Codiciada fruta se llega a vender por 50.000 yenes
Teresa Cambril / EFE
Cultivar una fruta tropical en mitad de la nieve parece una tarea imposible, pero la aventura de unos emprendedores de la isla japonesa de Hokkaido ha resultado ser todo un éxito. Los codiciados mangos de esta zona, con denominación de origen, se llegan a vender por 50.000 yenes (unos 388 euros).
Al este de la isla, en Tokachi, el corazón agrario de Hokkaido, un pequeño y destartalado invernadero de 750 metros cuadrados rodeado de nieve alberga 50 árboles de mango que producen desde 2014 unas 2.300 piezas anuales en pleno diciembre.
El propietario de esta plantación, Hiroyuki Nakagawa, explica a Efe que cultivar mangos en la nieve ha sido «un sueño» en el que empezó a trabajar desde hace cinco años, tras conocer a un granjero de la prefectura de Miyazaki (Sur) que se dedicaba al negocio y que le aconsejó sobre cómo poner la granja en marcha.
Las gélidas temperaturas y las copiosas nevadas del largo invierno de Hokkaido, no hicieron desistir a este japonés en su empeño de emprender un negocio que parecía inviable: cultivar una de las frutas tropicales por excelencia en condiciones extremas y vender el producto en Navidad, cuando está más cotizado.
Para ello Nakagawa invirtió sus ahorros y una subvención de las autoridades niponas de 52 millones de yenes (alrededor de 403.500 euros) en construir un invernadero, un cálido oasis a 31,5 grados centígrados de temperatura rodeado de nieve.
«Hemos recibido una estupenda respuesta de los consumidores. En cada cosecha agotamos las existencias, no tenemos excedente. De hecho, no producimos suficientes mangos», contó a Efe el empresario, que estudia ampliar las instalaciones de cultivo.
«La demanda supera a la oferta», añadió Nakagawa, que tras el éxito en la venta de mangos se plantea cultivar otras frutas como la piña o el melocotón para convertir a esta zona de Hokkaido en el «centro de producción de frutas tropicales de Japón».
Las frutas con sello «Sol en la nieve», su marca, alcanzan su punto óptimo en Navidad cuando, con motivo del fin de año, los ejecutivos japoneses se agasajan con exclusivos regalos, considerados un detalle de cortesía en la idiosincrasia local.
El producto a regalar ha de ser único y estar presentado en unas condiciones óptimas. Por ello, los peculiares mangos de Hokkaido se agotan en cuestión de horas en los grandes almacenes de Tokio.
La tecnología para hacer crecer la fruta en este páramo de nieve es poco contaminante, ya que el 80 por ciento de la energía usada para calentar el invernadero, donde la diferencia de temperatura con el exterior llega a los 44 grados, es limpia.
Los mangos que crecen en Hokkaido presentan unos niveles de azúcar ligeramente superiores al de los producidos en otras regiones debido al particular clima de la isla, con largas horas de exposición al sol y una amplia diferencia entre la temperatura mínima y máxima.
Esta circunstancia climatológica también afecta a otros productos cultivados en esta isla, convertida en la granja y la despensa de Japón pese a su temperatura extrema (la mínima registrada es de 41 grados bajo cero en 1902) y gracias a sus extensas zonas cultivables.
Hokkaido, que representa casi un cuarto de la superficie total de Japón, produce el 90 por ciento de legumbres, el 65 por ciento de trigo, el 78 por ciento de la patata, o el total de la remolacha cultivados en el país asiático.
Además, la industria ganadera local produce el 52 por ciento de la leche de Japón, casi cuatro millones de toneladas, según datos proporcionados por el Ministerio de Agricultura y Pesca nipón.
Pese a estas cifras, el ‘huerto’ japonés se enfrenta, sin embargo, a varios retos: el envejecimiento de su población y la adhesión de Japón al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), que creará una zona libre de aranceles entre doce países.
Mientras llega la ratificación de este acuerdo de libre comercio agrícola, Hokkaido continúa surtiendo a Japón de verduras, frutas y productos lácteos tal y como ocurre desde 1883, cuando los primeros colonos japoneses se establecieron en la isla.
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