto a enamorarse de la nostalgia, era demoledor: “Antes, la condición para dar penal era que hubiera sangre. Hoy, ante el mínimo roce, por si acaso el juez lo sanciona. Por eso digo que hacer goles es ahora más fácil”.

Parece que comenzó ayer, pero ya pasaron 83 de los 138 partidos de Copa. Más del 60%. No se vislumbran muchos favoritos. Atlético Nacional, por juego y contundencia se recibió de candidato en cuatro partidos. Y aún sin estar clasificado, nos animamos a agregar otro: Racing. Cuando un equipo tiene tanto gol es aspirante a todo. Ataca, pero también marca. Y rezuma ilusión. Posee cuatro delanteros potentes y ambiciosos: Bou, artillero de la Copa anterior; el veterano pero pensante Milito; Lisandro López, que volvió entero de Europa y está afiladísimo, y un Roger Martínez en ebullición. A la pujanza, al deseo irrefrenable, Roger le agrega una enorme clase para definir. Y su documento aún canta 21 años. De amplísimo futuro, jugador de selección sin dudas. Detrás de los cuatro, abasteciéndolos, el paraguayito Óscar Romero, con una zurda que teje, borda y cose. Promete, Racing. Veremos si cumple.

Luego están, como siempre, Boca y River, que si evolucionan en juego habitualmente se hacen fuertes. Y ver para qué están los brasileños, que son cinco incógnitas.

Por una semana, al menos, la Copa nuestra fue más atractiva que la Champions. Es para brindar.

 

(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.

 


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